26 de abril de 2010

Superarse

Esta historia sobre el circo habla de cómo superarse. Cuando somos Will y tenemos a un director de circo como el de esta historia, somos capaces de no mirar atrás y de levantarnos del suelo una y otra vez. De salir a flote.

El cortometraje está cargado de simbología: la mariposa, el circo, la mutilación, el pasado, la fuerza, la vida del niño,...

Aplica en tu vida las ganas de superación que por fin le entran a Will.

EL CIRCO DE LA MARIPOSA (BUTTERFLY CIRCUS)



25 de abril de 2010

2 años de blog /listas 2

Este blog nació hace dos años bajo un baño cálido de claveles y libros de aromas imprecisos.
Nació en Salamanca, pero ha crecido en diversos lugares: Madrid, Hamburgo, Ávila, Edimburgo,...
Nació de dos madres y ahora es sólo una quien cuida sus pasos, aunque la otra siempre está atenta a su desarrollo.
Nació queriendo que dos lenguas fueran solo una, y se han empleado varios idiomas en su evolución, no sólo español y gallego; también inglés, francés, portugués y alemán.
Nació contando cuentos y aún pervive en él ese espíritu de la narración de hechos insólitos o comunes.
Nació bajo el amparo de un padrino que lo ha visitado a menudo y que ha hecho que creciera sano y con fuerza ofreciéndole su modelo. (Graciñas, Francisco.)
Ha visto cómo sus creadoras terminaban sus estudios universitarios y estudiaban cursos diversos. Ha vivido la revolución de acompañar en la elaboración de tesinas y ha acompañado en las aulas.
Este blog ha leído comentarios de amigos de siempre, de nuevos amigos, de amigos de antes y de enemigos.
Este blog ha leído mucha poesía y ha recomendado mucha música.
Con este blog he pensado, he fotografiado el mundo, he reflexionado, me he confesado.
Hemos amado mucho con y desde este blog.
Hemos recibido visitas inesperadas y hemos deseado con todas nuestras fuerzas que aquellos que más necesitábamos, vinieran a vernos. Siempre ha habido incondicionales. Gracias.
Hemos viajado a todos los lugares desde los que nos has leído, y hemos sentido gratitud al recibir visitas reiteradas desde lugares impensables.

Gracias, lector, lectores, por hacer posible el segundo año de vida de este blog que es un rincón en el que encontrar, encontrarse y refugiarse.

23 de abril de 2010

Deo Gracias /listas 1

Estrictamente, gracias a dios. Y mantengo la expresión porque es un homenaje.

Pues lo dicho, dando gracias. O, también, alegre por:

1. Celebrar el 23 de abril un año más.
2. Que el 23 de abril llegue con resaca de amistad, tras tarde de compras, cervezas, lecturas, Madrid aéreo y un bar cool, in,... de lo más moderno.
3. Que el 23 de abril recibo los poemas "más ñoños" de Neruda con una dedicatoria que me hace llorar.
4. Escuchar un cuentacuentos del que, inesperadamente, surgen las palabras "Galicia", "Santa Compaña", "Costa da Morte". Palabras mágicas siempre.
5. Escuchar la dulce voz de Marta.
6. Estrenar camiseta morada.
7. Tener en el armario más ropa por estrenar.
8. Escuchar la torpe voz en español de Paul.
9. Hacer un breve viaje en bus. Un largo viaje en metro.
10. Tomar coca-colas escuchando los poemas de Sheila. Después llegan los cafés.
11. Saber que cuando lo necesita, M. llama.
12. Que al entrar al colegio mis compañeras de departamento me hayan felicitado, que me hayan recordado que Shakespeare y Cervantes comparten sus carreras en este día y que "you never walk alone"

¡¡Qué bien!! Un día del Libro redondo. Aún queda noche por delante.

16 de abril de 2010

¿Casual o premonitorio?

Esta mañana me he despertado con ganas de Quevedo. Y a lo largo del día... aparece Quevedo inédito, desde Évora.

Habrá que esperar un tiempo a que la noticia repose, porque de momento este 'hallazgo' casual me resulta un tanto extraño. Quevedo inédito, de repente, tan fácil...

Los clásicos /6

(...)

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo

10 de abril de 2010

Todo cambia

Últimamente leo y escucho mucho a Eduard Punset. Me encanta su tesis acerca del cambio, de la capacidad que tienen las personas (y todo en la naturaleza) de cambiar de opinión. Sin llegar a ser contradictorios, me gustan las personas que saben cambiar su forma de pensar y no tienen miedo a decirlo abiertamente. Punset siempre cuenta una anécdota que le ocurrió con su nieta y unos hielos un día de verano. Tomando una bebida que llevaba hielo, la niña se dio cuenta de que el hielo había "desaparecido" misteriosamente. Punset le explicó a su nieta cómo la materia cambia de estado. Y bromeaba con la idea de que si incluso la materia cambia de estado, por qué las personas no eran capaces de cambiar y reconocer sus cambios.

A mis alumnos les digo que deben evitar que les encasillen por lo que fueron antes. Que tienen todo el presente y el futuro para atreverse a cambiar lo que no les gustaba de ellos. Que no pasa nada por cambiar, que el cambio es natural.

También lo decía Mercedes Sosa con las palabras del poeta Julio Numhauser.



Todo cambia

Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia el mas fino brillante
De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo
Cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante
Aúnque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia

Cambia el sol en su carrera
Cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste
De verde en la primavera
Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente
Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana

Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Pero no cambia mi amor...


