Más allá de Sanisidros, chulapos y cocidos, este fin de semana he celebrado Madrid.
Hay mil maneras de celebrar Madrid alternativamente, sin el bocadillo de calamares, la plaza Mayor, la verbena de la Paloma y los nardos apoyados en la cadera.
Madrid se celebra también asomándose a los balcones de las casas. Perdiéndose en sus calles y descubriendo pequeñas Barcelonas o Lisboas en barrios castizos. Buscando enloquecidamente la librería abierta en el ecuador de mayo. Escuchando un jazz imaginario. O lanzando un grito de protesta por la destitución del que consideramos el juez de la memoria. Viendo sin ver a algunos amigos. Madrid se celebra también celebrando la victoria culé. Hablando en inglés, catalán, alemán. Madrid se celebra en Según Emma, El rincón del champi, Malabar y La Fugitiva. Madrid no solo se celebra en la Gran Vía, también en Santa Isabel. Madrid se celebra hablando de noruegos y gallegos. Con el corazón abierto a cambios radicales. Madrid se celebra mirando a los ojos, abriendo las manos y soñando el próximo curso, mientras hacemos planes de verano y despedimos este año escolar que se nos difumina entre redacciones, tinta roja y carcajadas ante el error creativo.
Este fin de semana he celebrado mi Madrid. Y te muestro un pequeño fragmento de este Madrid que es mío y te comparto. El fragmento del Madrid de las ventanas. El Madrid que Julio Llamazares se ha inventado:
1 comentario:
Lo bueno que tiene Madrid es que es siempre celebrable. Y celebrarlo es siempre descubrir algo nuevo, alguien nuevo, porque Madrid da para eso, y gozar con lo que se conoce. A ver si lo celebramos pronto.
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