Últimamente leo y escucho mucho a Eduard Punset. Me encanta su tesis acerca del cambio, de la capacidad que tienen las personas (y todo en la naturaleza) de cambiar de opinión. Sin llegar a ser contradictorios, me gustan las personas que saben cambiar su forma de pensar y no tienen miedo a decirlo abiertamente. Punset siempre cuenta una anécdota que le ocurrió con su nieta y unos hielos un día de verano. Tomando una bebida que llevaba hielo, la niña se dio cuenta de que el hielo había "desaparecido" misteriosamente. Punset le explicó a su nieta cómo la materia cambia de estado. Y bromeaba con la idea de que si incluso la materia cambia de estado, por qué las personas no eran capaces de cambiar y reconocer sus cambios.
A mis alumnos les digo que deben evitar que les encasillen por lo que fueron antes. Que tienen todo el presente y el futuro para atreverse a cambiar lo que no les gustaba de ellos. Que no pasa nada por cambiar, que el cambio es natural.
También lo decía Mercedes Sosa con las palabras del poeta Julio Numhauser.
Todo cambia
Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Cambia el mas fino brillante
De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo
Cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante
Aúnque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia el sol en su carrera
Cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste
De verde en la primavera
Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Pero no cambia mi amor
Por más lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente
Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Pero no cambia mi amor...
En la última entrada hablaba del vaciado. De vaciarse. A veces necesitamos vaciarnos para que los cambios que llevamos a cabo se aprecien más por nosotros mismos y por quienes nos rodean. A veces siento nostalgia por lo que fuimos antes, pero siempre es positivo evolucionar. Nosotros, que somos producto de la evolución, lo somos también del cambio.
4 comentarios:
Qué placer hubiera sido que yo tuviera algunos años menos (o que tu hubieras tenido algunos más), para que el tiempo nos hiciera coincidir en una relación profesor-alumno, y así aprender sobre estas cosas que te leo.
¡Quién fuera alumno de primaria en algún instituto de Parla!
Qué maravillosa canción...
Un abrazo !
Muchísimas gracias, Iago. Eres encantador. Y la diferencia de edad no es tan, tan grande. Porque soy de secundaria. Mis niños (los más pequeños) son sólo 10 años menores que yo...
Pero en la relación de escritor-lector lector-escritor que tenemos en ambas direcciones, sí que es un verdadero placer encontrarte en las palabras.
Unha aperta moi grande.
Ya, bueno, sí, quizá. Pero tú no andes cambiando.
mientras nos vaciamos las cosas cambian :)
me encanta la entrada anterior, bueno, esta también!
yo quiero tener algo en mi cabeza similar al bolso de Mary Popins para no tener que andar vaciandome todo el tiempo...
nos vemos pronto!
os echo un poco de menos
p.
Publicar un comentario