31 de enero de 2012

Odio


"Hay momentos en los que me repugna tener cara, nariz y labios, porque él también los tiene".

Herzog, Saul Bellow

Vergüenza

¿La vergüenza tiene algo que decir? La vergüenza, en su silencio, habla por sí misma. Y yo hablo de la vergüenza que nace cuando uno se da cuenta de lo que ha hecho mal.

Me gustaría que la vergüenza trajera palabras de disculpa. Pero así están las cosas: la vergüenza se esconde tras la coraza y solo trae un silencio sucio y lleno de culpa.

30 de enero de 2012

"Sé elegante, especialmente en las situaciones adversas"


No sé cómo se llaman las listas de consejos de buen funcionamiento del alma que contienen más de diez puntos. Dice la RAE que, aunque no sean diez, son decálogos. Así que me referiré a esta lista de veinticuatro "normas o consejos" a la que voy a mencionar aquí, como el decálogo de Manuel.

Pues bien, el punto 16 del decálogo de Manuel dice eso: "Sé elegante, especialmente en las situaciones adversas". Creo que Manuel se está especializando, poco a poco, en elegancia y belleza. La estética, en general, la de fuera y la de dentro, ha sido un tema recurrentísimo en la extensa historia de su blog, desde aquel famoso tratado sobre la mierda, hasta sus últimas entradas, muy centradas en el feminismo y la mala enseñanza del término. 
Cuando leí el decálogo de Manuel la semana pasada, hice dos copias: pegué una en mi despacho, a la vista de los alumnos más curiosos y de mí misma, y dejé la otra cerca de mi sitio de trabajo en casa, un papel sobre una pila de libros que me recuerda que soy un ser humano y que tengo valor en mí misma por mi humanidad. 

¿Por qué digo esto? Porque en los últimos días, leyendo las entradas de Manuel sobre el feminismo y considerando el tema con alumnos, compañeros de trabajo y amigos, he empezado a sentir que el mundo malinterpreta el concepto y no solo eso, sino que le da la espalda a la idea de feminismo confundiéndolo con lo que algunos han dado en llamar "hembrismo". Profundizando un poco más sobre la idea con mi amiga B., compañera del colegio, profesional indiscutible, mujer de garra y homosexual, he empezado a replantearme el valor que se nos da a las mujeres en el colegio. He añadido la etiqueta de homosexual para definir a B. porque creo que no sólo es algo con lo que ella misma se define, sino que es fundamental para entender algunos de los comportamientos que su sola presencia despierta. Ella misma me ha confesado que su abierta homosexualidad ha empezado a no serlo tanto desde que trabaja en el colegio. Parece ser que aquí pierde valor su profesionalidad, su destreza y su fuerte personalidad en cuanto se menciona la orientación sexual. Porque a las lesbianas se les atribuyen cualidades tradicionalmente atribuidas a los hombres, entonces es normal que una lesbiana sea tan profesional como un hombre, tan diestra como un hombre y con una personalidad tan bien desarrollada como un hombre. Pamplinas. Yo a eso lo llamo sexismo y homofobia.

El asunto es que antes de hablar más largo y tendido con ella sobre este tema, no me había parado a pensar en él. Sí que es cierto que desde el principio llevo observando como a mis homólogas francesas se les trata como puros objetos de una belleza indiscutible para algunos, muy discutible para mí. La belleza no es solo un rostro bonito, la belleza tiene sus raíces en el cerebro. Cada vez lo tengo más claro. El caso es que siempre he tratado de disociar los conceptos asistente de conversación y cara bonita. Me he mantenido siempre al margen del piropo fácil y he querido que me traten por lo que soy, no por cómo soy -por fuera, entiéndase-. Y he observado con total indignación como decenas de veces se nos ha dado la espalda a otras compañeras y a mí por no tener piernas esculturales, la sonrisa siempre dispuesta y un comentario gracioso y carente de sustancia que decir. 

