28 de octubre de 2009

Décimo

Se cumplen hoy diez años de aquella mañana fría de principios de curso en que la profesora de lengua, casi con lágrimas en los ojos, nos anunciaba la muerte del poeta. Yo no la entendía entonces. ¿Por qué estaba tan triste? Nos pidió que redactaramos una breve biografía del poeta y que eligiéramos un poema suyo que nos gustara.

Por entonces, que no lo conocía, elegí uno de Marinero en tierra. Diez años después, y siendo una apasionada de la obra albertiana, entiendo la tristeza de mi profesora de lengua y en mi homenaje particular elijo un poema de mi libro favorito: Sobre los ángeles.

EL ÁNGEL BUENO

Vino el que yo quería
el que yo llamaba.
No aquel que barre cielos sin defensas.
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.
No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.
El que yo quería.
Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.
Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.
Para sin lastimarme,
cavar una ribera de luz dulce en mi pecho
y hacerme el alma navegable.

1 comentario:

Manuel Casal dijo...

...y hacerme el alma navegable.
Nunca he tenido el alma navegable, ni creo que la vaya a tener nunca. Chapotear, malnadar, no hundirse ni alejarse demasiado de la orilla, evitar las rocas es lo más que se puede hacer en este charco de aguas dulces y saladas.