El lenguaje no es sexista. Los sexistas somos los hablantes. Posiblemente ya hubieras caído en ello hace tiempo, pero es importante plasmarlo por escrito -verba volant scripta manent- para ver la repercusión que tiene esto. El lenguaje es una herramienta potentísima que utilizamos como queremos. La mayoría de las veces la usamos simplemente para comunicarnos, pero en esos usos prácticos, la cargamos de elementos que nos permiten, a la vez que nos comunicamos, manejar a nuestro interlocutor. Hasta ahí todo claro.
El idioma, el lenguaje, la palabra se ha utilizado per saecula saeculorum como fuente de autoridad. Sobre todo desde los púlpitos. Y siempre se le dio mayor importancia a la palabra escrita -infalibilidad de las Escrituras- que a la palabra oral en ciertos ámbitos. Pero llegaron la radio y la televisión y la oralidad recuperó su valor, su estatus. Siempre he creído que oralmente uno comunica y que por escrito adoctrina. No sé, no sé... Ese no era el tema de la entrada de hoy. El caso es que a través de la oralidad, a través del uso real del idioma, a través de su manejo como herramienta eficaz de comunicación es por donde se empiezan a colar el sexismo o la intolerancia.
Esto es un "coñazo" y lo otro "cojonudo", "tu puta madre", "¡qué zorra la tía esa!", ese chaval es un "machote" y algunas expresiones más demuestran que el lenguaje es sexista. Pero ojo, que el discurso de izquierdas no nos lleve a engaño y empecemos a creer que decir "los alumnos", a secas, es sexismo del lenguaje. Eso forma parte de nuestra gramática universal. En español siempre se ha formado así el plural: masculino + femenino = masculino plural. Pero eso no quiere decir que el lenguaje sea sexista. Simplemente que seguimos el patrón latino de la formación del plural. Pero además hay que tener cuidado con los singulares no marcados genéricamente (esto es, los que no terminan en -a u -o, que en español son los morfemas flexivos que marcan género), para que no caigamos en la creación absurda de palabras que no tienen mucho sentido, como "miembra" o "policío". Igual que los adjetivos "amable", "alegre" o "feliz" no hacen concordancia de género, porque directamente no tienen marca para este valor gramatical, los sustantivos anteriores no tienen que hacerla.
Pero vivimos en la era de lo políticamente correcto y dirigirse públicamente a una audiencia mixta como "estimados oyentes" es síntoma de machismo lingüístico y ahora se recurre en la oralidad al "estimados y estimadas" y en el lenguaje escrito a cosas como "estimados/as" o incluso "estimad@s". Para evitar las barras y las arrobas y mantener la corrección política, tengo una profesora que cuando envía e-mails a sus compañeros de departamento, en los que se encuentran varones y mujeres, opta por la selección de vocabulario no marcada genéricamente. Así, con un "amables colegas" nadie se ofende, y todos y todas tan contentos y contentas.
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