Ella, a veces, empleaba su tiempo en escribir poemas. Una vez escribió un verso célebre que él no pudo resistirse a tatuar en el brazo derecho. Quedaron unidos por ese verso, incluso cuando ambos ya habían huido para siempre y las manos estaban cerradas.
fuxe que doen as mans baleiras
Con el tiempo, las huidas dejaron de serlo y las manos comenzaron a abrirse poco a poco. Pero el tiempo ya había erosionado bastante. Era tarde para abrir el cuaderno de los poemas.
30 de junio de 2010
Mensaje en una botella /2
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28 de junio de 2010
Mensajes en una botella /1
El joven se descubrió a sí mismo escribiendo -seguro que aquello le salía del inconsciente- una larga lista de pros y contras. Las listas no habían sido nunca su fuerte, y el tren seguía el traqueteo mientras las filas bajaban por las descompensadas columnas de lo positivo y lo negativo.
La lista de pros finalizaba así: "Sus pupilas dilatadas cuando me miraba a los ojos".
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22 de junio de 2010
La bajona
Siempre me ha hecho gracia escuchar a mis amigos sevillanos hablar de 'la bajona' cuando se encontraban bajos de ánimo, con ese sentimiento que los ingleses llamaban spleen y al que, coloquialmente, nosotros le llamamos el bajón.
Hoy estoy de bajón. Con un bajón de esos que viene acompañado de dolor de cabeza, cansancio y lágrimas. También algo de rabia acumulada que sale hoy toda junta. Parece que es un sentimiento que estos días comparto con varias personas. ¿Todos los fines son así?
El caso es que mi colega y amigo Javi, de La Ciencia para todos, siempre que me ve, dice que tiendo a escribir desde la nostalgia, que mis posts tienden a la tristeza. Eso hace que asocie el "buenrollismo" a él. He aprendido de él a tomarme los bajones con otra filosofía, que sonreírle a la adversidad es mejor que regodearse en ella. Así que para animarme y animar a Manuel (CasaL), cuelgo esta tarde un poco de marcha.
Evitemos pensar en nuestros "días de gloria" hoy que parece que todo anda al revés:
P.D.: ¡Qué guapo está Bruce en este vídeo! Claro, es de sus gloriosos días de "Glory Days"
Hoy estoy de bajón. Con un bajón de esos que viene acompañado de dolor de cabeza, cansancio y lágrimas. También algo de rabia acumulada que sale hoy toda junta. Parece que es un sentimiento que estos días comparto con varias personas. ¿Todos los fines son así?
El caso es que mi colega y amigo Javi, de La Ciencia para todos, siempre que me ve, dice que tiendo a escribir desde la nostalgia, que mis posts tienden a la tristeza. Eso hace que asocie el "buenrollismo" a él. He aprendido de él a tomarme los bajones con otra filosofía, que sonreírle a la adversidad es mejor que regodearse en ella. Así que para animarme y animar a Manuel (CasaL), cuelgo esta tarde un poco de marcha.
Evitemos pensar en nuestros "días de gloria" hoy que parece que todo anda al revés:
P.D.: ¡Qué guapo está Bruce en este vídeo! Claro, es de sus gloriosos días de "Glory Days"
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21 de junio de 2010
Ciudad de cristal
No sé por qué extraña razón hay libros que se nos privan desde dentro de nosotros mismos. Me explico. Hace exactamente dos años y medio, recibí como regalo el libro Ciudad de cristal, primero de la trilogía de Nueva York, del escritor Paul Auster. Por caprichos neuronales, cerebrales, sentimentales o ve tú a saber, los primeros intentos de acercamiento a esta novela fueron frustrados. No conseguía pasar de la segunda o tercera páginas.
Hay un sentimiento, que seguro que tú habrás sentido alguna vez, que es algo así como el remordimiento al no ser capaz de leer un libro que te han regalado. Además, cuando los intentos de lectura no son satisfactorios, piensas con rabia que el 'regalante' no te conoce nada y te enfadas mentalmente por ese motivo.
Yo creo que si el regalo te lo hace alguien que te quiere, acertará seguro, de alguna u otra manera. Y estoy convencida de que en algún momento siempre estarás preparado para leer cualquier libro. Bueno, siempre que el libro merezca la pena.