En la última entrada hablaba del vaciado. De vaciarse. A veces necesitamos vaciarnos para que los cambios que llevamos a cabo se aprecien más por nosotros mismos y por quienes nos rodean. A veces siento nostalgia por lo que fuimos antes, pero siempre es positivo evolucionar. Nosotros, que somos producto de la evolución, lo somos también del cambio.

8 de abril de 2010

Vaciarse

¿Has pensado alguna vez en la capacidad que tiene el ser humano para vaciarse?

Es como la papelera de reciclaje del ordenador, aunque no tan sencillo como presionar un botón y esperar que suene ese ruidito tan característico de papel arrugándose.

Nos vaciamos cuando de repente, después de mucho tiempo "cargando" con una molestia, una culpa, un asunto espinoso,... lo solucionamos. Nos liberamos.
Nos vaciamos también en los exámenes. Soltamos todo lo que llevamos dentro y si la materia no nos interesaba mucho, nos olvidamos del asunto hasta -quizás- la eternidad.
Nos vaciamos en el llanto.
Nos vaciamos cuando leemos. Hay que dejar espacio dentro de nosotros para recibir lo que nos está entrando. Por eso, vaciamos para ampliar nuestra capacidad de absorción. Si uno no vacía antes y se pone a leer a Kant, Spinoza o Aristóteles, seguro que le es muy difícil enterarse del tema.
Nos vaciamos al hablar con nuestros amigos. A la vez nos llenamos con sus palabras.
Nos vaciamos al desnudarnos. Queda solo el cuerpo, sin artificios. Prescindir de artificios es, en cierto modo, vaciarse.
Nos vaciamos en los viajes. Igual que con la lectura, uno antes de viajar debe lanzar hacia fuera lo superfluo para captar todo lo necesario: una brisa en un mirador, la roca húmeda de una ciudad del norte, el olor a salitre, la arena blanca y blanda de playas soleadas,...
Nos vaciamos al olvidar.
Porque nos vaciamos es preciso que el ser humano se llene de las mismas cosas de forma cíclica. Si acaso perdió algo de lo obtenido en uno de los vaciados de papelera, debe recuperarlo de alguna forma. Creo que para la mayoría, la ilusión y la esperanza es lo que más se recarga. ¿O realmente es reciclaje?





Si no fuéramos capaces de vaciarnos paulatinamente, algo iría mal dentro de nosotros. La sobrecarga de material impediría el buen funcionamiento de nuestros mecanismos internos, retrasaría mucho nuestros actos. Pero, ¿hasta dónde es prudente vaciarse? ¿Debemos despojarnos de todo lo superfluo o a veces es necesario mantener algo de ello dentro de nosotros? Y, lo más inquietante, ¿ese vaciado es consciente o inconsciente?

5 de abril de 2010

Cuentos medievales

En la universidad me enseñaron a no desdeñar la Edad Media y su arte. Me enseñaron a no simplificar la mente medieval y a disfrutar de su literatura, historia y artes múltiples.

A pesar de todo, simplificamos la Edad Media. La simplificamos porque metemos en un saco que puede estudiarse en un año, un periodo de diez siglos. ¡Diez! Nada menos. Necesitaríamos otros diez siglos para comprender la mente medieval. Aún nos quedan cinco.

Este fin de semana he estado en una ciudad medieval. Un cuento. A Ávila he ido muchas veces, pero nunca me he detenido a mirarla con ojos ingenuos de niño pequeño. Le pregunto a mi amiga: "¿Y tú de pequeña no te sentías un poco princesa viviendo dentro de unas murallas?". La pregunta es ingenua. Igual que lo que conocemos (los poco conocedores) de la Edad Media.

Entre las murallas, o más bien yendo hacia las murallas, descubrí una melodía preciosa interpretada por Carlos Núñez (¡cómo no!) y Jordi Savall (siempre que descubro algo de Savall, lo guardo en mi baúl de los tesoros). Una flauta dulce y una viola de gamba son las culpables de que el viaje de vuelta no lo hiciera en tren, sino en camino medieval, con capa, capucha, a caballo. Soñando con los finisterrae europeos.



Una vez de vuelta en la ciudad, sin mamotretos, sin plumas y tinteros; con las teclas blancas y la pantalla brillante antirreflejos del ordenador, me encuentro con un precioso cuento medieval. El de Ponthus y Sidoine, escrito en el siglo XIV por un bretón para entretenimiento de la corte. La historia acerca dos finisterrae a través de grabados y versos breves que narran los avatares del príncipe Ponthus, hijo de un rey suevo de Galicia que debe vengar la muerte de su padre asesinado en combate. Ponthus consigue huir en barco y llega a las costas de Bretaña, región donde adquiere renombre pero que también le acarrea contratiempos. Un miembro de su séquito lo traiciona y éste tiene que escapar al bosque de Brocéliande, emulando a los caballeros del ciclo artúrico. Allí adquirirá fama de caballero justiciero. Lucha contra los sarracenos que asolan Bretaña e Inglaterra y los vence. Se enamora de Sidoine, la hija del rey de Bretaña y, tras matar a su esposo, se casa con ella. Vuelve a Galicia a reconquistar y pacificar su reino. Entonces, con el reino en paz y casado con su bella enamorada, retorna a Bretaña y, junto con su esposa, vuelve a Galicia a través del Camino de Santiago.

Así de simple. Así de complejo. Con la narración de ciclo artúrico de fondo, el bosque de Brocéliande, los finisterrae europeos, la idea del exilio, el desarraigo, la vuelta al hogar, el Camino de Santiago, la religiosidad, la lucha contra el invasor. El cuento contiene todos los ingredientes del relato medieval. La banda sonora la ponen Carlos Núñez y Jordi Savall. A los personajes dibújalos tú en la imaginación, desde una muralla, desde un tren, o desde tu propio exilio.