Lo que al principio me parecia una falta total de respeto hacia nuestras personas y un derroche de mal gusto y machismo por parte de ellas y de quienes han estado dispuestos a recordarles lo guapísimas y divertidísimas que son, se ha convertido en los últimos días en la certeza de que las mujeres competentes con las que me rodeo son tratadas con indiferencia. Por el mero hecho de pertenecer al grupo "asistente de conversación" se me ignora. Se me ignora porque parece que el único valor positivo que sirve en el grupo es la cara bonita, la minifalda y el escote que enseña el sujetador. Repugnante, sí señor. Pero asisto a este espectáculo a diario. Y me siento estúpida por no haber sido plenamente consciente de ello hasta hace prácticamente una semana. Ahora lo veo todo más claro. Y estoy más indignada.

En los últimos tiempos he asistido a un proceso de devaluación de mi persona que no había experimentado nunca. Es cierto que no todo el mundo en el colegio es así, simplemente mi departamento, la gente con la que tengo que pasar más tiempo. Es cierto que mi posición es difícil porque no soy hablante nativa, porque no tengo la rapidez y el ingenio en inglés que tengo en español. Es cierto que muchas veces me callo porque temo actuar precipitadamente en una cultura que tanto y tan poco se parece a la cultura en la que me he críado. Pero también es cierto que tengo la sensación de que se está desaprovechando mucho de lo que yo puedo aportar al colegio. Valor humano desperdiciado por un jefe que, a estas alturas de la película, ya no sé si es sexista, se siente amenazado, es simplemente ignorante de la situación o está despistado. Tras la última falta de interés por su parte he decidido empezar a jugar sucio, hacer la guerra por mi cuenta, moverme libremente por el colegio, asociarme con los buenos

He acuñado para mí misma el concepto "Women power" y he decidido dar yo la espalda a los hombres y a estas mujeres objeto que viven aquí conmigo. Hasta que el decálogo de Manuel se me ha aparecido frente a mí, cuando los ojos estaban a punto de llorar por la rabia y la angustia de quien se siente menospreciada. He llegado al punto 16, Sé elegante, especialmente en las situaciones adversas. Lo he releído, me he quedado colgada de la idea, la he paladeado durante un rato. Me he repensado. He repensado a mi jefe y mi idea de darle la espalda y hacer la guerra por mi cuenta. El mandamiento 16 se me ha quedado atascado. No he pensado en trajes de seda, zapatos de tacón y peinado de peluquería. He pensado en la elegancia que mis padres me inculcaron, la del respeto, la de la buena educación, la que hace quedar siempre por encima, a pesar de haberse sentido diez minutos atrás como un insectito pisoteado. Y he decidido ser elegante. Porque esta es una situación adversa. Pero ya lo veo todo claro, ya estoy al tanto de ello, ya se me cayó la venda de la indiferencia. Ahora, seguiré por el punto 23.

"Construye aquello que no existe, como la vida, el amor...". La igualdad y el sentido común.


28 de enero de 2012

Pasión


La que atravesaba la pantalla cuando vi el documental sobre los hallazgos arqueológicos encontrados en las Midlands inglesas. Pasión al mirar las piezas. Pasión al hablar de ellas y mostrárselas a la cámara. Pasión por el trabajo de uno.

Pasión. La que invadió la sala de conciertos donde K. y su cuarteto de cuerda interpretaban una pieza de Haydn y otra de Mendelssohn. La que salía a raudales del magnífico cello. La del violín primero y el segundo. La de los niños sentados en la primera fila de la sala, público inigualable.

Pasión. Con la que yo misma miraba, con ojos de quien se siente renacer, un ejemplar del siglo XVII de la Biblia traducida al inglés del rey James. O uno de los manuscritos de los Canterbury Tales. Y con la que la mente anotaba palabras nuevas de religiones nunca antes oídas para buscar después la información en casa.
Pasión. La de B. cuando habla de sus nuevos proyectos en género. Del documental que va a proyectar en el colegio sobre feminismo, para que todos aprendamos.

Pasión. La de las lágrimas de L. cuando hablaba del amor de su vida, ese que cree que se le escapa de las manos. Pasión la que empleaba para describirlo, sin falla, con las palabras más hermosas, la gramática más perfecta. Porque había pasión en el discurso.

Pasión. Esa con la que F. canta, lanzando su voz al viento, sintiéndose libre, plena, feliz. Esa con la que nuestros oídos la escuchan, sintiéndonos libres, plenos, felices.

