30 de septiembre de 2010
29 de septiembre de 2010
Citas /8
A veces pienso que el hombre y la mujer no son precisamente lo más adecuado el uno para el otro. Aunque algo debe de haber, por supuesto.
Penelope Fitzgerald, La librería
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28 de septiembre de 2010
Pequeños fracasos /El mal humor
La vida se compone de fracasos y victorias. Si consideramos la vida una partida de ajedrez o cualquier otro juego. Pero es cierto que en la vida siempre estamos ganando o perdiendo. Siendo objetiva, creo que el mayor porcentaje lo ocupan las victorias. Son victorias pequeñas y redondas. Las victorias son redondas, como todo lo perfecto. Pero también hay un componente de pequeños fracasos. Creo que nuestros pequeños fracasos son esos rasgos de nuestra personalidad que tienen tendencia hacia el polo negativo: la intolerancia, la irresponsabilidad, el racismo, el sexismo, nuestro mal humor... Está claro que algunos de estos valores los mantenemos en el polo negativo o en el polo positivo como norma general, mientras que otros varían según el estado de ánimo, el día y las circunstancias relevantes o irrelevantes que nos hayan ocurrido en el día.
Odio esos días en que el primer acontecimiento digno de mención, el primer hecho relevante sea negativo. Levantarte y no encontrarte en el espejo, por ejemplo. Que no quede dentífrico o papel higiénico en el baño. O que tu pantalón y tu chaqueta favoritos se hayan desteñido sin saber muy bien por qué. El mal humor de esos primeros acontecimientos relevantes o irrelevantes que ocurren en el día condicionan el mismo. Pero, ¿por qué este mal humor contra mi lavadora o el detergente superpotente que destiñe el negro a rojo? ¿Por qué no me alegro cada día que la colada sale perfecta?
Las pequeñas victorias y los pequeños fracasos del día son subjetivos, en la mayoría de los casos. A ver si aprendemos a darle la vuelta a la tortilla. Y derrochemos buen humor, que la salud de nuestros compañeros de trabajo nos lo agradecerá. ¿Por qué agriarles también el café a ellos si su lavadora funciona perfectamente?
Odio esos días en que el primer acontecimiento digno de mención, el primer hecho relevante sea negativo. Levantarte y no encontrarte en el espejo, por ejemplo. Que no quede dentífrico o papel higiénico en el baño. O que tu pantalón y tu chaqueta favoritos se hayan desteñido sin saber muy bien por qué. El mal humor de esos primeros acontecimientos relevantes o irrelevantes que ocurren en el día condicionan el mismo. Pero, ¿por qué este mal humor contra mi lavadora o el detergente superpotente que destiñe el negro a rojo? ¿Por qué no me alegro cada día que la colada sale perfecta?
Las pequeñas victorias y los pequeños fracasos del día son subjetivos, en la mayoría de los casos. A ver si aprendemos a darle la vuelta a la tortilla. Y derrochemos buen humor, que la salud de nuestros compañeros de trabajo nos lo agradecerá. ¿Por qué agriarles también el café a ellos si su lavadora funciona perfectamente?
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27 de septiembre de 2010
Éramos jóvenes y rojas
Vamos subiendo la cuesta,
que arriba mi calle se vistió de fiesta.
"Fiesta", Joan Manuel Serrat
Éramos jóvenes y rojas. Y nos gustaban Serrat y Sabina. Seguimos siendo jóvenes y rojas y nos siguen gustando los cantautores, pero los años de residentes de estudiantes, en palabras de Dalí, quedaron ya lejos. Sin embargo, una, que suele mantener los gustos y vuelve a los cantautores igual que los guantes al invierno, retoma a Serrat una tarde cualquiera de principios del mes de septiembre. Todo es plácido. Y al ver los vídeos del youtube se topa, no sólo con Serrat sino con ella misma y sus amigas bastantes años menos atrás. Hasta ahí todo bien. En ese recordar, se recuerda a Clara diciendo: "Ojalá pudiera haber estado allí". Y la que escribe estas líneas lo piensa, pero no formula el deseo en voz alta. De vuelta al Madrid de 2010, mis padres, atraídos por la música de su juventud, se asoman a la pantalla del ordenador y repiten al unísono: "¡Pero si ahí estuvimos nosotros!". No me lo creo. Me río de Clara y de mí misma pronunciando nuestro deseo de haber podido estar en 1971 en el Parque de Atracciones de Madrid.
