Mi odio hacia los martes es directamente proporcional a mi amor por los lunes. Nadie lo entiende. No pretendo que nadie lo entienda. Los gustos son así, aleatorios y caprichosos. Me gustan los lunes. Los lunes al sol, los lunes de octubre, los lunes que arden como el petróleo. Me gustan todos los lunes de la literatura, los lunes de la luna, los lunes que son redondos porque son el comienzo del mundo.
Los martes, sin embargo, son barreras de horas impenetrables. Se atragantan en el comienzo de la semana, se enredan entre las ideas y los buenos pensamientos del lunes. Son antesala de la felicidad, sí, la felicidad que es los miércoles, pero también son tedio.
Hoy estoy dispuesta a no soportar el tedio, sino a combatirlo. Y qué mejor manera de hacerlo que disfrutando con esta llovizna cálida de hoy, trabajo -mucho trabajo- y por fin Neuman, para el que he estado esperando un poco más de una semana. Es hora de Hacerse el muerto.
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