La pasión no se describe, se siente cómo brota de las personas, es un arranque de eso: libertad, plenitud y felicidad. Cuando uno es apasionado es pleno, porque sabe qué quiere y por qué lo quiere. La pasión se asoma raramente por los lugares de trabajo o los hogares. La pasión no se huele o se ve de un vistazo rápido. Creo que uno tiene que entrenarse para apreciar la pasión en los demás, ser sensible a la sensibilidad ajena. Es maravilloso saber que la pasión existe, anhelarla y experimentarla, hablar de ella, descubrirla en unos ojos, en un discurso, en el abrazo entusiasta del que se sabe pleno.

Pongámosle pasión a nuestras vidas. Vivamos con pasión. Como la que debió de emplear Mendelssohn cuando compuso esto:


Como la que inundó ayer la sala de conciertos. Y ahora inunda el rinconcito desde el que escribo estas líneas.

Adicciones

El café.
La Venus de Velázquez.
Insultar a Esperanza Aguirre cada mañana al leer las noticias. Por el desahogo.
Dos mandarinas al día.
Tracy.
El sol de Londres.
Los soles de Turner.
El cielo rosa de las cinco.
El regaliz negro.
Planear cosas que nunca sucederán.
Los violoncelos.
Los abrazos.
Facebook.
Scrabble.
Dormir.
Hablar contigo.
Escribir a L.
La belleza.
Las bibliotecas.
Acumular libros.
Dormir los cinco minutos más de cortesía.
Hablar sobre las limitaciones del lenguaje.
Escuchar "I am a rock", de Simon y Garfunkel cuando conduzco.
La risa.
Su risa.
Comparar el italiano y el español a cada traducción literal pronunciada por F.
Mirar la postal de San Sebastián antes de dormir.
El queso.
Crear reglas propias para romperlas al día siguiente.
Acumular citas en libretas, trozos de papel suelto o el móvil.
Galicia.
Ismael Serrano y "Recuerdo".
Pensar: "¡Qué pena no haber traído la cámara! Ahora podría fotografiar esto!
Fotografiar lo bello.
...
...
...

¿Y las tuyas?

26 de enero de 2012

Chocolate y una guitarra


La dieta que quiere matar los excesos de las Navidades y el queso diario del primer cuatrimestre, también me está matando el ánimo. No lo sabía, pero los cuerpos se resienten sin azúcar y sin pan. Y el cerebro también, trayendo una nubecilla de pesimismo y tristeza inesperados. He anulado el teatro de la tarde y he saboreado una chocolatina que quedaba bien guardada en un rincón de mi habitación. El color ha vuelto a mi rostro. Después F., con toda su dulzura italiana que sabe esconder muy bien pero que brilla cuando la deja escapar, ha agarrado su guitarra y ha cantado para mí. Yo estaba tendiendo la ropa y se me caía una lagrimilla a causa de esta nostalgia boba de la comida. Y ella ha bajado su guitarra, se ha sentado en el suelo y ha empezado a cantar y a tocar.

No es que de repente haya recuperado la fuerza. De repente, me he visto a mí misma siete años atrás, en Salamanca, en la residencia. F. podría ser M., C. o L. Da lo mismo, en los momentos bajos, quien te hace bien tiene una sola cara, unos mismos ojos. La sangre ha vuelto a circular con azúcar, se me acumulará un poquito de grasa por algún rincón del cuerpo y quizás la reacción cutánea haga también su aparición en un par de días. Escucharé la canción que F. ha tocado para mí durante semanas. Escucharé todas las canciones de esta cantante durante semanas. La escucharé tanto que quizás se me olvide la voz de Tracy Chapman. 

Y dentro de dos meses, o tres, o cuatro, cuando la nostalgia vuelva a apoderarse de los cuerpos, recordaré que la combinación chocolate-guitarra trae de nuevo ese brillo, la alegría de la vida.

24 de enero de 2012

Martes

Mi odio hacia los martes es directamente proporcional a mi amor por los lunes. Nadie lo entiende. No pretendo que nadie lo entienda. Los gustos son así, aleatorios y caprichosos. Me gustan los lunes. Los lunes al sol, los lunes de octubre, los lunes que arden como el petróleo. Me gustan todos los lunes de la literatura, los lunes de la luna, los lunes que son redondos porque son el comienzo del mundo.

