7 de noviembre de 2008

Educar


Nos ponen delante esta palabra y echamos a temblar.

Yo, que parece que sé poco de la vida porque aún soy una niña, no me puedo autorizar para hablar sobre la educación igual que lo hace un adulto cargado de experiencias. Y más aún si ese adulto es un padre o un profesor. Parece que sólo ellos tienen la clave secreta de la educación, y los que la observamos "desde fuera" no tenemos ni idea.

Es posible.

Aún así, me legitimo para hablar. Para decir algo que creo que es fundamental. Educar no es un juego. Educar no es una profesión. Educar no es una imposición. Educar no es una obligación. Educar es una tarea complicadísima en la que participan muchos factores sociales y vitales: las circunstancias familiares, el país en el que a uno le toca vivir, la presidenta de la Comunidad Autónoma a la que tiene que padecer, sus hermanos, sus profesores, el cura del barrio, el yonki de la esquina, la vecina de al lado, etc... Hay que tener mucho cuidado porque todo lo que hacemos o decimos forma parte de la educación de alguna persona que está a nuestro lado. Una actitud machista con tu novia la puede aprender el niño que pasa a tu lado, la victoria de un candidato negro a la presidencia de los EEUU la procesa y no la acepta el racista de turno mientras su hijo de cinco años escucha atento su discurso patriótico que roza el nacionalsocialismo. Y así hasta que nos morimos y nos dejan de educar. Hay que tener mucho cuidado, por tanto, con las manos bajo las cuales estamos siendo manipulados. Hay que atreverse, desde los puestos de relevancia política y cultural, a reclamar: que se vuelva a fomentar la escuela puramente laica, pública, completamente gratuita (incluyendo libros de texto, material escolar, etc) y sobre todo dirigida a crear ciudadanos, pero no de esos cuya meta única sea llegar a ser universitarios, cueste lo que cueste, se estudie lo que se estudie, sino de los que respetan, aprenden y distinguen lo verdaderamente justo de lo injusto. De otra manera sólo se crean sociedades absolutamente frustradas, en las que el nivel de licenciados sobrepasa al de profesionales (desempeñantes de una profesión, me refiero), en el que los listos son muy listos y los tontos cada vez más tontos. Y por supuesto, en la que sólo gana el Negocio.

Creo que es una reflexión a tener en cuenta, aunque provenga de una niña, ¿no te parece?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No puede ser. Yo colgué un comentario aquí ayer o antesdeayer y no aparece. ¿Hay meigas por aquí?

Falsirego dijo...

Pues no sé. Yo no he visto nada aquí ni he suprimido ningún comentario.
Lo siento, Manuel. Deben de ser las meigas, como dices tú.