* Aunque los personajes presentados en esta serie son reales, he distorsionado o cambiado sus nombres para proteger su identidad.
MARÍA
María tiene quince años. Llegó a España hace tres. Con doce años se fue de la casa materna y comenzó a convivir con un hombre más de diez años mayor que ella. Decía que era su novio. Desde entonces, su vida ha sido un tambalearse continuo de casa en casa, siempre lejos de su madre. Siempre muy cerca -demasiado- de gente mucho mayor que ella.
Hace unos días se destapó la caja de los horrores. Su secreto no estaba tan bien guardado y nos enteramos todos. Los adultos que queremos ayudarla hemos sufrido por ella. Ella no lo entiende y se ríe. No entiende de qué nos escandalizamos, si ella no hace nada malo. Si ella consiente. Nosotros sufrimos, ella no entiende nada. Ella se divierte y ellos no son tan mayores, veinte, treinta años, son jóvenes.
Tenemos miedo al futuro que le espera a María y nos horroriza el pasado y el presente que ha vivido. Ella siempre tiene sueño. No atiende y está de mal humor. Cree que todos los adultos estamos contra ella y no la dejamos vivir en paz. ¡¿Qué sabrá ella lo que es la paz?!
Me pregunto si ser profesora es ser también trabajadora social y psicóloga. Me pregunto si ser profesora es actuar también como amiga, dar consejos y decirle a María (y a otras) lo que deben o no deben hacer. Aunque yo no sea su madre. Aunque ella sea más mayor que yo por las circunstancias de su vida. También me pregunto por qué hay tanto hijo de puta suelto aprovechándose de un rostro bonito que aún no ha aprendido a decir no.
1 comentario:
Tremendo texto, P., que responde a una tremenda realidad. Necesitaría una paz que no tengo ahora para analizar con sensatez el problema. El problema de María y el problema de la profesora son distintos, pero tremendos los dos. Del primero no sé decir nada. Desde fuera sería imprudente decir algo. Del segundo, lo que he aprendido, no sé si equivocadamente, es a no identificarme demasiado con el problema del otro. Creo que el cristianismo, a través de una cierta cultura, nos ha inducido a cargar con los problemas de los demás como si fueran nuestros. Eso nos crea dificultades adicionales para intentar echar una mano eficaz. Es difícil a veces tomar distancias, pero es necesario. No se puede ser amigo de un alumno, Tampoco padre ni madre. No sé si aclara el asunto decir que hay que ser un ser humano. Pero si te involucras demasiado, te pierden los demás. Creo que hay un cierto punto, más allá del cual no haces nada eficaz. No se puede generalizar, en todo caso, pero tampoco se puede uno dejar arrastrar por un caso. Ni tampoco puedes actuar sola. Tienen que estar varias personas al tanto del asunto para ser eficaces.
Es lo que se me ocurre, de momento. Siento en ti lo que cuesta intentar subir un escalón en la vida de un ser humano. Y siento también no saber decirte más. Un abrazo fuerte.
No dejes de mirar el cielo para ver lo grande que es el mundo.
Publicar un comentario