24 de abril de 2009

Síndrome de Diógenes



Siempre me he reído de Marta porque lo guarda todo. Tiene sus "altares" de libros, velas y fotos de Bruce Springsteen y almacena, incansable, recuerdos de todos sus viajes, de todas las veces que hemos salido a comer fuera, de todos los cines, teatros, museos y conciertos a los que ha ido. Es increíble. En el mínimo espacio que habita, conserva miles de papeles y vive bien allí.

Yo hoy me he dado cuenta de que soy un poco así. Uno se da cuenta de que es así cuando, al abrir cajones, se encuentra con cajas de cartas, mensajitos en botellas, decenas de cds grabados, y dentro de la cartera, varias entradas de conciertos en las que ni siquiera se ven ya las letras que decían quién tocaba. En esos momentos; quiero decir cuando uno se da cuenta de que está viviendo de pasados, entran unos sudores fríos, unas ganas incontrolables de tirarlo todo y dejarle el trabajo de recordar sólo a la memoria. Entonces, es cuando los movimientos se hacen lentos. Se empiezan a leer esas cartas, a mirar esas fotos, a escuchar esos cds. Son parte de uno mismo. Cientos de imágenes comienzan a revolotear alrededor de la cabeza. Una gota de nostalgia asoma a los ojos. Las manos ya están dispuestas a rasgar el papel. La papelera ha sido vaciada para esta tarea. Pero es imposible.

Será por eso que aún conservo el marcapáginas de tortuga que coloreamos y plastificamos el Día del Libro de hace ¿trece? años. En el colegio. Ya entonces devoraba libros. Ya entonces empecé a almacenar recuerdos.

2 comentarios:

Torito dijo...

Yo creo que todos tenemos algo de Diógenes.
El guardar las entradas de los conciertos, coleccionar vasos de chupito, o colgar las fotos en un corcho, es la manera de acordarte de esos buenos momentos que has pasado con la familia o con los amigos.
Si de algo no te quieres acordar, no lo guardas, por los menos yo hago eso. A si que espero que no tires muchas cosas, y que todos sean buenos recuerdos

Manuel Casal dijo...

Recordar, etimológicamente, no significa volver a pasar algo por la cabeza, por la memoria, sino por el corazón. Quizás, guardando cosas, queremos mantener la excusa para, en otro momento, volver a sentir algo que experimentamos con agrado en alguna ocasión.