De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que
realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.
Nosotros somos estos que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.
Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro
Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar
en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
A tí,
mi leal
amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que
se alza.
Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso
impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con
aquellos a los que necesitas pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos
más allás de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a
los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que
deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
Si alguno de
vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.
Pero no es necesario.
Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.Ángel González
¡Pena no haber leído esto antes!
Para el que no entienda el sarcasmo, la ironía, el filo mortal de estas palabras, un estudio pormenorizado de José Manuel López de Abiada y Roland Minder.
¡Buen provecho!
27 de noviembre de 2008
Discurso a los jóvenes
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