Todas las revoluciones llegan a un final. El final de las revoluciones llega cuando se obtiene aquello que se ha añorado durante tanto tiempo y por lo que se ha luchado. La revolución española es una lucha sin armas, una lucha pacífica y quizás por eso sea más difícil. Enfrentarse con violencia se lleva vidas por delante y puede terminar con los problemas con relativa facilidad; pero lograr los objetivos con el diálogo y con el comportamiento civilizado es un trabajo arduo que requiere paciencia.
Me sorprende muy gratamente que España esté siendo paciente. Un país que parecía anestesiado por la urgencia del "lo quiero aquí y ahora, lo quiero YA", utiliza precisamente la palabra YA como lema de su revolución, pero no precipita los procesos. Algunas personas opinan que este movimiento masivo debería haberse llevado a cabo hace unos meses. Mi argumento es que a veces las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir. El 15 de mayo fue la fecha elegida y el movimiento se les ha
ido de las manos. La revolución se ha visto como algo factible y decenas de miles de personas han salido a la calle para apoyarla. ¿Que es contraproducente? Hace dos horas pensaba que sí, ahora no lo pienso así. Es lo que tienen las revoluciones, en muy pocos días cambias de opinión tantas veces como sea necesario. Cambias de opinión porque piensas, porque reflexionas, porque te dejas permear por los argumentos de los otros y porque
aprendes.
Hace tan solo seis días estaba convencida de que la manifestación del 15M era necesaria y sabía que lograría éxito y repercusión. Pero no podía ni siquiera esperarme que un grupo de veinte personas que decidieron acampar en Sol llegara a congregar a las veinte mil personas que estaban anoche gritando consignas democráticas o simplemente
estando. Creo que la posición que tenemos que tomar ante este movimiento es la de
estar y
compartir. Todos los que hemos pisado Sol estos días sabemos que en eso se basa la acampada. Es un compartir de ideas y un estar presente como diciendo: "Esta soy yo, ideológicamente pensaré de manera diferente a como lo hace la persona que está a mi lado, pero comparto su idea de salir a la calle y pedir un cambio". Y en eso estamos.
¿Es imparable la revolución? No sé. No me atrevo a decir nada, porque ahora no hay certezas. La única certeza es que la sociedad española no está anestesiada. Que el movimiento, la revolución que nadie esperaba se está llevando a cabo. Y lo hace con ilusión, con fuerza, con diálogo, con compromiso y solidaridad. Por fin algo que atañe a lo más profundo de nosotros crea una revuelta. No hay copas del mundo que nos unan. Está lo más preciado que tenemos y que tenemos que defender: nuestra libertad y nuestra dignidad. Entre todos es más fácil y tiene pinta de ser imparable. Pero yo no digo nada. Prefiero esperar y ver qué pasa mañana.
De momento, hoy hago una parada en el camino. Reviso los eslóganes y las imágenes de estos días. Pienso. Reflexiono. Y veré si me veo reflejada en todo esto. Hoy es día de reflexionar y reflexionar es devolver el reflejo en el espejo. Volquemos mañana en las urnas el reflejo de lo que ha ocurrido estos días. Mañana es el día en que podemos ejercer la libertad con pleno derecho. Nadie nos va a decir cómo hacerlo ni nos va a prohibir que demostremos con un papel lo que pensamos. Mañana todos los ciudadanos españoles seremos iguales ante las leyes y en nuestra mano está lograr el cambio deseado.