28 de agosto de 2011

Deshacer maletas


Cuando uno viaja para quedarse, hay un momento crucial que debe superar, el de deshacer las maletas. Cuando alguien comienza a hacer su habitación suya y llena con su ropa los armarios, y pone fotos de su gente cerca de sí, comienza a preocuparse por si hará frío en invierno y necesitará una manta o no, entonces uno se da cuenta de que el viaje ha terminado y empieza el momento de echar raíces en el nuevo lugar. Da igual si será para uno o dos meses o durará para siempre, pero el momento de deshacer las maletas aparece y llena de miedos al que las deshace. Creo que son unos miedos comunes y básicos: el miedo a saber si se llegará a integrar bien en el nuevo espacio, el miedo a la soledad, el miedo al fracaso, el miedo, a veces, al idioma. Los miedos siempre son irracionales, por eso aparecen de vez en cuando sin que nosotros queramos que estén ahí.

Estos días de viaje y maletas vaciadas, no he parado de pensar en las generaciones de españoles emigrantes a cualquier parte de Sudamérica y Europa, desde el comienzo de la Guerra Civil hasta el final del franquismo. Más que en los expatriados o exiliados, pienso en los desarraigados, en aquellos que buscaron fuera de las fronteras lo que España no pudo, quiso o supo darles. Pienso en esas generaciones de personas mucho menos preparadas académicamente (aunque sí mental y moralmente) que viajaban con una sola maleta en la que llevaban un par de camisetas, un vestido o un pantalón de pana y poco más. Conocían tan solo su lengua, pero tenían ganas de salir adelante y triunfar. Comparo el sueño americano con el sueño español y me avergüenza un poco el hecho de que todos aquellos españoles tuvieran que haberse ido de España para cumplir el sueño español. Es cierto que muchos regresaron e hicieron su vida en su tierra, se trajeron la riqueza de los países que los acogieron y vivieron después, o viven ahora, mejor que los que se quedaron. Pero tuvieron que escapar porque el país no satisfacía sus necesidades de vivienda digna, trabajo y comida. ¿Ocurre ahora lo mismo? ¿Se está convirtiendo el sueño español en el sueño europeo/americano o internacional? ¿Por qué permite el país que sus jóvenes echen a volar?

Las últimas reflexiones quizás producen más temores que el deshacer maletas y sentirse fuera de casa por unos meses. Porque al fin y al cabo, los tiempos han cambiado, y ahora podemos vernos las caras aunque estemos a miles de kilómetros de distancia, tú puedes saber de mí sin esperar que el cartero aparezca con una carta, porque esta es mi carta, pero, ¿se preocupa el país por todas las cartas que los nuevos emigrantes les enviamos a nuestras familias y amigos? No, porque no las ven. Ahora el país se va vaciando poco a poco, y llega el tiempo de que todos los movimientos sociales les hagan ver a los que tienen el poder, que el poder real, el de la juventud, se les escapa poco a poco de las manos.

Algunas de estas reflexiones se han ido gestando después de ver esto. (Pincha encima del enlace para acceder al vídeo)


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