Hay una soledad que duele más que ninguna otra: la soledad de los amantes. Es extraña. Para que te invada la soledad de los amantes, tienes que amar. Cualquier cosa, cualquier momento, a cualquier persona. Los que aman siempre se sienten solos. Porque aman sin pararse a contar los días, la intensidad, los olores o las sensaciones. Aman. Y a veces ese amor no tiene respuestas. Entonces se sienten tan solos, que darían cualquier cosa por zambullirse en algún mar extraño de la invisibilidad para no sentir vergüenza de sí mismos.
Hay amantes que se aman pero no se tienen. Entonces, la soledad es menos intensa pero más atroz, porque araña. Es la soledad de los cuerpos que se extrañan y no se sienten. Una soledad que no es un vacío, que tiene límites, los mismos que separan su cuerpo del cuerpo que aman, pero que es triste. Hoy me invade la soledad de los amantes, la de los que se tienen y la de los que se sienten solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario