Otoño. Roble y mariquita. Fotografía mía. |
Lo bonito de recorrer España en coche es poder dedicarle tiempo a uno mismo. Conducir es como darse un baño espumoso: sigue una serie de rituales para estar lo mejor posible con la persona que somos o con la persona que queremos ser.
Lo bonito de recorrer España en coche en otoño son los colores. El color de los cielos varía a cada minuto, el matiz de la luz del sol a través de las nubes o la sombra del coche sobre un montículo en el arcén hacen el viaje más bello. Pero sobre todo son hermosos el amarillo, el naranja, el verde, el rojo, el marrón de las hojas de los árboles. La palidez de los hayedos se contrapone a la brillantez de algunos olivos y pinos y contrasta, también, con ese marrón acogedor de los robles.
Últimamente disfruto sobre todo con el verdor oscuro de los cipreses que rodean las iglesias de pueblos que parecen perdidos, en la Castilla más hermosa que no podría haber soñado jamás. Esgueva, Roa, Daimiel, del Rey, del Conde, Arévalo, Miranda... son solo palabras atrapadas en señales blancas con rótulo negro que a mí me evocan los más bellos paisajes. Recorro Castilla esperando la rotundidad de sus gentes y sus aromas y Castilla me regala las tonalidades más perfectas.
Porque lo tengo al alcance del volante, aprovecho para aprender más sobre esta tierra tan vieja que sigue sorprendiendo a los más novatos. Castillos, páramos y llanuras amarillas, sin rastro alguno ni de agua ni de vida, iglesias y catedrales imponentes que se yerguen feroces como las torres de algunas murallas. Eso es Castilla. Tierra soberana de colores y sabores.
Después de Castilla llegan los paraísos de Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi, cuyos otoños aún no he podido contemplar. Los imagino verdes, como sus praderas; fríos y anaranjados, portadores de robles que lo inundan todo.
Si hay algo especialmente hermoso, es el otoño y los ojos con los que lo miramos.
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