Ellos, mis padres, que sí estuvieron, empezaron en ese momento a germinar lo que muchos años después sería yo.
(¡Cuantas sonrisas ante ese comienzo que no comienza, esa risilla de nuestro cantante favorito!)
26 de septiembre de 2010
Vejez
¿Quién es el viejo, aquel de ochenta años que sigue buscando, o el joven de dieciocho que persigue el mar dentro de un vaso de ginebra?
25 de septiembre de 2010
6 días
A abrir la calle
a tapar la calle
a vivir la calle
a soñar la calle
a tomar la calle
"A tapar la calle", Pablo Guerrero
Hace seis días que murió. Y en Aragón, la gente salió a la calle a cantarle. La calle se abrió para todos los ciudadanos que quisieron recordarle con sus canciones para la libertad.
No entiendo muy bien por qué, pero he llorado más a Labordeta que a todos los escritores que nos han abandonado este año. He llorado a Labordeta porque (quizás) lo he sentido más mío que a cualquier otro escritor. Ni Delibes ni Saramago. El aragonés de bigote impecable y mochila a la espalda fue uno más entre todos los españoles que en una época ansiaron libertad. Jose Antonio se puso la bandera de ciudadano universal y desde su querida tierra chica luchó por los derechos de las personas, por sus libertades; y se hizo escuchar como nunca nadie en el Congreso.
Ojalá se cumpla el deseo de Pablo Guerrero que cantó el propio Labordeta. Que se tapen las calles a los que visten de negro, lleven pistola y hablen de la guerra. Que se abran las calles a personas como Labordeta. Y que los que andamos por la calle seamos capaces de descubrirlos a tiempo.
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24 de septiembre de 2010
Profesiones sin profesionales
Existió una vez, en Parla, un profesor de autoescuela tan malo que sus alumnos llegaron a sospechar si realmente era el profesor u otro usurpador de personalidades y profesiones de estos que proliferan tanto actualmente. Porque los políticos ya no son políticos, algunos enfermeros tampoco parece que efectivamente lo sean y muchos profesores se pavonean de su labor (como si en esta época se reconociera como es debido la docencia) y sin embargo no saben ni siquiera por qué han acabado en un aula, frente a una recua de alumnos con el reto, a veces irrealizable, de enseñar. Para ser sincera, a estas alturas del curso de conducción, ya me da igual lo que me enseñen con tal de aprender algo. Pero parece ser que mis necesidades de aprendizaje no se corresponden con las necesidades laborales del profesor de autoescuela que me ha tocado en gracia. Me mortifico diariamente (ni que esperase alguna recompensa celestial) acudiendo puntual a mi cita con ese noble profesional que no hace más que leer (y mal leída) la pantalla de la fabulosa pizarra digital que muchos institutos públicos madrileños ansían. En la pizarra él lee lo mismo que leo yo en el libro. Hasta ahí la cosa no va mal, visto el panorama actual de enseñantes en el que el profesor se limita a leer el texto mientras que el alumnado subraya alguna idea y espera, con una esperanza que no es real, a que ese mismo profesor explique algo que el autor del texto dio por sabido. Algunas veces hay suerte y ocurre que el enseñante explica. Otras veces, como en el caso de mi maestro de circulación, ni siquiera se me otorga la gracia de escuchar de su boca explicaciones que correspondan a la normativa actual de circulación. Este señor nada más que insulta a la Guardia Civil por multar a los conductores "por tonterías", recibe llamadas en plena clase para quedar a tomar café o unas cañitas cuando salga o mantiene largas charlas acerca de la normativa anterior con un alumno campechano que parece llevar toda la vida intentando sacarse el preciado carné.
Si quieres sigo, pero puede que esto te aburra. A mí, además de aburrimiento por sufrir la ineptitud de este personaje, me da miedo esto que vivo a diario. Porque sé que no es un caso aislado. Sé que hay profesionales que no están preparados, médicos residentes que se paralizan ante la parada de un paciente; ex-ministras de cultura que confunden premios Nobel de literatura con bailaoras de flamenco; profesores de lengua de 3º de ESO que se niegan a enseñar a hacer resúmenes a sus alumnos porque "eso debieron enseñárselo el año pasado y no es mi problema"; autobuseros que conducen superando el límite de velocidad e invitan a sus amigos a darse el paseo Madrid-Parla en el nocturno, porque ellos solos, frente a su carretera y su responsabilidad, se aburren y prefieren descalificar, acompañados de su recua, a los clientes extranjeros...
