Ni T. S. Eliot ni Shakespeare pueden con la morriña.
Es un golpe de añoranza. Llega inesperadamente, pero siempre de forma cíclica. Galicia está siempre latente, en estado de reposo. Y el verano, la certeza del mar o una canción la activan en la conciencia.
La morriña -mi morriña- es cíclica. Reaparece cada cierto tiempo y me tiene ausente durante días. Y ni Scott Fitzgerald ni Auster pueden con ella.
Denme una gaita que llora, un vaso de vino Albariño, un documental sobre Cunqueiro y la suavidad del gallego. Es más que probable que me olvide de Hemingway, de Londres, de Camboya y de los americanitos impasibles.
2 comentarios:
¿Este ataque de morriña es venido por el documental de Cunqueiro? Si es así, viva la 2 !
Pues un poco sí...
Y sí, ¡viva la 2!
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