Los martes, sin embargo, son barreras de horas impenetrables. Se atragantan en el comienzo de la semana, se enredan entre las ideas y los buenos pensamientos del lunes. Son antesala de la felicidad, sí, la felicidad que es los miércoles, pero también son tedio.

Hoy estoy dispuesta a no soportar el tedio, sino a combatirlo. Y qué mejor manera de hacerlo que disfrutando con esta llovizna cálida de hoy, trabajo -mucho trabajo- y por fin Neuman, para el que he estado esperando un poco más de una semana. Es hora de Hacerse el muerto.


23 de enero de 2012

Concentrarse para salir de la realidad

Grofus from Dominic Reynolds on Vimeo.


Un compañero de trabajo acaba de dar un concierto de más de media hora de lo que acabas de ver. Es percusión electrónica. 

R., el percusionista, estaba concentrado, inmerso en su mundo personal de música. Tan concentrado que sus brazos llevaban ritmos diferentes, ejercicio físico y mental que no lograré conseguir hacer en la vida. Demasiada concentración. Una concentración que nos ha transportado a los otros fuera de la realidad. 

Dice mi amiga L. que existe una línea que divide la vida de la no-vida y que, a veces, se puede traspasar. Será porque yo aún no la he pasado ni deseo pasarla nunca, pero no creo en esa diferenciación, en esa vida. Sí creo en que la realidad está formada por realidades. Que la realidad de la música, de un espacio oscuro donde sólo se ven unos brazos golpeando una batería y música que te trasporta a otra dimensión, que eso sí existe. Creo en la realidad fuera de la realidad porque he estado en ella hoy mismo, durante algo más de treinta minutos. Jorge Volpi habla de que todo lo que vemos, sentimos, o hay a nuestro alrededor es pura ficción, es nuestra inventiva, producto de la mente. No hay realidad para él, entonces, sólo ficción. Pero, ¿es que nuestra vida es una ficción formada por ficciones paralelas? Posiblemente. Los argumentos que se entrelazan, las escenas que se repiten, las personas que amamos simplemente porque las hemos creado como nosotros queremos que sean.

Sea como sea, en la realidad, la ficción, la realidad paralela o la ficción paralela, la música siempre consigue llevarnos a otros rincones. A los rincones ocultos de la novela que escribimos a diario, a los rincones perdidos. Simplemente hay que concentrarse para salir del aquí y ahora abriendo muy bien los oídos y la mente.

Vive la vida.


Arriesga. Di la verdad. Sal con la persona que menos te conviene. Di no. Gasta todo tu dinero. Trata de conocer a cualquiera persona. Sé cualquier persona. Di te quiero. Canta en voz alta. Riete de los chistes malos. Llora. Discúlpate. Dile a alguien lo mucho que te importa. Dile a un estúpido lo que piensas de él. Riete hasta que el estómago te duela. Vive la vida. No te arrepientas de nada.

(Traducción muy libre hecha por mí misma).

22 de enero de 2012

Egoísmo


Me encantaría saber dónde reside el egoísmo, en qué parte del cerebro. Y si está cerca o lejos de la generosidad y de la gratuidad. Me gustaría saber si el espacio que la naturaleza le ha asignado a uno y a otro es el mismo. Porque tengo la sensación de que los cerebros están evolucionando haciéndole ganar espacio al egoísmo, matando todo resquicio de generosidad. 

Me encantaría saber si los primeros homo sapiens eran más egoístas o más generosos, si la civilización y la cultura nos han despojado de egoísmo o nos han recubierto de él. No sé si es el siglo XXI, la educación, la cultura de masas o el todo vale, pero observo con tristeza cómo las sociedades van acercándose cada vez más a lo que yo llamaría asociedades, espacios mentales o reales -ya no lo tengo muy claro- hechos por personas pero no para el resto de las personas, sino simplemente buscando el bien propio.

