8 de diciembre de 2009

La ceguera

Max Estrella, en una noche madrileña, desciende junto con su amigo Latino a los infiernos de la ciudad que son los infiernos de la realidad. La ceguera le sirve, paradójicamente, de guía para comprender la realidad por la que se mueve. La ceguera de Max Estrella le ilumina e ilumina toda una etapa literaria en la que lo real sólo se entiende a través de lo grotesco, de la deformación.



La ceguera de Max ofrece la visión más objetiva de la realidad. Lamentablemente, nuestras cegueras actuales, que no son cegueras reales, que no deforman la realidad porque todavía no han conseguido verla, solo sirven para seguir dando tumbos sin comprender la verdad de lo que nos rodea. Ahora que es tiempo de luces en las calles, estamos carentes de iluminados. No hay Tiresias ya; no hay profetas que nos indiquen hacia donde vamos en esta sociedad de decadencia y esperpento. Estamos como hace veinte siglos, estamos como al principio del siglo veinte. Con la diferencia esencial de que otras cegueras nos han inundado, y ahora sí que no vemos nada.

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