20 de abril de 2011

Amor



He empezado a escribir esta entrada tres veces. 

La primera por impulso.

En la segunda iba a hablar de Dani, que escribe en catalán o en valenciano -no sé muy bien diferenciar, porque no se me dan bien las variedades orientales- y en cuyo blog he caído por casualidad porque me tiene enlazada. Siempre es agradable sentirse leída. Y cuando sabes que quien te lee no es capaz de ponerle rostro a las palabras, es quizás más bonito y emocionante.

En la tercera vez que escribo -que es esta-, vuelvo a pensar en el amor, que era el tema de esta entrada y que por primera vez aparece en un título de un post en este blog.

Hoy me pregunto por qué nunca antes he escrito una entrada del blog titulada "amor". La primera respuesta que consigo darme a mí misma es que es un tema que cuesta abordar de frente. Hablo del amor pasional, no del amor a los amigos o el amor a la familia, o el amor a la vida de uno mismo, que son todos un tipo de amor similar pero no igual. Porque creo que después de ese otro amor o esos otros amores, en una posición diferente, incluso en una esfera diferente, está el amor de las mariposas.

El amor de las mariposas es confuso y confunde, es más difícil que la mera atracción, que la certeza de la amistad. El amor de las mariposas lo llena todo, te vuelve vulnerable y es imposible. A esa conclusión he llegado, a la de que el amor de verdad, el que hace que todo te dé vueltas, que pienses en la otra persona todo el rato, que te haga suspirar, es un amor imposible. Es imposible porque dura solo un rato. El amor de verdad suele ser un amor a primera vista, como lo son todos los amores -añadiría Ismael Serrano-. Y parece que todos los amores a primera vista, que son un tipo de amor de las mariposas, también son imposibles. Todos los amores que hacen que el estómago se dé la vuelta son amores imposibles. Porque te crean esa sensación extraña de inseguridad, porque son fugaces, porque te vulnerabilizan.

Entonces, ¿hay esperanza para los enamorados? Sí, siempre y cuando ese amor quede en el sueño de lo que podrá ser. Porque los amores que acaban siendo reales lo son porque son amores secundarios: el amor del amigo, el amor del compañero, el amor del padre, el del marido, el del hermano, el amor a la vida y a uno mismo. Pero el amor de las mariposas no es un amor real, es un espejismo. Son unos ojos azules y una sonrisa, la palabra precisa en el momento adecuado, la invitación al baile. Y no nos confundamos, eso no es real. El amor real viene más tarde y en ese amor ya no hay mariposas, no hay vuelcos al corazón, hay la calma que produce la certeza. Y cuando hay certezas, se apagan los fuegos y mueren las mariposas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=8xsF9fHdAfo

Manuel Casal dijo...

Es posible, P., que todos los amores sean reales, también el de las mariposas. Pero todos evolucionan, también el de las mariposas. El de las mariposas es el más peligroso de todos, porque nos puede engañar fácilmente. Para mí, el problema es concretar racionalmente el amor que viene después de que hibernen (que no mueren) las mariposas. Y me parece que no debería haber calmas ni certezas, sino tensión creadora, enamoramiento diario. No sé si en el fondo es algo así como creación de mariposas. Un beso.