Ahora que soy yo la que enseña, siento el vacío de la que aprende. He dicho muchas veces aquí, que aprendo a diario de los estudiantes, que el simple hecho de trabajar con personas es una fuente riquísima de adquisición de valores y conocimientos. Pero yo me refiero a aprender asistiendo a clase, a aprender de forma consciente, a aprender con libros de texto. Tengo necesidad de seguir aprendiendo. Es algo que me pide el cuerpo. Ahora me arrepiento de no haberme matriculado en Filología Inglesa para terminar mis estudios y prolongar un año más el dulce placer del estudio. Un placer que sólo disfruto de verdad cuando alguien "por encima de mí" está pendiente de mis pasos, de si aprendo o no. Porque, pensarás (y con razón) que si quiero, puedo estudiar por mi cuenta. Puedo hacerme con un manual de, pongamos, sociolingüística, y puedo continuar estudiando; o de historia de la lengua inglesa, o de literatura de cualquier lengua. Sí, claro. Yo puedo seguir estudiando por mi cuenta, pero no es igual. Recuerdo con total claridad, por ejemplo, las clases de literatura medieval en Salamanca. Escuchar, embobada, las controversias que surgieron a propósito de la autoría de la Celestina, o leer durante horas versiones distintas de un mismo romance medieval. Recuerdo estudiar el teatro norteamericano del siglo XX a base de "Cabras", "Deseos bajo los olmos", o "Buenas Noches, Madre" y qué decir de la evolución de la lengua española, esa yod indomable que tanto me costó aprender. De esos momentos de estudio me queda el recuerdo.
Supongo que por todo esto decidí estudiar un idioma nuevo este año. Voy dando mis primeros pasos con el alemán con la supervisión de un profesor que examina mis conocimientos y guía mi estudio de alguna manera. El año pasado escuché decenas de veces un audiocurso de alemán del que aprendí una sola expresión. Este año, de ese curso en audio entiendo ya la mitad. Avanzo. Creo que ese es el mejor sentimiento que alguien que estudia puede tener: el de avanzar. Aunque echo de menos las diez asignaturas por cuatrimestre, voy llenándome con las cuatro horas semanales de alemán. Y siento un placer indescriptible cuando, escuchando una canción, puedo entender uno de los versos.
Und die Vögel singen nicht mehr
(Y las aves ya no cantan más)
A veces siento que las aves ya no cantan más, pero me doy cuenta de que sí lo hacen. Las aves siempre cantan. Hay que estar atentos para saber escucharlas.