Otra vez el tren. Esta vez en inglés. En realidad, otra vez el metro.
La línea es la verde, District Line. Ocupamos seis asientos. Enfrente de mí un señor lee Big Woods, de Faulkner. Está concentrado y nervioso al mismo tiempo y posiblemente a causa del barullo que armamos con nuestra conversación se cambia de asiento para seguir leyendo tranquilamente. Nunca antes había visto a alguien leer a Faulkner en el metro. Faulkner me recuerda a M., y no creo que M. lea a menudo en el metro, quizás por eso no asocio al escritor con el medio de transporte. Nosotros, mientras el señor de mirada concentrada lee a Faulkner, vamos a un mercado de alimentos en el centro de Londres. Es el lugar favorito de E. El mismo E. que me enseñó al compositor inglés Adès y con quien he compartido un verso de TS Eliot. E. es un E. diferente al de hace siete años, pero ama la música tanto como él. Ama la música y se entusiasma con Londres igual que se entusiasma con la izquierda política, la comida de Borough Market o la forma en que K. le dice que le quiere. La visita al centro es diferente a las anteriores visitas al centro. En el metro solo escucho inglés, aunque hay alemanes, una italiana y yo. Es un día diferente. Es noviembre pero no hace frío. Por la mañana el sol parecía la luna, posiblemente porque anoche hubo luna llena y al mirar al sol por primera vez una capa espesa de neblina y nubles lo ha convertido en una esfera de color blanco. El recuerdo de la luna de ayer ha pintado de blanco el sol. Es un día diferente porque he vuelto a leer a TS Eliot, porque ahora conozco a un compositor más y porque sé, con una certeza empírica, que en Londres se pueden comer el mejor paté de trufa y el mejor queso del mundo. Es un día diferente porque hemos sobrevivido al 11/11/11. Yo sobreviví a él en Hyde Park igual que Faulkner ha sobrevivido al metro. Es un día diferente porque por fin me he dado cuenta de que pasado y futuro no existen, de que solo existe el presente y hay tres formas de llamarlo según si se trata del presente de hace un segundo, el presente de ahora mismo o el de dentro de un segundo. Me lo ha dicho TS Eliot otra vez, con su poesía genial. No es que Londres, o la comida, o el metro, o E., o hablar en inglés, o el otoño hayan hecho de hoy un día diferente. Lo que hace que hoy sea un día diferente es la certeza de saber que vivimos en un constante presente. Y eso es un regalo.
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