17 de diciembre de 2008

Leer

"Si pensamos en la parte de las grandes lecturas que debemos a la Escuela, a
la Crítica, a todas las formas de publicidad, o, por el contrario, al amigo, al
amante, al compañero de clase, o a veces incluso a la familia -cuando no coloca los libros en el estante de la educación-, el resultado es claro: las cosas más hermosas que hemos leído se las debemos casi siempre a un ser querido. Y a un ser querido será el primero a quien hablemos de ellas. Quizá, justamente, porque lo típico del sentimiento, al igual que del deseo de leer, consiste en preferir. Amar, a fin de cuentas, es regalar nuestras preferencias a los que preferimos. Y estos repartos pueblan la invisible ciudadela de nuestra libertad. Estamos habitados por libros y por amigos.

Cuando un ser querido nos da a leer un libro, le buscamos en un principio a
él en sus líneas, sus gustos, las razones que le han llevado a colocarnos ese
libro en las manos, las señales de una fraternidad. Después el texto nos domina y olvidamos al que nos ha sumido en él; en eso consiste, justamente, la fuerza
de una obra, ¡barrer también esa contingencia!"


Como una novela, Daniel Pennac

1 comentario:

Falsirego dijo...

Perdón por la distribución de las líneas en el comentario. Por más que he intentado colocarlo seguido, me ha quedado así.