30 de octubre de 2008

Escuchar

Tengo un profesor que está convencido de que aplacamos nuestras frustraciones consumiendo ficciones. Esas ficciones pueden ser de cualquier tipo: novelas, series de televisión, teatro, cine o canciones. Todo aquello que contenga una historia se convierte directamente en una ficción, y las personas las utilizamos para exorcizar nuestros miedos, nuestro dolor. Yo comparto buena parte de su teoría, aunque hay algo que se tambalea por alguna parte. Tiene que ver con escuchar.

Si el ser humano no desea otra cosa que consumir ficciones del tipo que sea, ¿por qué en general le cuesta tanto al ser humano escuchar? Y cuando digo escuchar me refiero al proceso de recibir un mensaje a través de los oídos, analizarlo y reflexionar sobre él. Decimos que escuchamos canciones, pero, ¿de verdad las escuchamos o simplemente encendemos el mp3 cuando vamos en el tren para sentirnos un poco más acompañados? ¿Escuchamos la explicación del profesor? ¿Escuchamos el problema del compañero? ¿Somos capaces de interpretar también el silencio de alguna gente?

Creo que cuando se trata de escuchar, la teoría del consumo de ficciones debería ser reformulada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estupendo y complicado tema. O, quizás, temas. El papel de la ficción, el escuchar...

En condiciones normales, creo que el mundo de la ficción debería servir sólo de entretenimiento, o, en todo caso, como elemento útil para aplicarlo constructivamente al mundo real. Pero, como siempre, aparece en el ser humano la debilidad. Hay veces que nos sentimos especialmente débiles, que no somos capaces de soportar el mundo real y necesitamos huir hacia el mundo de la ficción en busca de ambientes más agradables o de personajes más atractivos en los que proyectarse o con los que poder identificarse. De esta forma la frustración que produce lo insoportable del mundo real queda neutralizada con la ficción. Es una huida, como tantas otras, pero quizás la menos dañina a corto plazo. A largo plazo no me atrevo a pronunciarme, aunque mis sospechas son peores.

El que siente la necesidad de escuchar escucha. El que necesita la ficción escucha la ficción. Siempre he pensado que hay un problema de anestesia ambiental y social que nos hace a veces (o siempre) no tener necesidad de escuchar. No escuchamos. Frecuentemente, ni oímos. Unos auriculares instalados en las orejas permanentemente es lo mejor para eso. El aislamiento, la anestesia. La necesidad, si la hay, suele ser la de hablar, no la de escuchar. El hablante suele estar en el mismo mundo real en el que está el oyente y, si éste quiere huir hacia otros mundos, no lo va a escuchar. Si lo transporta a otros mundo, entonces sí. Es el mismo mecanismo que el de las drogas como elementos de huida.

Quizás el asunto dependa, entonces, de quién sea el hablante, del prejuicio que tenga el oyente sobre el hablante y del tipo de mensaje que le proponga el hablante al oyente. Y, lógicamente, de lo mal que esté el oyente en su mundo real.