Todo esto es denunciable. Pero, ¿quién enseñará a todos estos profesiones a ejercer con sinceridad, esfuerzo y profesionalidad su labor diaria? ¿Dónde ha quedado la vocación laboral o, al menos, el respeto a la persona a quien estás dando el trato?
Si quieres sigo, pero puede que esto te aburra. A mí, además de aburrimiento por sufrir la ineptitud de este personaje, me da miedo esto que vivo a diario. Porque sé que no es un caso aislado. Sé que hay profesionales que no están preparados, médicos residentes que se paralizan ante la parada de un paciente; ex-ministras de cultura que confunden premios Nobel de literatura con bailaoras de flamenco; profesores de lengua de 3º de ESO que se niegan a enseñar a hacer resúmenes a sus alumnos porque "eso debieron enseñárselo el año pasado y no es mi problema"; autobuseros que conducen superando el límite de velocidad e invitan a sus amigos a darse el paseo Madrid-Parla en el nocturno, porque ellos solos, frente a su carretera y su responsabilidad, se aburren y prefieren descalificar, acompañados de su recua, a los clientes extranjeros...
Todo esto es denunciable. Pero, ¿quién enseñará a todos estos profesiones a ejercer con sinceridad, esfuerzo y profesionalidad su labor diaria? ¿Dónde ha quedado la vocación laboral o, al menos, el respeto a la persona a quien estás dando el trato?
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22 de septiembre de 2010
Otra vez Vila-Matas en los sueños
Tengo que reconocer que en estas últimas semanas he quedado algo enganchada por la personalidad (literaria) y la obra de dos escritores separados en el tiempo y el espacio, pero que por la fuerza de su prosa y por los personajes que crean me atraen llamativamente: Vila-Matas y Zweig. Por supuesto que su literatura y su contexto son incomparables, sin embargo esa veta de misterio que asoma o se expresa abiertamente en su obra, hace que los lea sin escrúpulo. Me atrapan.
Por lo que voy leyendo aquí y allá, una de las preocupaciones perennes del escritor catalán es la de la identidad y el individuo. Parece que el propio autor se ha creado a sí mismo como el personaje de cualquiera de sus novelas. Como ha sido muy reciente mi acercamiento a Vila-Matas, aún no he podido abarcar toda su obra y no sé si haría bien en "tragármela" toda de golpe, sin espacios de tiempo en los que reposar cada libro. El caso es que ese desconocimiento parcial de su trayectoria literaria hace que aún me cree más fascinación, que siga creando expectativas muy positivas a propósito de sus textos y su figura y que empiece a ser un personaje habitual de mis sueños.
Una sueña y a veces sueña lo que ha leído. Otras veces el sueño es mera invención del inconsciente. Y esto de la identidad en Vila-Matas que he leído de su propia pluma y de críticos literarios ha dejado una extraña huella en mí. En mi recurrente sueño de septiembre, Vila-Matas pasea por las frías calles salmantinas, con una gabardina negra y muy larga, sombrero también negro y guantes de cuero marrón. Se dirige siempre por la Rúa Mayor camino de la catedral con la mirada perdida en el suelo y las manos, sujetas, a la espalda. El camino, que en realidad no es nada extenso, se me hace muy largo. Yo voy detrás de él y ansío que deje escapar algo de su creatividad para cazarla al vuelo. Entonces, de repente, un joven escritor de la cosecha actual salmantina sale a su encuentro, le llama "tío" y charlan juntos un rato. Yo me quedo unos pasos por detrás, no quiero que ninguno de los dos se dé cuenta de que los sigo. Se me pasa por la mente correr un momento hacia la Casa de las Conchas, robar cualquier ejemplar de alguno de sus libros y pedirle que me lo firme, aunque interrumpa su coloquio con el joven. Pero nunca llego a hacerlo (estaría bien delinquir en algún sueño). Y es en ese mínimo espacio de tiempo en que me he detenido en mis pensamientos cuando ocurre algo asombroso. El joven y Vila-Matas dejan de hablar. Vila-Matas continúa su camino en dirección a la plaza de Anaya y el joven camina en dirección contraria a la mía. Lleva la frente alta y su rostro es el de Vila-Matas. Pero está claro que no es él. El original sigue con paso cadencioso. En este punto del sueño nunca me atrevo a seguir el camino, ni siquiera a hablar con el joven usurpador de rostros. Busco la salida más fácil, bajo por Palominos y entro en la biblioteca de la facultad. Allí me siento tan a salvo que no recuerdo más allá de ese momento en mi sueño.
