Ayer fui a la biblioteca a leer. Cansada del murmullo constante, decidí escuchar con los auriculares música desde el ordenador. Quería violoncellos, así que busqué algo de música de cámara con instrumentos de cuerda y me topé con Dominico Gabrielli. Mientras esperaba que comenzara la música, empecé a observar los rostros que me rodeaban. Y de repente una nota grave comenzó a llenar el silencio de los murmullos. No me daba cuenta de que solo la estaba escuchando yo, me sorprendí al ver la indiferencia en los rostros ajenos. Hasta que por fin lo entendí, eran los auriculares.
Entonces empecé a mirarlos a todos: gente de todas partes, chicos, chicas, hombres, mujeres, apuntes llenos de fórmulas, en francés, español o inglés, subrayadores, botellas de agua, ordenadores, caras de tedio, desidia y aburrimiento, rostros iluminados o apagados, miradas concentradas en el papel o los libros, ojos incrédulos, las risitas incontenibles de los funerales, los tacones, los amantes, todo un universo propio el de las bibliotecas. Eso fuera de mí. Y dentro de mí un violoncello, un violín, música de cámara ante los ojos incrédulos del resto, la risa furtiva de mis compañeras de mesa. Y yo sorprendida de que la música que a mí me movía a pensar en esta entrada no les conmoviera a ellos. Ellos, que estaban lejos de mí, a tan solo unos centímetros de aislamiento auricular.
1 comentario:
Seis mil millones de personas viven en seis mil millones de mundos distintos (Richard Bach) [He actualizado el número... Ilusiones es un libro antiguo ya. Nota del comentarista]
Besos Patricia
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