Es una realidad. El tiempo existe. Y nosotros con él. Lo traumático del tema -espero no dañar sensibilidades con el adjetivo "traumático"- es que creemos que tenemos más poder que el tiempo. Y nos empeñamos en cargar nuestras agendas con acontecimientos, haciendo cuadrar horarios como si estuviéramos haciendo un puzzle [Paradoja: hacer puzzles requiere mucho tiempo]. El caso es que llega un momento en que la máquina no resiste más. Y no me refiero a los relojes, sino a nuestros cerebritos y cuerpos, que a pesar de ser extraordinarios no hacen nada enfrentándose a la monstruosa enormidad del universo y del infinito, que como su nombre indica 'no tiene fin'.
Pues eso, que para combatir esta contrariedad y porque me niego a que se pase un día más y que este blog no tenga una actualización como es debido del estreno de diciembre, dejo esta reflexión aquí. Reflexión muy manida, por otra parte, pero que no deja de hacer que nos planteemos hoy al igual que hace siglos: ¿qué es el tiempo y por qué nos sobrevive?
Y diciembre llegó... feliz mes.
Imagen de Ricardo Sanjuán
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