31 de marzo de 2013

Bestiarios del siglo XXI


Omar Figueroa Turcios es un dibujante y caricaturista colombiano autor de un bestiario del nuevo siglo maravilloso. Además, es un reintérprete de personalidades célebres que, bajo la magia de su pincel, se convierten en seres irreales o de un hiperrealismo que asusta.

Lo descubrí ayer, en las noticias de la 1. Te dejo aquí, un favorito. Elefante. Caracoles. Espirales. Fantástico.


Puedes recrearte más en su página web y decidir cuál es tu favorito. 

Hay veces que es necesario reinventar y reinterpretar la realidad. Suerte en la tarea.

30 de marzo de 2013

Mujeres de Chagall y Delaunay


Vidrieras de la iglesia de San Esteban, Mainz.
En Mainz (Maguncia en español) hay una iglesia cuyas vidrieras son obra de Marc Chagall. Las vi hace unos días y el azul intenso de los cristales nos invadió a todos como una luz pálida que se metía hasta dentro. Me había olvidado de esas vidrieras de Chagall hasta hoy, que he vuelto al museo Thyssen, en Madrid. 

"El aniversario", Marc Chagall.
He visto pocas obras originales de Chagall en mi vida, pero siempre me sobrecogen, se me clavan profundamente, como cuando Carmen me lo enseñó por primera vez, o como cuando se lo oí cantar a Silvio Rodríguez en su "Óleo de una mujer con sombrero". Sus enamorados que flotan en paisajes inverosímiles con cabras y torres Eiffel son como un sueño en donde todo es posible, con sus tonos intensos o sus pasteles maravillosos.

Hoy, me he deleitado contemplando "La virgen de la aldea", cuyos colores ocres y cálidos, al contrario de los azules de Mainz, no invadían, sino que envolvían, quedándose como rodeándonos y transmitiendo una calma como solo el arte o la música pueden hacerlo. La imagen, que de nuevo aportaba figuras flotantes y cabras violinistas, se convertía en la visión más dulce para una Semana Santa que sigue manteniendo regustos rancios de un pasado ultraconservador.

"La virgen de la aldea", Marc Chagall.

Además de Chagall, he vuelto a ver a la portuguesa de Delaunay, una obra maestra, maravillosa, que tantas visitas al Thyssen suscita. Una mujer que podría contraponerse a la virgen de Chagall y que, en cierto modo, a mí me recuerda a ella. En mi memoria está la primera vez que tuve conocimiento de Robert Delaunay, a quien descubrí a través de la obra de su mujer, Sonia Delaunay, también pintora, y que estudié dentro de una serie de mujeres pintoras que fueron influyentes a lo largo de la Historia. 

"Mujer portuguesa", Robert Delaunay.


Entre estas dos obras existen veintidós años de diferencia. La virgen francesa de Chagall y la portuguesa orfista de Delaunay, sin embargo, se me antojan una sola mujer. En realidad, siempre me da por pensar si todas las mujeres y todos los hombres que se han representado a lo largo de la historia del arte no son en realidad el mismo. La mujer ideal, tantas veces retratada en música, poesía, pintura o escultura, es una y son todas. En la virgen y la portuguesa están también Eva, Lilit, Venus, María Magdalena, y todas las diosas de la fertilidad y la vida, estoy yo y todas las mujeres que me precedieron y me sucederán. Ahí reside la magia del arte, en representar, desde la diversidad, lo universal.

Mi deseo es que esa universalidad que soy capaz de encontrar en el arte, todos esos puntos en común, logremos encontrarlos todos en la vida diaria. Que no solo sepamos ver lo que nos separa, el abismo que se encuentra entre muchos de nosotros, sino que logremos encontrar el toque de humanidad que debe hacer claros los puntos de encuentro. Que estas mujeres, este arte, nos devuelvan la humanidad que hay dentro de todos nosotros.

Ilusión (III)


Una vez tuve una ilusión y no supe qué hacer con ella. No supe qué hacer. Y ella se fue, ¿por qué la dejé? ¿Por qué? No sé. Yo solo sé que ella se fue. No supe qué hacer... y se me fue.

Hubo una ilusión que se me escapó en portugués. Y no sé por qué la dejé. Pero ya es primavera; es tiempo de recuperar las ilusiones, las que se escaparon y las que se aproximan lentamente, en todos los idiomas del mundo, como en una suerte de Babel de la ilusión.

Es tiempo de ilusionarnos.

28 de marzo de 2013

Redondez


No es verdad. No he cambiado.
En mis sueños
siempre tienes veinte años.

("No es verdad",  
Mientras tanto cógeme la mano, Kirmen Uribe)




Las palabras redondo y rotundo proceden del mismo vocablo latino, y ayer se me antojaron una sola. La redondez es rotunda. Lo pensaba desde el coche, cuyo andar es solo posible gracias a las circunferencias de sus ruedas. Lo pensaba con el brillo blanquecino de la luna llena y redondísima que asomaba apenas por detrás de unas nubes oscuras que hacían posible otro circuito, el del ciclo del agua, cuyos engranajes funcionan tan bien este año.

Algo rotundo es algo que, como dice el diccionario, está completo, preciso y terminado. La rotundidad llega en el momento en el que uno se da la vuelta y, sin mirar hacia detrás, sabe que ha cerrado un ciclo -un círculo, lo redondo-. Pero rotundo es algo que por completo, por terminado en su circularidad, también tiene visos de vuelta a empezar, de un comienzo que se puede prever difícil y al que nos enfrentamos con una especie de miedo primigenio, el miedo a lo que se desconoce y nos desvincula del pasado. 


Ayer, cuando conducía, en mi regreso al presente, recordaba unos versos de TS Eliot que no me canso de citar y recitar porque me parecen de una rotundidad inaplacable, de una circularidad que llega incluso a hacer daño. 


Time present and time past
Are both perhaps present in time future,
And time future contained in time past.

("Burnt Norton", Four Quartets)
----   -----   ----   -----  ----   -----  ----   -----   ----

El tiempo presente y el pasado
están quizás presentes el el tiempo futuro,
y el futuro asentado en el pasado.


El tiempo es esencialmente una entidad redonda. Por eso, porque la vida es un suceder de círculos (en mi evolución de este pensamiento, yo ya he adquirido la teoría de que la vida es espiral), vamos a cometer los mismos errores y tener los mismos aciertos una y otra vez. Quizás nuestra apariencia futura no tenga nada que ver con la pasada, pero vamos siendo réplicas de nosotros mismos a lo largo de la vida, siempre y cuando no queramos cortar de un tajo cruel con lo que fuimos y lo que nos hizo ser lo que somos. Hace poco alguien que había sido muy cercano a mí me dijo que su yo de ahora tenía muchas cosas que adquirió "conmigo" en el pasado. Una muestra más de que la teoría poetizada de TS Eliot parece que es cierta. 

Presente y pasado son uno solo, al igual que presente y futuro. Pero que el conocimiento de esta certeza no nos haga inamovibles, nos nos prevenga de ser mejorables, porque siempre, siempre debemos pretender la perfección, el círculo.