No soy muy dada a hacer alardes de mi republicanismo. Quienes me conocen bien saben cuál es mi orientación política y no he dudado en hacerla saber muchas veces. Aunque, con los años y la crisis, la exaltación de la primera juventud, se ha ido convirtiendo en un posicionamiento más tranquilo. Con ciertas personas, para evitar conflictos, prefiero mantener el tema de la política al margen; y el círculo de personas de las que me rodeo ahora más también hace que me reserve algunas de mis opiniones.
Pero esta es mi casa. Y uno en su casa, tiene total libertad para expresar lo que opina y lo que siente:
A veces, desde un pensamiento abstracto y metafórico pienso, sobre todo cuando tengo en mente a Lorca (uno de tantos), en la riqueza de los suelos de este país. No entiendo mucho de agricultura, pero me da por pensar en la fertilidad que albergan tantos solares repletos de la genialidad, la vida y el brío republicanos. ¡Si al menos de esos suelos nacieran árboles del sentido común! Eso nos daría la voz de alarma para encontrar a tantas personas (y ahora sólo pienso en seres humanos, no en carnés de ningún partido político) víctimas del 36 y sus consecuencias. Julio de 1936 debería borrarse del calendario, igual que se borraron de la tierra tantos inocentes que murieron por ideales absurdos, que al fin y al cabo es lo que son todos los ideales si no se plantean desde la humanidad, la tolerancia y el sentido común.
Borrar el 36 del calendario. Y si permanece en él, que permanezcan todos los que desaparecieron desde entonces. Pero para ello, que exista el apoyo de las instituciones, que crezca un sentimiento colectivo de búsqueda del pasado, de reparación del dolor. Aunque llegue con retraso.
Una de las cosas que más me gustaron de Hamburgo fue la catedral de San Nicolás. En realidad, las ruinas de la catedral de San Nicolás. Una alemana me dijo: "No se ha reconstruido. Es un símbolo de la guerra, del desastre. Que cada mañana todos los hamburgueses sean conscientes del dolor de la mutilación". Un país mutilado y mutilador conserva una catedral mutilada. Y muchas otras ciudades alemanas mantienen restos de la masacre y piden perdón continuamente por ella. Eso les hizo crecer. Eso les hizo poder avanzar y enfrentarse al futuro con los ojos de quien ve de frente la muerte y es consciente de que la ha producido. Eso no es más que memoria histórica.
Yo echo de menos ese pedir perdón de este país. ¿A quién? se preguntarán algunos. Pues perdón a todos los españoles. Porque todos han sido y somos víctimas del horror. Creo que si un país que pide perdón al mundo es capaz de crecer tanto, también avanzará el que se pida perdón a sí mismo. Por arrancarse de cuajo la vida, la libertad, la genialidad, la inteligencia, la educación, la palabra...
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