A diario regalamos cosas sin necesidad de pasar antes por una tienda y sacar la tarjeta de crédito. Hay personas que, de forma innata, te están regalando continuamente con sus sonrisas, su presencia, su compañía, su calor... y otras tantas cosas impagables. Sin embargo, llegan estos días y comienzan a generarse colas en todas las tiendas para comprar, para después regalar. Regalos, que muchas veces son necesarios y se hacen con kilos de cariño y ternura, y otras veces son un simple modo de cumplir con la tradición.
Me encanta recibir regalos. Y creo que cada vez me gusta más hacerlos a mí. Cuando regalo sintiéndolo de verdad, no por un mero compromiso, siento la ilusión y la alegría con la que se reciben las sorpresas y me adelanto a ella. Me entra una risita nerviosa y empiezo a emocionarme pensando en que a los receptores del regalo éste les gustará muchísimo.
Así es como estoy ahora, con la risita nerviosa de las tardes de cabalgata. Espero que mañana por la mañana recibas y hagas muchos regalos. Sobre todo de los impagables.
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