Es posible que los impulsos se produzcan, sobre todo, en momentos determinados de la vida de cada uno: la llamada no esperada (o desesperada), la declaración más inoportuna, la compra más arriesgada o el beso mejor robado suceden por impulsos.
Pero nunca nadie dijo que los impulsos dieran buenos resultados.
Se han terminado los exámenes y parece que el cerebro empieza a funcionar mejor, comienza a respirar, puede tomar decisiones.
Siempre he pensado que en periodos de exámenes, los trenes que llevan a la facultad van sobrecargados de inteligencia que brota a borbotones. Uno cree que su cerebro está paralizado, pero en época de exámenes es cuando se piensa con más claridad. O eso creo ahora que ya han pasado esos días. Millones de neuronas flotan entre los vagones. Miles de ojos circulan ávidos entre apuntes y las manos se apresuran a subrayar, a calcular, a teclear.
Pero terminan los exámenes y el cerebro se paraliza de golpe. Y la vida de rutina se transforma en vida impulsiva. Las decisiones se toman sin apenas uno darse cuenta. Un momento se piensa en algo, al momento siguiente se hace y dos minutos después ya hay arrepentimiento. A veces son útiles los impulsos. A veces se consigue con ellos lo que uno llevaba tiempo planteándose hacer. Pero hay impulsos que lo cambian todo. Impulsos propios causan daños ajenos. Pero posiblemente no seríamos quienes somos si no nos moviéramos por impulsos.
Esta vez el impulso fue el erróneo. El daño se hizo. Pero quedan muchos días para arreglar el entuerto. Espero que me den ese tiempo. Quizás tenga que esperar a los exámenes de junio. Es posible que para entonces un segundo impulso arregle el primero.
1 comentario:
a veces no es malo ser una chica impulsiva, qué sería de la vida sin las chispas que van dejando esos impulsos?
un beso.
p.
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