No he sabido nunca interpretar los sueños y a veces dudo de que los sueños puedan interpretarse. ¿Qué significarán las calles de Salamanca? ¿Por qué en Salamanca y no en Madrid? ¿Por qué el joven escritor le roba el rostro al maestro? ¿Significa eso el traspaso de saberes? En realidad no estoy segura de reconocer nunca en mi sueño al joven. Ya sé, de antemano, que también es escritor... En fin, para volverse loca intentando desentrañar el misterio.
De momento, antes del retorno al sueño, voy a hacer una escapada a la biblioteca, pediré prestado algún otro libro de Vila-Matas (aquí y en la vigilia sí que no me atrevo a robar nada) e intentaré entender un poco mi caótica y misteriosa mente a través de sus palabras. Solo algunas veces me creo todo lo que leo. Y cuanta más ficción haya en el texto, más crédula me vuelvo.
Tomo prestada del blog de Antón Castro esta foto. Por el sombrero y por la mueca a medio camino hacia una sonrisa.
Por lo que voy leyendo aquí y allá, una de las preocupaciones perennes del escritor catalán es la de la identidad y el individuo. Parece que el propio autor se ha creado a sí mismo como el personaje de cualquiera de sus novelas. Como ha sido muy reciente mi acercamiento a Vila-Matas, aún no he podido abarcar toda su obra y no sé si haría bien en "tragármela" toda de golpe, sin espacios de tiempo en los que reposar cada libro. El caso es que ese desconocimiento parcial de su trayectoria literaria hace que aún me cree más fascinación, que siga creando expectativas muy positivas a propósito de sus textos y su figura y que empiece a ser un personaje habitual de mis sueños.
Una sueña y a veces sueña lo que ha leído. Otras veces el sueño es mera invención del inconsciente. Y esto de la identidad en Vila-Matas que he leído de su propia pluma y de críticos literarios ha dejado una extraña huella en mí. En mi recurrente sueño de septiembre, Vila-Matas pasea por las frías calles salmantinas, con una gabardina negra y muy larga, sombrero también negro y guantes de cuero marrón. Se dirige siempre por la Rúa Mayor camino de la catedral con la mirada perdida en el suelo y las manos, sujetas, a la espalda. El camino, que en realidad no es nada extenso, se me hace muy largo. Yo voy detrás de él y ansío que deje escapar algo de su creatividad para cazarla al vuelo. Entonces, de repente, un joven escritor de la cosecha actual salmantina sale a su encuentro, le llama "tío" y charlan juntos un rato. Yo me quedo unos pasos por detrás, no quiero que ninguno de los dos se dé cuenta de que los sigo. Se me pasa por la mente correr un momento hacia la Casa de las Conchas, robar cualquier ejemplar de alguno de sus libros y pedirle que me lo firme, aunque interrumpa su coloquio con el joven. Pero nunca llego a hacerlo (estaría bien delinquir en algún sueño). Y es en ese mínimo espacio de tiempo en que me he detenido en mis pensamientos cuando ocurre algo asombroso. El joven y Vila-Matas dejan de hablar. Vila-Matas continúa su camino en dirección a la plaza de Anaya y el joven camina en dirección contraria a la mía. Lleva la frente alta y su rostro es el de Vila-Matas. Pero está claro que no es él. El original sigue con paso cadencioso. En este punto del sueño nunca me atrevo a seguir el camino, ni siquiera a hablar con el joven usurpador de rostros. Busco la salida más fácil, bajo por Palominos y entro en la biblioteca de la facultad. Allí me siento tan a salvo que no recuerdo más allá de ese momento en mi sueño.
No he sabido nunca interpretar los sueños y a veces dudo de que los sueños puedan interpretarse. ¿Qué significarán las calles de Salamanca? ¿Por qué en Salamanca y no en Madrid? ¿Por qué el joven escritor le roba el rostro al maestro? ¿Significa eso el traspaso de saberes? En realidad no estoy segura de reconocer nunca en mi sueño al joven. Ya sé, de antemano, que también es escritor... En fin, para volverse loca intentando desentrañar el misterio.