Y todo esto lo digo porque este fin de semana, tras una semana de lectura científica (¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?) de la que os hablaré en breve, me apetecía desempolvar algo de lo antiguo que tengo aguardando a ser leído. Cogí este libro de Auster porque es finito y pretendía acabarlo en el fin de semana. El resultado del experimento de meter la mano en el baúl de los recuerdos literarios ha sido impresionante. Empecé a leerla como reto personal y la he terminado con pena. Y hacía mucho tiempo que no sentía esa nostalgia al terminar de leer algo realmente delicioso. Me consuela saber que de la trilogía tengo aún pendientes dos tercios más.
Ciudad de cristal es un experimento en sí misma. Es un juego de identidades y personajes, de nombres que se repiten. Es un juego quijotesco que no deja de mencionar la obra cervantina como una mera anécdota, pero que no es más que una autorreferencia maravillosa. Leer Ciudad de cristal es pasear por Nueva York con Cervantes de un brazo y Milton de otro. Es sentirse encerrado en un habitáculo oscuro y al mismo tiempo llenarse de la luz del cielo neoyorquino. Es toparse cara a cara con la soledad y, supongo que según los estados de ánimo, desear desesperadamente salir de ella.
Esto me habla de lo imprevisible que es la mente humana. Esa que un día no soporta algo y al día siguiente lo adora con locura. Siempre se ha dicho que del amor al odio va un paso. Y supongo que igual ocurre con el camino a la inversa. No hay que desechar lo que un día desechamos, sino estar abiertos al cambio. Eduard Punset (que también me tiene enganchada últimamente) siempre habla de que el ser humano es muy poco susceptible al cambio. Y que los animales o incluso la materia, cambian de estado sin perturbarse por ello. Habrá que practicar un poco y aprender del agua, que de los glaciares es capaz de volver a la atmósfera.
Hay un sentimiento, que seguro que tú habrás sentido alguna vez, que es algo así como el remordimiento al no ser capaz de leer un libro que te han regalado. Además, cuando los intentos de lectura no son satisfactorios, piensas con rabia que el 'regalante' no te conoce nada y te enfadas mentalmente por ese motivo.
Yo creo que si el regalo te lo hace alguien que te quiere, acertará seguro, de alguna u otra manera. Y estoy convencida de que en algún momento siempre estarás preparado para leer cualquier libro. Bueno, siempre que el libro merezca la pena.
Y todo esto lo digo porque este fin de semana, tras una semana de lectura científica (¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?) de la que os hablaré en breve, me apetecía desempolvar algo de lo antiguo que tengo aguardando a ser leído. Cogí este libro de Auster porque es finito y pretendía acabarlo en el fin de semana. El resultado del experimento de meter la mano en el baúl de los recuerdos literarios ha sido impresionante. Empecé a leerla como reto personal y la he terminado con pena. Y hacía mucho tiempo que no sentía esa nostalgia al terminar de leer algo realmente delicioso. Me consuela saber que de la trilogía tengo aún pendientes dos tercios más.
Ciudad de cristal es un experimento en sí misma. Es un juego de identidades y personajes, de nombres que se repiten. Es un juego quijotesco que no deja de mencionar la obra cervantina como una mera anécdota, pero que no es más que una autorreferencia maravillosa. Leer Ciudad de cristal es pasear por Nueva York con Cervantes de un brazo y Milton de otro. Es sentirse encerrado en un habitáculo oscuro y al mismo tiempo llenarse de la luz del cielo neoyorquino. Es toparse cara a cara con la soledad y, supongo que según los estados de ánimo, desear desesperadamente salir de ella.
Esto me habla de lo imprevisible que es la mente humana. Esa que un día no soporta algo y al día siguiente lo adora con locura. Siempre se ha dicho que del amor al odio va un paso. Y supongo que igual ocurre con el camino a la inversa. No hay que desechar lo que un día desechamos, sino estar abiertos al cambio. Eduard Punset (que también me tiene enganchada últimamente) siempre habla de que el ser humano es muy poco susceptible al cambio. Y que los animales o incluso la materia, cambian de estado sin perturbarse por ello. Habrá que practicar un poco y aprender del agua, que de los glaciares es capaz de volver a la atmósfera.
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18 de junio de 2010
Adiós, José
"Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la otra margen es lo que importa"
José Saramago
Saramago, que pasó la vida atravesando la corriente del río, llega hoy a la otra margen.
Requiescat in pace
José Saramago
Saramago, que pasó la vida atravesando la corriente del río, llega hoy a la otra margen.
Requiescat in pace
17 de junio de 2010
Finale
Finale es el término empleado en las composiciones musicales para hacer referencia a la pieza final de la misma.
Como toda buena obra musical que se precie, las obras que acometemos las personas tienen sus particulares finales. Hay algunos alegres, cargados de flautas dulces y percusión y otros finales lentos, tristes, llenos de pianos en tonos bajos. El compositor de cada obra es quien supongo (porque tampoco soy una experta en estos temas), resume la esencia de la obra compuesta en unos minutos que nos dejan el sabor dulce o amargo y que nos harán recordar para siempre una melodía. Al igual que el compositor, nosotros debemos componer el finale de nuestras pequeñas obras y hacerlo para que nos dejen un sabor dulce o amargo cuando las evoquemos en el futuro.
Yo ya estoy empezando a dar por finalizado este curso 2009-2010 que estrené con créditos iniciales de película. La impresión general de estos meses es positiva, de aprendizaje, de caer en la cuenta de lo incompletos que estamos. La vida, al igual que las composiciones musicales, es imperfecta. Creo que la esencia está en encontrar los instrumentos adecuados para que en la alegría o en la nostalgia nos sintamos bien dentro de ella. Para sentirme bien en mi vida yo necesito un violonchelo. Un violonchelo es la naturaleza de la madera, la resonancia (el eco de las montañas) de su caja, la sensualidad de las formas, el cariño de quien se deja querer y abrazar, la nostalgia de sus notas y la precisión en su elaboración. Y con mi violonchelo a la espalda, caminaré hasta encontrar, primero mi grupo de cámara y, finalmente la orquesta de nuestras vidas.
Feliz fin de concierto.
Como toda buena obra musical que se precie, las obras que acometemos las personas tienen sus particulares finales. Hay algunos alegres, cargados de flautas dulces y percusión y otros finales lentos, tristes, llenos de pianos en tonos bajos. El compositor de cada obra es quien supongo (porque tampoco soy una experta en estos temas), resume la esencia de la obra compuesta en unos minutos que nos dejan el sabor dulce o amargo y que nos harán recordar para siempre una melodía. Al igual que el compositor, nosotros debemos componer el finale de nuestras pequeñas obras y hacerlo para que nos dejen un sabor dulce o amargo cuando las evoquemos en el futuro.
Yo ya estoy empezando a dar por finalizado este curso 2009-2010 que estrené con créditos iniciales de película. La impresión general de estos meses es positiva, de aprendizaje, de caer en la cuenta de lo incompletos que estamos. La vida, al igual que las composiciones musicales, es imperfecta. Creo que la esencia está en encontrar los instrumentos adecuados para que en la alegría o en la nostalgia nos sintamos bien dentro de ella. Para sentirme bien en mi vida yo necesito un violonchelo. Un violonchelo es la naturaleza de la madera, la resonancia (el eco de las montañas) de su caja, la sensualidad de las formas, el cariño de quien se deja querer y abrazar, la nostalgia de sus notas y la precisión en su elaboración. Y con mi violonchelo a la espalda, caminaré hasta encontrar, primero mi grupo de cámara y, finalmente la orquesta de nuestras vidas.
Feliz fin de concierto.
16 de junio de 2010
¿Hasta cuando el 36 en los calendarios?
No soy muy dada a hacer alardes de mi republicanismo. Quienes me conocen bien saben cuál es mi orientación política y no he dudado en hacerla saber muchas veces. Aunque, con los años y la crisis, la exaltación de la primera juventud, se ha ido convirtiendo en un posicionamiento más tranquilo. Con ciertas personas, para evitar conflictos, prefiero mantener el tema de la política al margen; y el círculo de personas de las que me rodeo ahora más también hace que me reserve algunas de mis opiniones.
Pero esta es mi casa. Y uno en su casa, tiene total libertad para expresar lo que opina y lo que siente:
A veces, desde un pensamiento abstracto y metafórico pienso, sobre todo cuando tengo en mente a Lorca (uno de tantos), en la riqueza de los suelos de este país. No entiendo mucho de agricultura, pero me da por pensar en la fertilidad que albergan tantos solares repletos de la genialidad, la vida y el brío republicanos. ¡Si al menos de esos suelos nacieran árboles del sentido común! Eso nos daría la voz de alarma para encontrar a tantas personas (y ahora sólo pienso en seres humanos, no en carnés de ningún partido político) víctimas del 36 y sus consecuencias. Julio de 1936 debería borrarse del calendario, igual que se borraron de la tierra tantos inocentes que murieron por ideales absurdos, que al fin y al cabo es lo que son todos los ideales si no se plantean desde la humanidad, la tolerancia y el sentido común.
