25 de diciembre de 2011

El Cant de la Sibil·la

Feliz Navidad.



El Cant de la Sibil·la, más información de este canto litúrgico tradicional mallorquín, aquí.

19 de diciembre de 2011

Humor

¿Qué sería de la vida sin sentido del humor?

18 de diciembre de 2011

Adioses

Decir adiós es irremediable. Tan irremediable como que todo tiene un final. Todo se termina. Acabo de decirle adiós a un amigo al que no he considerado amigo hasta ahora mismo, cuando hemos comido por última vez juntos y hemos escuchado trompetas y música de un compositor mitad griego mitad neozelandés.

Sé que hablo mucho de despedidas en el blog, pero es que lamentablemente estamos hechos de ellas. De despedidas y de encuentros, por supuesto. Con la vida en estado de ebullición constante que tengo, puedo decir que conozco al menos a una persona cada día, o para no exagerar diré definitivamente que conozco a una media de unas tres personas a la semana. De esas tres personas a la semana, al final del mes posiblemente solo recuerde a dos o tres si la vida no me los pone delante a diario, pero aún así, el instante del reconocimiento de una nueva persona en nuestra vida nos enseña muchas cosas. No tantas como el momento en el que decimos adiós.

Hoy le he dicho adiós a H., aunque los dos hemos fingido que volveríamos a vernos pronto. Nueva Zelanda está muy lejos para creer que esos miles de kilómetros que nos separarán en unos días podrán esquivarse fácilmente. Quizás por eso existe la memoria, para encerrar en nosotros trocitos de los demás, de esos que un día fueron una parte relativamente importante de nuestro día a día y que un día dejan de serlo. Dentro de mi memoria guardo fotos -imágenes mentales-, la música de John Psathas y el acento inglés de Nueva Zelanda de H. En eso se convertirá un ser humano con el que he convivido durante tres meses, con el que he aprendido la importancia de la danza y la música, la importancia de los lazos de amistad entre culturas diferentes. Hoy, con este adiós, meteré a H. en una nueva cajita de recuerdos e intentaré seguir engañándome a mí misma haciéndome creer que habrá una próxima vez. Si somos positivos, lograremos muchas más cosas.

25 de noviembre de 2011

Estética

A E. M.

Ayer hablé con mi familia y me contaron que C., una amiga de toda la vida, sigue luchando contra el cáncer. La conozco desde hace años y siempre la he conocido enferma. Enferma pero alegre. Muy gallega ella, muy mujer, muy positiva. Nunca he sabido qué la mantenía a flote durante todos estos años. Ahora sé que está pasando por su peor momento y tengo miedo de volver a España y que no lo haya superado. La vida te abofetea constantemente.

Me acordé de mi amigo E. M. cuando hablamos de C. Sé que no ha pasado por buenos momentos últimamente. Por muchas razones que aquí no vienen a cuento. El otro día, sin ir más lejos, comentando de manera muy fugaz los resultados de las elecciones del domingo, le dije, de pasada, que me había ido a refugiar a los museos para olvidarme de todo. Y ahora que estoy pasando por un periodo en el que la verdad me resulta un elemento fundamental en la vida, lo veo muy claro. Si nos acercamos a la vida con una perspectiva estética, podemos sufrirla o vivirla mejor, más humanamente. Quizás la verdad resida en el arte. Quizás nuestro alivio, nuestro refugio último sea el arte. 

He amanecido triste, pensando en C. y en su fortaleza. También pensando en todas las mujeres que sufren, de forma diferente, la violencia -hoy se celebra el día de la violencia contra las mujeres-. Lo tengo claro, estoy en contra de cualquier tipo de sufrimiento, de cualquier tipo de violencia, dirigida a quien sea. Estoy a favor de mujeres y hombres fuertes como C. o E. M. Estoy a favor del arte y la estética como única medicina contra la melancolía, la nostalgia y los males de dentro. Y a favor del cariño y la compañía para los males de fuera, los físicos.

Hoy, que pensaba en C. y en E. M. y leía el Romancero Gitano, me he encontrado con unos versos que en sí mismos ya hacen que un día como hoy tenga sentido y merezca la pena, cuatro simples líneas, pequeñitas, insignificantes, pero poderosas como todo Lorca, como el arte cuando acude en nuestro rescate cuando más lo necesitamos:

A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.

Hoy mis limones son estos versos y el agua es la vida. Ojalá todos encontremos la forma de ponerla de oro.

20 de noviembre de 2011

Manuel Casal y la verdad

Aunque esto suene a grandes palabras y a él mismo le sorprenda -por su humildad hacia sí-, he de decir que mi amigo Manuel Casal, cuyo blog está cargado de belleza, creatividad y muchísima humanidad, es una fuente de inspiración continua para mí.

Dice que está sobrecargado de actividad. Y se le nota en el blog y en los comentarios que hace por las redes social. Yo creo que está lleno de vida. La vida es eso también, mantenerse activo. Pero mantenerse activo con una actitud humana de búsqueda de la verdad, sobre todo. La verdad de uno mismo y de lo que hay alrededor. Aunque eso de verdad sea un concepto muy elevado, la práctica de la verdad es algo al alcance de todos.  Y Manuel vive con la verdad como punto de partida, por eso es tan inspirador.

Ayer publicó unas palabras en su blog que no deben dejar indiferente a nadie, lo más inspirador que he leído en la última semana junto con los sonetos de Shakespeare. Las releo constantemente porque son una fuente de verdad y de sentido común. Son fuente de vida. Creo que privar a la gente de su lectura es el mayor desperdicio, por eso me convierto en vocera de su palabra por un día. Te regalo sus palabras como él las regala a diario en su blog, y te invito a que leas su blog, una pequeña casita, Casa L, a la que hay que entrar con la mirada curiosa y ganas de seguir aprendiendo. Porque uno nunca sale de allí indiferente.

El arte es una puerta de otra vida

Si entras en contacto con el mundo del arte, aprovéchalo. Pocas veces en la vida estarás más cerca del placer intenso y sereno. El arte capta, entre otras cosas, la belleza que hay en las personas y en las cosas. Mira la realidad y el arte con ojos limpios, pero míralos y gózalos.

Todos tenemos algo de belleza. Estoy seguro de eso. Deja que los demás contemplemos tu belleza. Una belleza que no se comparte es como si no existiese.


Y, sobre todo, desarrolla tu creatividad. Inventa. Atrévete. Mira todas las posibilidades. No te contentes con lo que hay, que contentarse es de pobres vitales y hay que ser ricos hasta hartarse de vivir. Sé libre. Quítate de encima los prejuicios que te tienen encorsetado. Déjate llevar por tus impulsos, con cuidado de no molestar a nadie. No te calles nada. Procura soltar lo que te salga de dentro. Experimenta. Huye de lo simple. Siéntete cerca de la gente, de las cosas y de la Naturaleza. No te olvides de que a la realidad le gusta ocultar la belleza, pero que tenemos que descubrirla, vivirla y gozarla. Nunca creas que estás solo. Estás en el mundo y el mundo siempre está por descubrir. Comparte. Pregunta. Ofrécete. Saca de ti todo lo que llevas dentro. Vive intensamente. El arte es la puerta de una vida nueva.

18 de noviembre de 2011

Reflexión post-electoral

Algunos de mis amigos de Londres me lo han notado. Ayer uno de ellos me lo dijo directamente: "Se te nota preocupada, puedo notar la tensión". A F., mi compañera italiana, y a mí la prensa nos golpea cada mañana desde hace varias semanas. Pero estos últimos días a mí se me nota especialmente tensa. "Son las elecciones en España", les explico. Resumo rápidamente cómo están las cosas y cómo estarán a partir del domingo. Aunque aquí nadie es oráculo para adivinar quién ganará, las apuestas están hechas y hay un partido que tiene más papeletas para ganar que el otro, y nunca mejor utilizada la metáfora de las papeletas.

Cada mañana me levanto un poquito más angustiada y cuando hablo de la situación de desempleo, de las revueltas por los problemas en educación, de la falta de buenos políticos y de programas visibles y reales que ayuden a España a convertirse en un país de presente y de futuro; cuando hablo de estas cosas, se me llenan los ojos de lágrimas. "Se te nota preocupada". Las palabras de E. resuenan una y otra vez en mi mente. Es cierto que soy una persona sensible y que expreso abiertamente mis emociones, pero nunca habría podido llegar a imaginar que la situación de mi país me iba a tener con el alma en un puño, con el rostro preocupado y la mirada perdida. Mis amigos españoles me dicen que no vuelva, que me quede aquí. Y creo que es una buena opción, pero yo quiero a mi gente y a mi país como la que más y también quiero volver. Echo de menos muchas cosas. Pero aquí vivo sin incertidumbres. Me siento entre dos tierras, y nunca mejor dicho. Pero esta de ahora no es mi tierra, ni siquiera esto se parece a Inglaterra. Esto es una burbuja inventada por un grupo de personas interesadas en una educación de prestigio para las elites. Esto es un oasis boscoso en medio de la ciudad. Un oasis donde me enseñan a hablar inglés, donde me están dando todas las oportunidades del mundo y donde me sigo haciendo una mujer. Pero a veces sospecho que esto no es la vida tal y como yo la había conocido hasta ahora y como tendré que afrontarla cuando acabe el año.

Quedan tan solo dos días para las elecciones. Mañana no será jornada de reflexión para mí, porque mi voto voló hace ya varios días hasta la mesa electoral de mi colegio de Parla. En mi familia, que el día de elecciones siempre ha sido un motivo de regocijo, de fiesta, de democracia e ilusión, el próximo domingo puede que se plantee como un día triste. El lunes seguirá habiendo paro y puede que el banco europeo tenga que rescatar a España de su deuda. Para mí el domingo será otro día londinense más, con frío, con patos y con paseos. No habrá el vermú de los domingos de elección, no habrá regocijo, fiesta, democracia e ilusión. Estaré lejos de casa y casa estará lejos de mí. El domingo echaré de menos a mi país de charanga y pandereta. Y a las personas que me enseñaron a pensar y a creer en la democracia hablando durante las comidas de la gran diferencia entre el rojo y el azul.