De momento, antes del retorno al sueño, voy a hacer una escapada a la biblioteca, pediré prestado algún otro libro de Vila-Matas (aquí y en la vigilia sí que no me atrevo a robar nada) e intentaré entender un poco mi caótica y misteriosa mente a través de sus palabras. Solo algunas veces me creo todo lo que leo. Y cuanta más ficción haya en el texto, más crédula me vuelvo.
Tomo prestada del blog de Antón Castro esta foto. Por el sombrero y por la mueca a medio camino hacia una sonrisa.
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21 de septiembre de 2010
Sunrise
Otro clásico contemporáneo es Ben Harper, cantante y músico de mi predilección. Considero música elegante casi toda la obra de Harper, pero especialmente esta pieza de una belleza magnánima.
Disfruta de esta música elegante:
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Paris Sunrise #7
19 de septiembre de 2010
Somos
Vamos a hacer con el futuro un canto a la esperanza.
Un amigo mío le desea a Labordeta un descanso en paz, que ya les dio caña cuando tuvo que hacerlo. Suscribo sus palabras y le homenajeo con una canción hermosa. Siempre recordaré su país en la mochila.
Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.
Hemos
perdido compañeros
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.
Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar
tiempos
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.
Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.
Hemos
perdido nuestra historia
canciones y caminos
en duro batallar.
Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andar
tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.
Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.
Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar
tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.
Somos
como esos viejos árboles.
18 de septiembre de 2010
A vueltas con Diógenes
Cuando uno hace limpieza general en su casa, en su habitación o en sus cajones corre el peligro de quedarse atrapado, durante días, entre otras vidas que son las suyas y las de las personas que han hecho que sea lo que es. Tengo un amigo que lleva ordenando su despacho semanas. Pero queda irremediablemente atrapado por los papeles que guardó en él, por las cosas que pensó y anotó, por los folletos de las exposiciones a las que fue... Y no avanza. Y lo peor de todo es que piensa y repiensa si debe o no tirar tal o cual panfleto, este recorte de prensa o esta carpeta. ¿Qué es mejor: tirarlo todo con los ojos cerrados o, directamente no hacer limpieza?
Yo, que he estado estos últimos días reordenándolo todo, me he encontrado cosas sorprendentes que, a día de hoy, no habría creído conservar. Desde grabaciones de mi propia voz hasta grabaciones de voces ajenas, fotos de grupos heavies, folletos de festivales de música de hace años, chapas con la bandera republicana y cientos de textos. Textos con autoría conocida y otros que dudo si serán míos o de amigos. Por más que los leo una y otra vez no me reconozco en ellos. O al menos no reconozco a la posible escritora de ellos (yo misma, años atrás). Corro el riesgo de equivocarme y proclamarme su autora indiscutible o de abandonarlos por no conocer al verdadero escritor y perder definitivamente pequeñas piezas agradables de ser leídas, confusas a veces, pero merecedoras de un poco más de vida que la que les aguarda dentro de los surcos de los cedés que las contienen.
Ese es el peligro de la limpieza. Aparentemente parece que todo está perfecto, agradablemente recolocado. La habitación vuelve a respirar aliviada. Pero el que limpia sabe la verdad de todo esto: sabe que en lo más profundo todo sigue siendo un alegre caos de textos que no han hecho más que airearse un poco y volver a la oscuridad hasta que en un par de años vuelvan a desenterrarse. Bendito síndrome de Diógenes.
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17 de septiembre de 2010
Clásicos contemporáneos /3
Esta vez es un clásico irlandés: The Chieftains y Sinéad O'Connor.
He tenido la mínima oportunidad de pasar cinco intensos días en Irlanda en toda mi vida. Sin embargo, es un país que parece que está ahí esperando por mí. Considero que la cultura irlandesa, en general, es elegante. También su música. Cuando es buena. La cantante Sinéad O'Connor trae paz y elegancia a nuestras vidas con su preciosa voz, y nos recuerda que hay lugares y experiencias maravillosas en un uso horario de tan sólo una hora menos.
He tenido la mínima oportunidad de pasar cinco intensos días en Irlanda en toda mi vida. Sin embargo, es un país que parece que está ahí esperando por mí. Considero que la cultura irlandesa, en general, es elegante. También su música. Cuando es buena. La cantante Sinéad O'Connor trae paz y elegancia a nuestras vidas con su preciosa voz, y nos recuerda que hay lugares y experiencias maravillosas en un uso horario de tan sólo una hora menos.
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16 de septiembre de 2010
Clásicos contemporáneos /2
Aunque me digan que soy muy joven para seguir a estos maravillosos cantantes, lo cierto es que una vez que los escuché, no soy capaz de vivir sin seguir escuchándolos. Esta canción pertenece al grupo de las músicas elegantes, de los clásicos contemporáneos que nos golpean y recuerdan de lo que los seres humanos somos capaces.
Esta canción se la dedico a (don) Emilio, que un día me dijo que le encantaba Silvio. Y también se la dedico a mi amiga Yolanda. Dos maestros sin parangón.
Esta canción se la dedico a (don) Emilio, que un día me dijo que le encantaba Silvio. Y también se la dedico a mi amiga Yolanda. Dos maestros sin parangón.
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Citas /7
"La literatura no salva la vida, pero puede darle sentido"
Claudio Magris
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15 de septiembre de 2010
14 de septiembre de 2010
Clásicos contemporáneos
Mi intención no es "luchar" en contra de las músicas elegantes que mi amigo Manuel lleva varios meses colgando en su blog. No, no. Esa no es mi intención. Mi intención es complementar, con mis músicas elegantes, las suyas.
Uno de mis pianistas favoritos. Conjuga juventud, estilo y clase. Un diez para Cullum
Uno de mis pianistas favoritos. Conjuga juventud, estilo y clase. Un diez para Cullum
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12 de septiembre de 2010
Lecturas y sueños
Leer el libro de notas o diario de un escritor incita, siempre, a la escritura. Aunque ésta sea tortuosa. Vila-Matas, del que me sorprende su humanidad –patada a los prejuicios y distancias ante el desconocimiento-, carga su dietario voluble de referencias literarias, filosóficas y culturales en general. También hay algo de música. Y la reiterada presencia de los textos de Kafka, que ha picado mi gusanillo lector y he vuelto a él como quien no lo ha leído nunca – el checo quedaba ya en el rincón casi olvidado de las lecturas de adolescencia-. Y Kafka reaparece más genial y brillante que en todas las referencias que leo de él. La ficción siempre supera a su crítica.
Kafka y Gregor Samsa, que son creador y creado, se me antojan la misma pieza en el entramado literario. Y parece que el narrador es el propio inconsciente de quien lo lee. Porque es ahí adonde van irremediablemente las palabras. Y de donde salen para cobrar vida de nuevo en el sueño.
Esperaba impaciente que mi sueño se plagara de imágenes que recrearan la historia del joven viajante y su hermana Grete, que intuyo que es más protagonista que el propio transformado. También esperaba que hubiera en mi sueño alguna alusión a los fantasmas del pasado que se han paseado por mi presente estos últimos días. Pero no. Más allá de todo lo esperado, el inconsciente me ha jugado una hermosa pasada. Enrique Vila-Matas transformado en palabras sutiles y en el juego a hacerse el encontradizo de todos los textos que uno quiere escribir, aparece en mi sueño y me contagia la inquietud del escritor que no debe dormir para no dejar escapar frases inolvidables.
Kafka y Gregor Samsa, que son creador y creado, se me antojan la misma pieza en el entramado literario. Y parece que el narrador es el propio inconsciente de quien lo lee. Porque es ahí adonde van irremediablemente las palabras. Y de donde salen para cobrar vida de nuevo en el sueño.
Esperaba impaciente que mi sueño se plagara de imágenes que recrearan la historia del joven viajante y su hermana Grete, que intuyo que es más protagonista que el propio transformado. También esperaba que hubiera en mi sueño alguna alusión a los fantasmas del pasado que se han paseado por mi presente estos últimos días. Pero no. Más allá de todo lo esperado, el inconsciente me ha jugado una hermosa pasada. Enrique Vila-Matas transformado en palabras sutiles y en el juego a hacerse el encontradizo de todos los textos que uno quiere escribir, aparece en mi sueño y me contagia la inquietud del escritor que no debe dormir para no dejar escapar frases inolvidables.
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