Esta mañana, mientras consultaba la prensa, me ha vuelto a asaltar la terrible sensación de que el terrorismo está más que nunca conviviendo con nosotros día a día.
El otro día leí por algún lado que el número de víctimas del terrorismo (aunque no sé bien de qué terrorismo se trataba, porque ese dato no aparecía) era menor que el número de mujeres víctimas de la violencia doméstica, de género o contra las mujeres. Nunca sé muy bien qué término emplear, porque existe muchísima controversia a ese respecto. En cualquier caso, parece que la violencia de género es un modo (como otro) de terrorismo, aunque más atroz si cabe, puesto que nace en nombre del amor y de sus enemigos más feroces, los celos, la envidia.
Es posible que no sepamos amar.
Es posible que no hayamos aún aprendido a tratarnos como seres humanos, que seamos tan utilitaristas que continuemos pensando que las personas, como las cosas, nos pertenecen y cumplen una función, un fin, un objetivo.
Quizás, el hombre o la mujer que maltrata a su pareja quiere ejercer sobre ella una superioridad que trate de calmar sus traumas, sus complejos más íntimos.
En definitiva, aún tenemos que aprender a socializarnos, a vivir el día a día sin la lacra de una violencia que nos atraviesa de parte a parte y a veces de modo tan subrepticio que realmente nos creemos que solo existe a ratos, o que solo existe en la televisión, a las tres de la tarde, cuando dan las noticias.
¿Qué se puede hacer para acabar con la violencia? Creo que unos años atrás las cifras de muertes eran menores, se dedicó mucho más presupuesto a luchar por ese problema y el hecho de que existiesen consejerías y que la palabra Mujer estuviese tan presente, nos concienció a todas sobre el problema y nos hizo permanecer alerta ante situaciones absolutamente intolerables. El gobierno actual, cuyas tijeras han arrasado con cualquier ápice de interés social, está masacrando la integridad de la mujer, se está poniendo en contra de las víctimas y al lado de los verdugos, y está consintiendo horrores nunca antes vividos por la sociedad del bienestar que ellos se empeñan en recordarnos que están recuperando. Solo se ataca la violencia desde el diálogo, desde la administración, desde el cariño. Pero este gobierno no es cariñoso, es igual de violento que los cientos de hombres que han asesinado, sin compasión, a sus parejas (e hijos, en algunos casos). Y la violencia, creo, solo genera más violencia.
En unos meses está en nuestra mano actuar contra un gobierno que nos está matando (literalmente). Día a día también podemos intentar actuar, denunciar, extender un mensaje de cambio posible. Cada uno desde su trabajo, con la gente con la que se cruza. Hagamos algo. Esta situación ya roza lo inhumano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario