He vuelto a dejar de escribir listas. Hasta hace unas dos semanas mi mente no dejaba de pensar en temas sobre los que escribir en el blog. Pero nunca escribía. Hasta el sábado. El sábado vi delante de mis ojos el libro de mi vida. Es decir, me vi a mí misma en el futuro escribiendo un libro, una novelita que constaría de los avatares de ese día largo, extraño, cambiante y completísimo: un día en el que me sentí menos yo y a la vez más auténtica que nunca. Si eso se puede ser.
Y hablando de ser auténticos. Hace no muchos días le dije a alguien que me importa que no lo consideraba auténtico. Pobre. No dijo nada a esto y luego me enteré por una tercera persona de que le había dolido que dijera eso. A veces no me controlo la sinceridad y cometo el básico error de decirle a la gente lo que pienso de ellos. Esto, que tú imaginarás como una virtud, algo positivo, es mi peor vicio, mi mayor problema. ¿Cómo pude decirle a alguien que no me parecía auténtico? A esa misma persona, cinco minutos antes le había dicho que era excepcional. ¿Se puede ser excepcional sin ser auténtico? ¿Quizás su excepcionalidad reside en la inautenticidad? No sé. El caso es que después de saber que esto no había sido algo muy positivo, decidí abrir la lista de las listas, sacar la libreta y el boli a pasear para anotar qué cosas de mí misma tengo que cambiar.
1. Dejar de ser tan directa -¿dejar de decirte lo que pienso de ti?-.
2. Desvulnerabilizarme, colocándome la máscara de la indiferencia.
3. Respirar hondo cinco, seis, siete veces antes de decirte lo que creo.
4. Y si todo esto falla, enseñarte a comprenderme. Porque así soy yo: clara, abierta y sincera.
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