27 de agosto de 2012

Steve McCurry y Murakami


Para los no duchos en fotografía o historia de la misma, simplemente una imagen que dio la vuelta al mundo les colocará en perspectiva. Pincha aquí y sabrás quién es Steve McCurry. Para serte honesta, acabo de descubrir que ese es el reportero gráfico que tomó la famosa instantánea. He llegado a él a través de otra serie de imágenes, imágenes de elefantes y de lectura. 

Tailandia. Fotografía de Steve McCurry

El año pasado monté, por primera vez, a lomos de un elefante. Una de mis grandes ilusiones era tener cerca uno de ellos. Estaba sobre el elefante, sintiendo el traqueteo torpe de sus pisadas y contemplando el maravilloso paisaje boscoso tailandés, y se me olvidó cómo el animal caminaba bajo la tiranía del comercio, del turismo "de masas" y de su cornaca -gracias, Saramago por enseñarnos esta palabra-. Simplemente sentí que cumplía ese sueño. Ahora, con la perspectiva del tiempo que se interpone entre los acontecimientos del pasado y el presente, y mirando esta imagen de McCurry veo en los ojos de este elefante, quizás, los mismos ojos del elefante que cargó con mi peso. Un pequeño elefante asiático de cuerpo y orejas pequeños, de ojos tiernos y mirada que parece que solo ve dentro de sí mismo. Veo en su cornaca lector a cualquiera de aquellos cuidadores de elefantes que cobraban una miseria para que nosotros, ciudadanos del mundo occidental, cumpliéramos nuestros absurdos sueños de infancia. Este elefante y este cornaca de la imagen comparten una historia de amor. Se protegen mutuamente y se tocan, en el idioma secreto del cariño a través de la piel.

El cornaca de la foto, que quizás tendrá otros sueños que cumplir, lee, ajeno al mundo, una historia que quizá lo transporte a tierras del oriente del oriente, o quién sabe, quizás lo traiga al Mediterráneo. Las opciones son casi infinitas. A mí me da por pensar que lee a Murakami, porque es lo que estoy leyendo yo ahora. Y me da por pensar, también, que para este cornaca, igual que para mí, es el elefante quien le da cuerda al mundo, no el pájaro. Cada uno busca en su realidad más cercana ese motor que hace que la vida siga, a pesar de tiranías, crisis o pobrezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cojo tu escrito por una referencia que haces: cuántos placeres me dio Saramago. Pero le resucitaría para que me contara otro cuento tan real y tan absurdo como El viaje del elefante... Bueno, ya de paso, le comentaría que el mundo sigue apestando a derecha reaccionaria. Un abrazo.