Una vez lloré en un concierto de Mozart. A veces lloro con los lieder de Schubert. Mucha de la música celta que escucho también hace que se me humedezcan los ojos. Recuerdo una gaita en Ortigueira. Y el arte en general. El adjetivo perfecto en el lugar adecuado; una pincelada de un tono un poco más ocre que nos deja enganchados a todo el cuadro; un personaje inmortal cuyo autor mata en un relato corto.
Hablan de que producir arte es un don. Pero también hay algo de gracia especial en quien se emociona con él. Están los que padecen el síndrome de Stendhal, que pueden incluso marearse o vomitar por el sentimiento de plenitud que les provoca la belleza.
Me alegro mucho de que la belleza no pase por mí y me deje indiferente. Porque la belleza produce mutaciones en nosotros. No somos los mismos tras haber pisado Florencia, Salamanca o la playa de las catedrales. No somos los mismos después de descubrir la poesía de Garcilaso o de Quevedo, la melodía de una cítara o el rostro de la persona que nos ha enamorado. Ojalá todo el mundo pueda experimentar este sentimiento: dejarse vencer por lo bello y ser feliz ahí dentro.
1 comentario:
Y además ese estado es una de las maneras de acceder al Ser, según los místicos. Y aquí defendemos la experimentación!
Hace tiempo hice un post, que luego incluí en mi último libro, sobre la belleza
http://lacienciaparatodos.wordpress.com/2009/11/01/algo-mas-alla-de-la-ciencia/
Un abrazo mística
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