30 de diciembre de 2008

Galicia / Vivir y 5

"De Galicia me gusta todo, hasta Fraga". Ese es un chiste que suelo hacer cuando me preguntan por mi pasión por Galicia. Sé que, como todas las pasiones, es algo extremo que nace de algún lugar remoto de mis entendederas que no alcanzo a descubrir. Sé que es imposible que algo, un lugar -y todo lo que ello conlleva- pueda gustar tanto a alguien. Todo lo que existe tiene su parte negativa, igual que todo lo que existe tiene su parte positiva -es lo que los orientales llaman el equilibrio yin-yan, ¿no?-. Pues yo, cegada por mi pasión descontrolada hacia Galicia, no encuentro la parte negativa de Galicia. Tan contenta estoy con esta situación que me doy a sus placeres: adoro la música tradicional gallega, la gastronomía gallega, sus vinos, su gente, sus playas, sus montes, su cielo, sus ciudades, su olor, su literatura, su lengua, el mercado de Abastos de Santiago de Compostela, la reconstrucción de Allariz, las burgas de Ourense, el faro de Coruña, el marisco de Cambados, la música de Luar na Lubre, la poesía de María do Cebreiro, el blog de Francisco Castro, las clases de historia de la lengua gallega de Carme Hermida, falar en galego con galegos e con non galegos, la anatomía de Galicia y la leyenda de su gigante,... y así continuaría hasta que te canses de leerme o me des la razón en algo.

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