Me encantaría saber si se puede luchar contra el egoísmo de forma eficaz. Si la generosidad se aprende y si se puede enseñar. Me encantaría rodearme de personas que no fueran egoístas, que no pensaran sólo en ellos mismos y que pensaran en los demás con cariño, buscando su bien, el bien común; no como meros objetos de simple conversación.
Estamos rodeadeados de las personas más egoístas que existen en el mundo. Pero afortunadamente, también aparecen luces maravillosas dándolo todo de sí mismos para los demás, sin nada a cambio. Debe ser que la vida funciona así, siempre mayor porcentaje de lo malo que de lo bueno, para apreciar más lo bueno, para quererlo más, para retenerlo con nosotros en un ejercicio que intuyo también es de egoísmo.

21 de enero de 2012

Soundtrack for London, Tracy

Lo reconozco, me engancho a las cosas con rapidez y total naturalidad. Lo que empieza siendo un placer fugaz y repentino lo convierto en una rutina adictiva.

El queso. El café. Scrabble. O facebook. También tu sonrisa. La palabra “sí”. Sacar la cámara cada vez que el cielo está rosa: en Londres a las 5, en España a las 6. Su nombre. “Recuerdo”, de Ismael Serrano. O el primer poema del poemario “Four Quartets” de T. S. Eliot. Los abrazos españoles. El blog de un buen amigo. Tracy.

Con Tracy todo empezó de forma muy inocente: un par de canciones en una voz hermosa, un tanto híbrida entre hombre y mujer, una voz cálida y algo reseca a la vez. Una canción y atada a ella de por vida. O al menos cuatro meses atada a ella. Siempre tiene una palabra para cualquier situación, siempre hay una melodía que te empuja a la reflexión, o te hace moverte por fuera para sacudirte por dentro. Cada semana una canción diferente es mi favorita. Esta semana tiene que ver con la lluvia y va muy a tono con el clima, con el de fuera y el de dentro. Y tiene que ver con tener esperanza, con, como dice mi amigo Manuel, no cerrarle la puerta a la vida, sino dejar que la lluvia limpie todo lo feo y sucio. La canción dice “Give me hope”, pero no creo que nadie nos tenga que dar la esperanza, simplemente debe estar ahí. Siempre presente. Como el amor a la vida. Como el amor a Tracy, al café y a Scrabble.

19 de enero de 2012

Fotografía, blog y el color blanco


Cuando era pequeña solía jugar con mi madre a algo que me encantaba: relacionar colores con nombres propios. He seguido haciéndolo hasta la actualidad y a veces me descubro poniéndole color a los nombres de mis alumnos cuando escribo las listas de evaluación.

Igual que a los nombres, también les he asignado color, a veces, a los días de la semana, los meses u otros conceptos invisibles. Enero siempre ha sido blanco. Y no precisamente porque haya visto nevar mucho en enero. Simplemente el color blanco es un color simple, tan simple como una e seguida de una n seguida de una e y así sucesivamente. Porque los colores los asocio a la combinación de las letras que forman la palabra que designa el mes. Ah, ¡la mente!

Este enero, además, está siendo metafóricamente blanco. No solo tengo el blog abandonado, tengo mi cámara abandonada, guardada en su funda, dejando pasar los espectaculares cielos de este enero londinense. Cuando volvía a casa del colegio, admiraba los azules, amarillos y rosas que se difuminaban lentamente tras las ramas desnudas de los árboles que marcan el camino a casa. He estado a punto de correr a casa, sacar la cámara y disparar. Pero el blanco de este enero me ha vuelto a paralizar.

No sé si tiene que ver el periodo de re-adaptación a Londres, al idioma, a mis amigos, a las circunstancias que se mantienen y no recordaba y a las que recordaba y van cambiando poco a poco. El hecho es que me siento un poco vacía de cosas que contar. Quizás me he ido despojando de esa necesidad de contar que tenía hace meses o años. Quizás, también, otros soportes como facebook hayan sustituido el placer que antes sentía por escribir.

No escribo en el blog, no fotografío, estoy un poco anestesiada por este frío extraño de Londres. Leo, eso sí. Y disfruto enseñando, hablando de las cosas que creo que sé, descubriendo nuevas palabras en inglés y retomando el placer por escribir e-mails. Porque igual que Moses Herzog, el protagonista de la novela que estoy releyendo, siempre tengo algún pensamiento que anotar en cualquier trozo de papel que aparezca en los bolsillos, en el recuadro pequeño de un e-mail o en el hueco de facebook que me dejas para responder a los tuyos.