12 de noviembre de 2011

Presente o lo que hace un día diferente.

Otra vez el tren. Esta vez en inglés. En realidad, otra vez el metro.

La línea es la verde, District Line. Ocupamos seis asientos. Enfrente de mí un señor lee Big Woods, de Faulkner. Está concentrado y nervioso al mismo tiempo y posiblemente a causa del barullo que armamos con nuestra conversación se cambia de asiento para seguir leyendo tranquilamente. Nunca antes había visto a alguien leer a Faulkner en el metro. Faulkner me recuerda a M., y no creo que M. lea a menudo en el metro, quizás por eso no asocio al escritor con el medio de transporte. Nosotros, mientras el señor de mirada concentrada lee a Faulkner, vamos a un mercado de alimentos en el centro de Londres. Es el lugar favorito de E. El mismo E. que me enseñó al compositor inglés Adès y con quien he compartido un verso de TS Eliot. E. es un E. diferente al de hace siete años, pero ama la música tanto como él. Ama la música y se entusiasma con Londres igual que se entusiasma con la izquierda política, la comida de Borough Market o la forma en que K. le dice que le quiere. La visita al centro es diferente a las anteriores visitas al centro. En el metro solo escucho inglés, aunque hay alemanes, una italiana y yo. Es un día diferente. Es noviembre pero no hace frío. Por la mañana el sol parecía la luna, posiblemente porque anoche hubo luna llena y al mirar al sol por primera vez una capa espesa de neblina y nubles lo ha convertido en una esfera de color blanco. El recuerdo de la luna de ayer ha pintado de blanco el sol. Es un día diferente porque he vuelto a leer a TS Eliot, porque ahora conozco a un compositor más y porque sé, con una certeza empírica, que en Londres se pueden comer el mejor paté de trufa y el mejor queso del mundo. Es un día diferente porque hemos sobrevivido al 11/11/11. Yo sobreviví a él en Hyde Park igual que Faulkner ha sobrevivido al metro. Es un día diferente porque por fin me he dado cuenta de que pasado y futuro no existen, de que solo existe el presente y hay tres formas de llamarlo según si se trata del presente de hace un segundo, el presente de ahora mismo o el de dentro de un segundo. Me lo ha dicho TS Eliot otra vez, con su poesía genial. No es que Londres, o la comida, o el metro, o E., o hablar en inglés, o el otoño hayan hecho de hoy un día diferente. Lo que hace que hoy sea un día diferente es la certeza de saber que vivimos en un constante presente. Y eso es un regalo.

9 de noviembre de 2011

Madrugar


Londres se parece a Salamanca a las ocho o a las ocho y media de la mañana. Supongo que todas las ciudades, cuando se despiertan, son la misma y van adquiriendo su carácter propio a medida que avanza el día. Creo que si me preguntaran en qué se parecen ambas ciudades sólo podría responder eso, se parecen en sus despertares.

Me he dado cuenta de que Salamanca y Londres tienen despertares similares -además muy parecidos también a los despertares de Parla, Hamburgo o Santiago de Compostela-, porque de repente he decidido madrugar. Siempre me ha gustado madrugar, supongo que esa costumbre la he aprendido en casa, donde a partir de las siete de la mañana la vida empieza a cobrar vida. El caso es que las primeras semanas en Londres no he estado madrugando tanto como a lo que estoy acostumbrada, y no me sentía yo muy yo con el nuevo hábito, aunque tampoco tenía el ánimo listo para madrugar. Hasta que he decidido hacerlo. Al igual que dormir bien, madrugar nos hace un poquito más felices, y no tengo una prueba científica de ello, simplemente experimento empíricamente con mi propio organismo.

Las siete es una buena hora para decirle "buenos días" al día. Un café, una ducha, un desayuno energético en el comedor del colegio... todo esto le da al día una perspectiva nueva. También permite hacer las cosas más relajada, porque las clases no empiezan, en el peor de los casos, hasta las nueve y media. Así que, con el cuerpo más cargado de vida desde antes, uno mira al mundo con los ojos y la mente despejados, toma decisiones menos precipitadas, disfruta de la brisa matutina que recuerda la brisa matutina de todas las ciudades del mundo a las ocho de la mañana y se prepara para agarrar con fuerza un nuevo día que, para el que madruga, tiene más horas que para el que no.

Revivir la experiencia que supone madrugar es otro de los pequeños regalos que me estoy haciendo en este otoño londinense.




Foto tomada del periódigo digital Telegraph.

8 de noviembre de 2011

Todo cambia

Todo cambia.

Creo que esto ya lo he dicho antes, además utilizando las palabras de Mercedes Sosa. Y es verdad, todo cambia. