7 de junio de 2010
La muerte /Are you there?
Hoy ha muerto el padre de Pablo, un alumno. El jueves sufrió un infarto y estuvo más de una hora en parada. Durante el fin de semana ha estado postrado en una camilla de hospital recibiendo la visita de su familia. En un momento del fin de semana abrió los ojos porque le habían reducido la cantidad de sedantes, pero estaba hinchado: los riñones no le funcionaban.
Esta mañana, antes de que nos avisaran de que había muerto, he hablado con Pablo. Le he mirado a los ojos, y luego, rápidamente los he rehuido, no me atrevía a ayudarle a llevar el peso del dolor. Le he preguntado: "¿Qué tal está papá?". ¡Qué estúpida me siento ahora que pienso en la pregunta que le he hecho!. Tampoco sé siquiera por qué lo he hecho. No sé si ha sido mi conciencia, que me ha pedido a gritos que tratara de acompañarle en el dolor. No sé si ha sido la mera curiosidad. No sé si ha sido por no dejarle solo del todo en este día que se le estará haciendo largo como ningún otro de su vida. Todos sabíamos que se moriría. Creo que todos lo sabíamos excepto Pablo, que ha acudido a clase, ha hecho exámenes y ha sonreído a las bromas de los compañeros.
A las 12 de la mañana me han dado la noticia. Luego he tenido que irme y no sé si al final le han trasmitido la noticia en el cole o su madre ha esperado a que llegara a casa.
13 años, o quizás 14. 14 años con padre, y de ahora en adelante toda una vida sin él. ¿Cómo se vive cuando a uno le falta un padre? ¿Uno cambia radicalmente cuando a los 14 años pierde el referente masculino? ¿Cuál es la diferencia entre decir "soy huérfano" y no decirlo?
La muerte le ha llegado a Pablo con 14 años. Ha mirado a la muerte a los ojos. Y yo no he sido capaz de mirarle a él. La vida no le ha mirado a los ojos, y la muerte sí. Cuando la muerte llega inesperadamente, ¿los fantasmas de los muertos están ahí para cerrarnos los ojos y dejar que los descansemos? ¿Los fantasmas de los muertos nos traspasan el cuerpo y nos acompañan hasta que estamos listos para volver a afrontar la vida y mirarla a los ojos? A mí, esta mañana, el potencial fantasma del padre de Pablo no me ha dejado que lo mirara a los ojos. ¿Por qué? Ahora siento que quizás, antes de encontrar de frente la muerte, Pablo y yo debíamos habernos mirado a los ojos, haber mirado de frente a la vida.
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1 comentario:
Nunca he sabido qué decirle a quien sufre de cerca las dentelladas de la muerte. Quizá no sería difícil hablar de quien se ha muerto, pero a los que se quedan aquí ¿qué les vas a decir, si la muerte es absurda, es indefendible, es injustificable, es inentendible e incomprensible? La palabra es el medio de expresar lo razonable, pero ante lo que no lo es, las palabras se quedan mudas. Lo único que se me ha ocurrido en tales momentos es estar ahí, en un segundo plano, pero atento por si se podía evitar el abatimiento saliendo por otros terrenos, fácilmente accesible por si me necesitaban, esbozando una ligera sonrisa por si sospechaba que podía ser útil, intentando transmitir con las manos, con el beso o con el abrazo un poco de calor, de futuro, de cariño. Quizá sea bueno un trato normal, que no convierta a Pablo en una víctima de las circunstancias. Si necesita algo más, es muy probable que en su mundo encuentre gente que le aporte lo que ni tú ni yo seríamos capaces de dar bien. Nunca he creído, por otra parte, en la necesidad del referente masculino o del femenino. Entiendo que el referente debe ser cariñoso, formativo, razonable, impulsor, atento. Creo que los homosexuales entienden muy bien esto.
Lo único claro de la muerte es que es lo natural. Cuanto más cerca de la naturalidad, absurda y cruel, pero naturalidad, nos situemos, mejor entenderemos que lo natural es también amar la vida como si cada instante de ella fuera el último, como si cada uno de ellos fuera –y lo es- el momento único que te encuentras para vivir, sin refugios en el pasado y sin miedos al futuro. Un abrazo muy cariñoso para ti.
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