Borrar el 36 del calendario. Y si permanece en él, que permanezcan todos los que desaparecieron desde entonces. Pero para ello, que exista el apoyo de las instituciones, que crezca un sentimiento colectivo de búsqueda del pasado, de reparación del dolor. Aunque llegue con retraso.
Una de las cosas que más me gustaron de Hamburgo fue la catedral de San Nicolás. En realidad, las ruinas de la catedral de San Nicolás. Una alemana me dijo: "No se ha reconstruido. Es un símbolo de la guerra, del desastre. Que cada mañana todos los hamburgueses sean conscientes del dolor de la mutilación". Un país mutilado y mutilador conserva una catedral mutilada. Y muchas otras ciudades alemanas mantienen restos de la masacre y piden perdón continuamente por ella. Eso les hizo crecer. Eso les hizo poder avanzar y enfrentarse al futuro con los ojos de quien ve de frente la muerte y es consciente de que la ha producido. Eso no es más que memoria histórica.
Yo echo de menos ese pedir perdón de este país. ¿A quién? se preguntarán algunos. Pues perdón a todos los españoles. Porque todos han sido y somos víctimas del horror. Creo que si un país que pide perdón al mundo es capaz de crecer tanto, también avanzará el que se pida perdón a sí mismo. Por arrancarse de cuajo la vida, la libertad, la genialidad, la inteligencia, la educación, la palabra...
Pero esta es mi casa. Y uno en su casa, tiene total libertad para expresar lo que opina y lo que siente:
A veces, desde un pensamiento abstracto y metafórico pienso, sobre todo cuando tengo en mente a Lorca (uno de tantos), en la riqueza de los suelos de este país. No entiendo mucho de agricultura, pero me da por pensar en la fertilidad que albergan tantos solares repletos de la genialidad, la vida y el brío republicanos. ¡Si al menos de esos suelos nacieran árboles del sentido común! Eso nos daría la voz de alarma para encontrar a tantas personas (y ahora sólo pienso en seres humanos, no en carnés de ningún partido político) víctimas del 36 y sus consecuencias. Julio de 1936 debería borrarse del calendario, igual que se borraron de la tierra tantos inocentes que murieron por ideales absurdos, que al fin y al cabo es lo que son todos los ideales si no se plantean desde la humanidad, la tolerancia y el sentido común.
Borrar el 36 del calendario. Y si permanece en él, que permanezcan todos los que desaparecieron desde entonces. Pero para ello, que exista el apoyo de las instituciones, que crezca un sentimiento colectivo de búsqueda del pasado, de reparación del dolor. Aunque llegue con retraso.
Una de las cosas que más me gustaron de Hamburgo fue la catedral de San Nicolás. En realidad, las ruinas de la catedral de San Nicolás. Una alemana me dijo: "No se ha reconstruido. Es un símbolo de la guerra, del desastre. Que cada mañana todos los hamburgueses sean conscientes del dolor de la mutilación". Un país mutilado y mutilador conserva una catedral mutilada. Y muchas otras ciudades alemanas mantienen restos de la masacre y piden perdón continuamente por ella. Eso les hizo crecer. Eso les hizo poder avanzar y enfrentarse al futuro con los ojos de quien ve de frente la muerte y es consciente de que la ha producido. Eso no es más que memoria histórica.
Yo echo de menos ese pedir perdón de este país. ¿A quién? se preguntarán algunos. Pues perdón a todos los españoles. Porque todos han sido y somos víctimas del horror. Creo que si un país que pide perdón al mundo es capaz de crecer tanto, también avanzará el que se pida perdón a sí mismo. Por arrancarse de cuajo la vida, la libertad, la genialidad, la inteligencia, la educación, la palabra...
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11 de junio de 2010
10 de junio de 2010
Compañeras
El año pasado fue mi año de prácticas para convertirme en profesora. A pesar del mismo y de este año trabajando ya en un colegio, creo que me queda mucho de improvisación y mucho trabajo para sacar adelante. Me alegro. Espero seguir improvisando hasta que me jubile, porque si no, la magia de la enseñanza perdería un poco la chispa de la imprevisibilidad que a mí me gusta tanto.
Esta tarde me he reencontrado con dos de las profesoras del instituto donde hice las prácticas. Hemos quedado para preparar una sorpresa a otro profesor. Aunque el año pasado fueron algo así como unas maestras para mí, hoy he sentido que éramos las tres compañeras de oficio. El interés, la motivación, la sensibilidad hacia los seres humanos (a veces individuos, a secas) con los que tratamos a diario, o el cariño y la dedicación que le ponemos a nuestro trabajo, me dan una pista de lo que es formar parte de un gremio.
