Voy a confesar algo: soy una persona enamoradiza. O quizás esa no sea la palabra. Lo cierto es que me he enamorado varias veces, de varias y de la misma persona. Y soy consciente de ello. No es el mío un enamoramiento pasajero, de ésos poco intensos que se pasan al mes. Yo lo vivo con intensidad.
Pues bien, relacionado con esto del enamoramiento y de la intensidad con que lo vivo hay un poema imprescindible en mi vida. Hay un poema que hasta hace nada sólo me evocaba a una persona. Significaba algo así como el mayor vínculo y el más fuerte que yo he creado con nadie. Yo estaba enamorada de él y él de mí, y el poema parecía que florecía solo, sólo para nosotros.
Hoy he recibido una carta larga y preciosa de una amiga a la que quiero de una manera especial, de una amiga que traspasó los límites de la simple amistad hace mucho tiempo, de una amiga que en realidad es como la mitad de mí. Después de haber leído su carta, han venido a mi mente unos versos que he recitado de memoria miles de veces. Eran unos versos de ese poema, aquel poema que pensé que sólo me uniría a él.
Hoy, después de mucho tiempo, he vuelto a sentir la universalidad de la poesía. No hay canciones que podamos llamar "nuestra canción", no hay poemas que podamos llamar "nuestro poema". Lo que hay es arte que hacemos nuestro, pero nuestro no de dos personas, sino de una, de mí. Cuando hago ese poema mío, entonces las circunstancias de la evocación variarán según mi circunstancia. No quedarán unidos a un momento, a una persona del pasado, sino que forman ya parte de lo que soy ahora, de lo que siento ahora. Yo soy ese poema y ese poema es yo. Ya no existe un nosotros para ese poema. El poema es el universo. Creo que este pensamiento me ha hecho hoy más madura. Darme cuenta de eso es el mayor regalo que he recibido hoy, junto con la carta de mi amiga.
1 comentario:
No creo que quepa ningún comentario. Sólo silencio. Estar callado para quedar impregnado de la palabra y del pensamiento.
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