23 de enero de 2011

Lenguas indo-europeas

Como sabrás, los lingüistas clasifican las lenguas igual que los botánicos clasifican las flores. Los lingüistas buscan los rasgos característicos de las lenguas e intentan agruparlas por familias y a veces, incluso, tratan de buscarle el antepasado común a ese grupo de lenguas: la madre de la que proceden. El caso de la española es sencillo. Sus hermanas están próximas a ella geográficamente, y se conoce la madre de todas ellas: el latín. Hay otras lenguas, como la inglesa o la alemana, también emparentadas entre sí, de cuya madre no quedan testimonios escritos, por lo que se tiene que reconstruir a base de textos muy antiguos en inglés, en alemán o en holandés (entre otras). Así ocurre con todas las lenguas que se hablan en Europa. Todas están agrupadas en familias que proceden de otra lengua común. A la lengua "abuela" de la mayoría de lenguas europeas y de Asia occidental se le ha llamado protoindoeuropeo y es una reconstrucción ficticia de lo que se hablaría al principio de la historia hablada de Europa.

Sin embargo, ocurre algo muy curioso con tres lenguas europeas: el euskera, el finés y el húngaro (y variedades afines de éstas últimas) no pertenecen a la familia indo-europea. El finés y el húngaro están emparentadas entre sí, pero el euskera campa independiente, solo, a sus anchas, por el amplio campo de las familias lingüísticas. No se conoce con certeza el parentesco del euskera, aunque hay muchas hipótesis sobre su origen, pero sigue siendo el gran misterio de la clasificación lingüística europea.

Así que nos encontramos con que un país como España, tan pequeñito, considerado como el fin del mundo conocido hace no demasiados siglos, es una joya lingüística. No solo por contar con tres lenguas diferentes de la familia latina, sino por haber mantenido, en un rinconcito del Cantábrico, un idioma que es un misterio, un tesoro lingüístico. Lo triste es que haya personas que no sepan esto y que no acepten el uso público de estas lenguas y se dediquen a criticar las medidas del gobierno por dar cabida a todas ellas en el Senado. ¿Es que no se dan cuenta de que si no se lucha por el idioma propio puede terminar perdiéndose? Habrá quien piense que es ridículo el plurilingüismo del Senado, es posible que se considere ridícula a la persona que habla en euskera y a quien hay que traducir al castellano, pero esa persona está luchando por un bien cultural, igual que todos los que salieron a la calle este verano para luchar por el "bien cultural" de la tauromaquia. La diferencia es que las lenguas nos enriquecen, mientras que la tauromaquia... no.

Considerémonos afortunados, como nación, por la riqueza lingüística que parece que no sabemos apreciar. Enorgullezcámonos por nuestro patrimonio cultural inmaterial. Abracemos la comunión de las lenguas y aceptemos, con tolerancia, que nuestro país es un país muy heterogéneo, un mosaico cultural plural. Sin rivalidades. Dejando al margen la política y la economía por un segundo. Centrándonos en lo que, por ser diferente, nos hace ricos.

A veces está bien dejar de racionalizarlo todo, dejar de entenderlo todo y dejarnos llevar por la belleza de las lenguas, nuestra herramienta primera para enfrentar la realidad que nos rodea:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se puede volver con ganas, se puede volver con fuerza y se puede volver con la brillantez con que volviste el sábado.
Enhorabuena. Me gustaría saber decirlo también en euskera (ya ves, en gallego ni me atrevo), pero eso será en otra vida.
Un abrazo.

Falsirego dijo...

Gracias.
Hay parones que nos empujan irremediablemente hacia la palabra.