Es mayo y, como todos los mayos, vienen días de norte a visitarme.
Amanece antes, pero más gris. Una humedad de tierra que huele a playa se mete en los ojos y en los huesos.
La brisa busca rizos que remover, faldas que levantar.
A veces se mete el norte en mi cuerpo y no consigo quitármelo de encima. Pero no importa, me gusta el cielo panzaburra, este viento lento y el frescor de Santiago en mis mejillas.
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