Hoy la vida parecía una fotografía en blanco y negro con toques de color. Lo pensaba cuando venía del trabajo. El cielo, de un gris intenso, solo soltaba gotas de a poquito. Bajo el cielo, un horizonte puro, limpio, verdísimo, el más primaveral que yo pueda recordar. A lo lejos, el arcoiris. Siempre que veo el arcoiris pienso en otro tiempo, en otros lugares, en algo lejano. Recuerdo la ilusión con que lo observaba de pequeña, corriendo como loca por la casa, saltando de alegría, asomada a las ventanas. El agua, la luna y el arcoiris son los fenómenos de la naturaleza que más me gustan. En ese orden.
Hoy, el arcoiris y el pradito que han dado color al día me han hecho sentirme como cuando era pequeña y estas visiones me producían una paz y una calma extrañas.
Hoy ha sido un día con más horas que cualquier otro, un día en que he sentido la pesadez del tiempo ir cayendo, cansino, sobre mí. Un día que me robaba oportunidades, pero que ofrecía otras.
Hoy ha sido un día como otro cualquiera, pero ha sido un día único, como todos los otros días cualquieras.
El color sobre el gris ha difuminado pesares antiguos. Y las nuevas amistades que nacen. Y los regalos. Y las sonrisas. Y la música que surge de repente y nos hace tanto bien.
Todos los días podían ser hoy. Y hoy podía ser todos los días.
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