A tu observación de lo que se ofrece en los quioscos, creo que le viene muy bien el comentario de esta semana de Manuel Rodríguez Rivero en Babelia (6/9/08)
Camándulas
Los coleccionables siempre vuelven, como antaño las golondrinas. Ya están ahí, bombardeándonos desde la tele y desde los atiborrados quioscos-bazares, aprovechándose de nuestros buenos propósitos veraniegos (cambiar la vida comienza siempre por un fascículo), dirigiéndose a nuestros más elementales anhelos con la misma precisión con que el equipo de psicólogos y mercadotécnicos de un hipermercado decide cómo y dónde colocar los productos para que compremos lo que no necesitamos. Este año (...) el que más me enternece es el de Rosarios (Salvat). No se trata (desambiguación, advertiría Wiki) de un coleccionable dedicado a ese frecuente topónimo de villas y ciudades hispanoamericanas. Ni, tampoco, de una serie biográfica de mujeres célebres con ese nombre, incluyendo a la inmortal Rosario a secas, la casquivana novia de Popeye (también llamada Oliva). No: es un coleccionable consagrado (nunca mejor escrito) a distintos modelos de esa herramienta litúrgica imprescindible en el culto mariano. La misma que, según la tradición, entregó la propia Virgen María a santo Domingo de Guzmán para ayudarle a combatir la herejía albigense, y cuyo uso tanto han promocionado los papas León XIII, Juan Pablo II y el propio Benedicto XIV. Salvat, un sello experto en venta en quiosco, anuncia su colección de camándulas (o coronas de rosario), como "joyas de la fe realizadas a mano para meditar y coleccionar". Y en los fascículos adjuntos (que sirven para abaratar el IVA total del producto) se nos explicará todo sobre el piadoso adminículo con el que orar y celebrar los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos (y, desde Juan Pablo II, también los luminosos) de la tradición cristiana. Les recomiendo este coleccionable moderadamente surrealista. Al fin y al cabo, gracias al rezo del rosario se derrotó al infiel en Lepanto, de manera que supongo que los de Salvat habrán tenido la delicadeza de enviar una camándula de madreperla al señor Bush para ayudarle también en su cruzada. Y a ustedes, mis improbables lectores, espero encontrármelos en el metro con recogimiento y repasando con devoción las cuentas de algún ejemplar de la colección de rosarios de Salvat. Si no, llamo a Rouco y que todo acabe como el de la aurora.
Sí, lo leí y me pareció de una lucidez exquisita. Advierto: las ventas de este coleccionable han sido, en Parla, magníficas. Los clientes siguen preguntando por los rosarios, que se agotaron en menos de una semana.
No sé si habría que perfeccionar el invento o adaptarlo a las necesidades de los usuarios. Quizás unas cuentas que efectúen pequeñas descargas eléctricas de mortificación al tocarlas, o con diminutas, pero puntiagudas, púas que inviten a una penitencia gradual al apretarlas. O puede que haya quien necesite rosarios de usar y tirar, cuyas cuentas se aplasten al pasar por ellas, liberando un suave perfume mariano. ¿Y un rosario comestible hecho de bolitas de chocolate con más del 70% de cacao, para que sea bueno para el colesterol? ¿No podría ser esto una buena oportunidad de forrarse, quiero decir, de satisfacer una necesidad social tan extendida? Piénsatelo F. y, si lo ves viable, me lo dices y buscamos los medios para hacerle un gran favor a buena parte de la humanidad. ;-)
4 comentarios:
A tu observación de lo que se ofrece en los quioscos, creo que le viene muy bien el comentario de esta semana de Manuel Rodríguez Rivero en Babelia (6/9/08)
Camándulas
Los coleccionables siempre vuelven, como antaño las golondrinas. Ya están ahí, bombardeándonos desde la tele y desde los atiborrados quioscos-bazares, aprovechándose de nuestros buenos propósitos veraniegos (cambiar la vida comienza siempre por un fascículo), dirigiéndose a nuestros más elementales anhelos con la misma precisión con que el equipo de psicólogos y mercadotécnicos de un hipermercado decide cómo y dónde colocar los productos para que compremos lo que no necesitamos. Este año (...) el que más me enternece es el de Rosarios (Salvat). No se trata (desambiguación, advertiría Wiki) de un coleccionable dedicado a ese frecuente topónimo de villas y ciudades hispanoamericanas. Ni, tampoco, de una serie biográfica de mujeres célebres con ese nombre, incluyendo a la inmortal Rosario a secas, la casquivana novia de Popeye (también llamada Oliva). No: es un coleccionable consagrado (nunca mejor escrito) a distintos modelos de esa herramienta litúrgica imprescindible en el culto mariano. La misma que, según la tradición, entregó la propia Virgen María a santo Domingo de Guzmán para ayudarle a combatir la herejía albigense, y cuyo uso tanto han promocionado los papas León XIII, Juan Pablo II y el propio Benedicto XIV. Salvat, un sello experto en venta en quiosco, anuncia su colección de camándulas (o coronas de rosario), como "joyas de la fe realizadas a mano para meditar y coleccionar". Y en los fascículos adjuntos (que sirven para abaratar el IVA total del producto) se nos explicará todo sobre el piadoso adminículo con el que orar y celebrar los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos (y, desde Juan Pablo II, también los luminosos) de la tradición cristiana. Les recomiendo este coleccionable moderadamente surrealista. Al fin y al cabo, gracias al rezo del rosario se derrotó al infiel en Lepanto, de manera que supongo que los de Salvat habrán tenido la delicadeza de enviar una camándula de madreperla al señor Bush para ayudarle también en su cruzada. Y a ustedes, mis improbables lectores, espero encontrármelos en el metro con recogimiento y repasando con devoción las cuentas de algún ejemplar de la colección de rosarios de Salvat. Si no, llamo a Rouco y que todo acabe como el de la aurora.
Sí, lo leí y me pareció de una lucidez exquisita. Advierto: las ventas de este coleccionable han sido, en Parla, magníficas. Los clientes siguen preguntando por los rosarios, que se agotaron en menos de una semana.
Sigo alucinando.
No sé si habría que perfeccionar el invento o adaptarlo a las necesidades de los usuarios. Quizás unas cuentas que efectúen pequeñas descargas eléctricas de mortificación al tocarlas, o con diminutas, pero puntiagudas, púas que inviten a una penitencia gradual al apretarlas. O puede que haya quien necesite rosarios de usar y tirar, cuyas cuentas se aplasten al pasar por ellas, liberando un suave perfume mariano. ¿Y un rosario comestible hecho de bolitas de chocolate con más del 70% de cacao, para que sea bueno para el colesterol? ¿No podría ser esto una buena oportunidad de forrarse, quiero decir, de satisfacer una necesidad social tan extendida? Piénsatelo F. y, si lo ves viable, me lo dices y buscamos los medios para hacerle un gran favor a buena parte de la humanidad. ;-)
Seguiré dándole vueltas... aún así, el invento no me convence.
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