25 de octubre de 2010

Traductor, ¿traidor?

Nunca pensé que la vuelta a la universidad fuese a ser como está siendo. Yo me las deseaba felices, con poquito trabajo, aprovechándome de la sabiduría de mis eruditos profesores, relacionándome con mis pequeños compañeros de clase y jugando al mus en los descansos. Todo esto con la experiencia de quien ya ha pasado por esto antes. Pero no. Tener que hacer tantísimas asignaturas implica dedicarle muchísimo tiempo al estudio. Así que los descansos con naipes se han convertido en escapadas fugaces a la biblioteca para aprovechar los ratos muertos, la sabiduría de mis profesores eruditos deja un poco que desear en algunos de ellos y el trabajo se me amontona implacable con el consiguiente amontonamiento de estrés. Uff.

Una de las asignaturas que más trabajo me están dando es la de traducción de inglés al español. Pensé, en un principio, que sería un paseo. Pero estoy comprobando que es de las más duras. Requiere disciplina y trabajo diario. Hay que interpretar perfectamente los textos y modelar una versión de ellos en nuestro idioma. Pero a veces, para que suene más bonito y la sintaxis no sea un calco literal del inglés, uno tiene que saltarse palabras, desechar los chistes y juegos de palabras (o inventar otros) y darle mil vueltas a alguna palabrita que no tiene equivalente en español. Así que, aunque a veces el traductor mejore el texto original, sigo teniendo la sensación de que traiciona la idea del autor, que lo pasa por su filtro interpretativo y que otras posibles lecturas quedan ancladas al olvido. M. y Y. no opinan que el traductor sea un traidor, hablamos de esto hace poco tiempo, pero yo lo paso fatal cada vez que me pongo ante un nuevo texto -que siempre es un nuevo reto- y trato de desentrañar líos semánticos y gramaticales que el escritor o la escritora original plantó ahí para complicarnos un poco más el trabajo... Porque hay veces en las que uno conoce todas las palabras, pero no es capaz de entender un texto.

Estos son los intrincados caminos de la lengua..
Eso sí, aunque intrincados, siempre terminan siendo satisfactorios.

2 comentarios:

elgritodeltiempo dijo...

nunca podemos hacer un claco perfecto de lo que el autor piensa, escribe y menos aún al cambiar de lengua, por eso no me gusta leer traducciones... pero claro, una no puede saber 10 lenguas diferentes y hay que leer las traducciones.
Ánimo p.!!!

las vueltas siempre son duras, ya te contaré la mía en pocos meses :(

besos

p.

elenlille dijo...

Ahhh, traduttore, traditore... ¿de qué me suena eso? Bienvenida a mi vida y mis dilemas durante cuatro años... juegos de palabras, rimas, referencias culturales... ¡pero a mí me parece un mundo apasionante!