14 de noviembre de 2010

La mandolina del compositor Vivaldi

Se me hace difícil entender una mañana de domingo sin varias cosas: tostadas calientes con mermelada de frambuesa, un café grande, la limpieza apresurada de la capa de polvo que se ha reposado tras días de trabajo en la mesa de estudio, el artículo de Elvira Lindo en El País, la resolución del crucigrama del mismo periódico, un vistazo por la ventana para sentir caer las gotitas de lluvia y -siempre, siempre- una pieza de música clásica que me recuerde los domingos de la infancia en los que la casa se llenaba del Amor Brujo de Falla.

Hoy la mandolina de Vivaldi, para mantener las costumbres de las mañanas de domingo. En el fondo, el domingo no es tan mal día como lo pintan:

1 comentario:

Manuel Casal dijo...

La música, tan necesaria ...