24 de junio de 2011

Despedidas


Siempre que pienso en las despedidas me acuerdo de una en especial, una despedida de película. Los amantes -que dejan de serlo para siempre- en el andén de una estación se dan un último beso mientras empiezan a caer las primeras gotas de una tormenta que empapará al chico cuando ella entre en el tren. Ella se refugia en las notas de una melodía que le ha regalado a él unas horas atrás en las escaleras de piedra de algún rincón de la ciudad. Esa melodía, casualmente, o no tanto, se llama "Time". El viaje en tren no borra los recuerdos, los magnifica. La vuelta a casa bajo la lluvia no limpia la tristeza, ensucia el alma y los corazones.

Pero así son todas las despedidas. Desasosegantes. Tristes. Traicioneras. Prometen reencuentros que uno espera y raramente se producen. Pero en la espera del reencuentro uno va curándose de la pena de la ausencia y empiezan los encuentros: las nuevas personas, la certeza de que la vida continúa en la distancia, de que cada uno tiene un plan que ha de continuar por sí mismo. Y en la memoria empiezan a posarse recuerdos bonitos, recuerdos donde no hay cabida a la tristeza y las despedidas no se ven como momentos horrorosos, sino necesarios. Aún así, siempre habrá personas, como mi amigo Diego, que las eviten. Porque las despedidas son sinónimo de llanto. Yo, sin embargo, no quiero perder la tradición de la despedida, que es una convención social más. Porque en las despedidas uno se enfrenta a sí mismo en los ojos del otro, vislumbra un poco de lo que pueda venir y le reconfortan las promesas del reencuentro. Me gusta llevarme una última imagen de aeropuerto, andén de tren o estación de autobuses. Porque las despedidas llevan consigo el componente del viaje y se llevan para sí una fotografía en la retina del viajero. Somos viaje. Estamos hechos de despedidas. 

Y de encuentros.

3 comentarios:

Marina dijo...

Admiro tu pensamiento hecho palabra de las últimas entradas. Una vez más me invitas a pensar. Una vez más "espero que todo vaya bien". Una vez más "ya hablaremos". Un abrazo.

Manuel Casal dijo...

Precioso post. Somos viaje. Viajamos en un tren con muchos asientos vacíos, pero llenos. El viaje es verdaderamente viaje entre la despedida y el encuentro. Buen viaje. Un beso.

Falsirego dijo...

Gracias, Marina por las cosas que me dices. Espero que te vaya bien. Te he buscado estos días por FB para escribirte y ¡has desaparecido!.
Y sí, tenemos que hablar, porque tengo cosas que contarte que te gustará saber. Y quiero que tú también me cuentes qué tal la nueva etapa en la enseñanza.
Un beso fuerte.