18 de septiembre de 2009

Las bibliotecas y el otoño

Creo que no hay mejor estación del año en la que acercarse a una biblioteca que en otoño. Uno entra en ellas mecido por el susurro de las ramas y las hojas de los árboles, esos últimos resquicios del verano que se bambolean igual que nuestros pensamientos. Uno también entra buscando el refugio del hogar, el hogar ficticio de los libros en el que encontrarse tan a gusto siempre.

Hoy he inaugurado la temporada de otoño de bibliotecas. Ha sido en Parla. Un camino lento de reflexión sobre muchas cosas, la lectura entre ellas. He entrado en la biblioteca, he saludado a la bibliotecaria y he ido derecha a las estanterías donde están las novelas. El primer impulso es siempre el mismo: agarrar el tomo de Manuel Rivas, Los libros arden mal, que tantas veces he tomado prestado y he traído a casa, y tantas veces ha sido devuelto sin leer. Tras el resoplido de resignación por la imposibilidad de leer más de seiscientas páginas en estos días de comienzos, me he lanzado a la búsqueda y captura de antologías de cuentos -¡hay que ser prácticos y pensar en los trayectos en tren y metro!-. Al final, he venido cargada con cinco libros -el máximo establecido-; dos de ellos sobre animación a la lectura. Los otros tres: Cuentos madrileños, La oveja negra y demás fábulas, de Monterroso y Tesoros y otras magias, de Cunqueiro.

He cogido un bus para volver a casa. Me gusta sentir el agua de la lluvia sobre los cristales de los vehículos mientras yo estoy dentro. Y aún más me gusta sentir la calidez de las páginas de un libro mientras fuera llueve y la gente se resguarda bajo paraguas, impermeables y marquesinas. Pensar en la lluvia de fuera y el calor de dentro me ha hecho pensar -una vez más- en la alegría de una vida gallega, con sus verdes y sus azules fuera y sus naranjas y rojos dentro, al calor de un buen libro, de un café de pota y de la imaginación cuando echa a volar.

3 comentarios:

Iago Morais dijo...

Similitudes:

Hoy, yo también estuve en la biblioteca que, para mayor placer propio, estaba vacía (una pena).

Yo también me aproximé a "los libros arden mal". Fue durante el verano... tarde o temprano lo tendrás que leer. La pena es que yo lo leí en castellano; a ver si la segunda lectura puede ser en galego...

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Patricia, Galicia te llama; déjate querer por ella y algún día, entre cortinas de lluvia, nos encontraremos sobre los espejos que dejan las piedras mojadas de las calles de Santigo...

¿Tú profe en Compostela y yo reportero en TVG?
Me parece buena idea.

Un bico!

Redacción dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manuel Casal dijo...

Este verano pude leer una novela. Las muertas, de Jorge Ibargüengoitia. Muy interesante. Me gustaría tener tiempo para escribir sobre ella y sobre por qué la leí. Ya llegará. De momento, no sale el contexto histórico de Hume. Agggg ¿Por qué? ¿Para qué? La respuesta la sé: esos tres o cuatro lectores que le van a sacar partido a lo que van a leer. Pero es duro. Afortunadamente, todo es efímero. Hasta los partos librescos.