5 de marzo de 2009

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.



Un poema de Neruda ha sido el desencadenante, hoy, de una reacción inesperada en mí. De una reacción de gota que colma en vaso. Y ha tenido que ser precisamente con Neruda, poeta con cuya obra mantengo una extraña relación de desapego. La gota se ha colmado por otros motivos, claro, no por el poema de Neruda. Pero es significativo que haya ocurrido con él y no con otro. El poema causante de tal desatino ha sido el número cinco de Veinte poemas de amor y una canción desesperada:


Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.



Yo estaba convencida de que el vaso se había vaciado con esa gota colmadora. Y Estefanía me ha dicho que por la noche terminaría de vaciarlo, con una metáfora preciosa del llanto en la noche. Pero no ha sido así. El vaso ha terminado de vaciarlo un acontecimiento catártico: sentirme al borde del precipicio, a un segundo de ser arrollada por un vehículo que iba excedido de velocidad y de alcohol. Puedo contarlo y eso me da fuerzas para seguir vaciando el vaso y redescubrir a Neruda, para empezar a cerrar los ojos y contar hasta diez cuando el vaso vuelva a estar a punto y, sobre todo, para ser persona y comportarme como tal en el mundo.

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