Hay otros profesores. Hay miles. Pero de los miles de profesores que hay, sé que a lo largo de mi vida laboral me toparé con pocos compañeros que verdaderamente lo sean. Los compañeros, etimológicamente, son los que comparten. Con C. y con R. yo comparto un modo de vivir la enseñanza que no todo el mundo posee. No creo que el nuestro sea el mejor, sino simplemente el que a mí me vale para vivir humanamente.
Ojalá en todos los ámbitos de la vida fuera tan fácil encontrar compañeros auténticos como lo son C. y R.
Esta tarde me he reencontrado con dos de las profesoras del instituto donde hice las prácticas. Hemos quedado para preparar una sorpresa a otro profesor. Aunque el año pasado fueron algo así como unas maestras para mí, hoy he sentido que éramos las tres compañeras de oficio. El interés, la motivación, la sensibilidad hacia los seres humanos (a veces individuos, a secas) con los que tratamos a diario, o el cariño y la dedicación que le ponemos a nuestro trabajo, me dan una pista de lo que es formar parte de un gremio.
Hay otros profesores. Hay miles. Pero de los miles de profesores que hay, sé que a lo largo de mi vida laboral me toparé con pocos compañeros que verdaderamente lo sean. Los compañeros, etimológicamente, son los que comparten. Con C. y con R. yo comparto un modo de vivir la enseñanza que no todo el mundo posee. No creo que el nuestro sea el mejor, sino simplemente el que a mí me vale para vivir humanamente.
Ojalá en todos los ámbitos de la vida fuera tan fácil encontrar compañeros auténticos como lo son C. y R.
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7 de junio de 2010
La muerte /Are you there?
Hoy ha muerto el padre de Pablo, un alumno. El jueves sufrió un infarto y estuvo más de una hora en parada. Durante el fin de semana ha estado postrado en una camilla de hospital recibiendo la visita de su familia. En un momento del fin de semana abrió los ojos porque le habían reducido la cantidad de sedantes, pero estaba hinchado: los riñones no le funcionaban.
Esta mañana, antes de que nos avisaran de que había muerto, he hablado con Pablo. Le he mirado a los ojos, y luego, rápidamente los he rehuido, no me atrevía a ayudarle a llevar el peso del dolor. Le he preguntado: "¿Qué tal está papá?". ¡Qué estúpida me siento ahora que pienso en la pregunta que le he hecho!. Tampoco sé siquiera por qué lo he hecho. No sé si ha sido mi conciencia, que me ha pedido a gritos que tratara de acompañarle en el dolor. No sé si ha sido la mera curiosidad. No sé si ha sido por no dejarle solo del todo en este día que se le estará haciendo largo como ningún otro de su vida. Todos sabíamos que se moriría. Creo que todos lo sabíamos excepto Pablo, que ha acudido a clase, ha hecho exámenes y ha sonreído a las bromas de los compañeros.
A las 12 de la mañana me han dado la noticia. Luego he tenido que irme y no sé si al final le han trasmitido la noticia en el cole o su madre ha esperado a que llegara a casa.
13 años, o quizás 14. 14 años con padre, y de ahora en adelante toda una vida sin él. ¿Cómo se vive cuando a uno le falta un padre? ¿Uno cambia radicalmente cuando a los 14 años pierde el referente masculino? ¿Cuál es la diferencia entre decir "soy huérfano" y no decirlo?
La muerte le ha llegado a Pablo con 14 años. Ha mirado a la muerte a los ojos. Y yo no he sido capaz de mirarle a él. La vida no le ha mirado a los ojos, y la muerte sí. Cuando la muerte llega inesperadamente, ¿los fantasmas de los muertos están ahí para cerrarnos los ojos y dejar que los descansemos? ¿Los fantasmas de los muertos nos traspasan el cuerpo y nos acompañan hasta que estamos listos para volver a afrontar la vida y mirarla a los ojos? A mí, esta mañana, el potencial fantasma del padre de Pablo no me ha dejado que lo mirara a los ojos. ¿Por qué? Ahora siento que quizás, antes de encontrar de frente la muerte, Pablo y yo debíamos habernos mirado a los ojos, haber mirado de frente a la vida.
5 de junio de 2010
Der Ring des Nibelungen
Para continuar con mis estudios de las últimas semanas sobre mitología nórdica y leyendas escandinavas, no hay mejor descanso del guerrero y toma de aire que la música de Wagner con su cabalgata de Valquirias.
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