Cuando uno está dentro, no se da cuenta de todo lo suyo. No aprecia igual el sabor de las patatas fritas en aceite de oliva, ni el del jamón, encuentra los abrazos y muestras de cariño como algo común, empieza a leer novelas y poesía en otros idiomas, por no decir que le cambia el idioma a su colección de música. Porque lo que está dentro siempre estará ahí.
Pero cuando uno está fuera, aprecia lo suyo con un sentimiento diferente. Uno se vuelve defensor de lo suyo a costa de todo: el idioma, la comida, el clima, el paisaje, la música, el cine... Yo esta semana he descubierto a Penélope Cruz y me he sentido orgullosa de tener a Almodóvar, he cocinado tortilla de patatas y he empezado a escuchar con un poquito de nostalgia esto:
Estar fuera está muy bien. Pero también está bien echar de menos lo propio.
1 comentario:
Te entiendo bien, pero la identidad deja de ser un problema cuando uno se siente ciudadano del mundo y cuando la vida se concentra en cada momento que se vive. La distancia sirve para valorar y la cercanía para gozar. Y, seguramente, también al revés. Desde lejos te mando un beso muy cercano.
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