Ayer pude volver a comprobarlo. The Old Vic Theatre lleno a rebosar. Estreno de La duquesa de Malfi del escritor inglés John Webster, contemporáneo de Shakespeare. Lo más asombroso es que las dos primeras filas del patio de butacas estaban llenas de jóvenes, de mi edad o menores que yo. ¿Por qué? Porque aquí en Londres existe una cosa que es el amor por la cultura y el desarrollo y extensión de la misma, que hace que los jóvenes menores de 26 años recibamos una ayudita económica para no perdernos ningún acto cultural, incluido el teatro. En el Teatro Nacional, una vez hecho el carné joven (que es gratuito), puedes comprar entradas por 6 libras. Increíble.
Pero también hay cultura no gratuita o barata: los teatros se llenan todos los días para ver musicales, el espectáculo teatral y musical por excelencia en Londres. Todos los días de la semana hay colas en las puertas de los mayores centros culturales. Los museos están siempre abarrotados por personas de todas las edades, y sorprendentemente, en todos los conciertos de música clásica siempre se podrán encontrar niños de entre tres y seis años sentaditos como indios, mirando embobados la oscilación del arco de un violín o los movimientos espasmódicos del pianista que parece que se sale de sí mismo para interpretar esa sonata de Brahms.
Me atrevería a decir que uno puede respirar arte y cultura en las calles de Londres. Que Londres no solo está lleno de turistas visitadores de torres del puente, norias gigantescas o relojes empotrados a edificios dieciochescos. A Londres la gente también viene para entrar en las galerías de arte más prestigiosas, a los museos más inteligentes y a los conciertos más inesperados.
Hay algo en lo que los ingleses no dejarán nunca de gastarse el dinero: alcohol y cultura. Porque la crisis de la cultura, afortunadamente, no ha llegado a Inglaterra. Y me atrevería a decir que nunca llegará. Tampoco llegará la ley seca, porque los ingleses se socializan con una pinta o dos de por medio.
Esta reflexión me recuerda a las siguientes palabras de Lorca, que se han extendido últimamente por las redes sociales, porque el sentimiento que tenía el poeta granadino hace más de ochenta años, es un sentimiento que no ha caducado, que sigue presente en los corazones, almas y mentes de muchos españoles de hoy en día. Reproduzco de nuevo un fragmento de ese discurso que hace muchos año dio Lorca y que hoy muchos recordamos:
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
No sé de qué hay hambre hoy en España. Dudo mucho que haya hambre de cultura, porque nunca se nos ha enseñado a echarla de menos, nunca se nos ha enseñado a ansiar la lectura de un libro o esperar con pasión la llegada de Da Vinci a nuestros museos. Y, si os digo la verdad, en tiempos de crisis, el arte, la belleza, pueden salvarnos de la desolación más absoluta. Dice Eduard Punset, y termino con él esta entrada, "La felicidad es la ausencia del miedo, de la misma manera que la belleza es la ausencia del dolor". Mi amigo Guy dice que entonces no sabría entender la Pietà, de Miguel Ángel. Lo importante es que pensemos sobre ello, que cada uno llegue a sus propias conclusiones.
2 comentarios:
¡Me ha encantado la entrada! ¿Te importa si la comparto en Facebook?
Qué suerte tienes de vivir en una ciudad tan maravillosa. Una ciudad que nunca deja de aportarte algo, que nunca ha terminado de darte todo lo que te podía dar. ¡Sigue disfrutando de ella!
Un abrazo,
Elvira.
Gracias, Elvi.
Comparte si quieres. Dice Vila-Matas que "París no se acaba nunca", y creo que esa afirmación también le pertenece a Londres. Inagotable, incombustible, siempre tiene algo que ofrecer y yo aquí disfrutándola como puedo, con todas las ganas.
Un beso fuerte,
P.
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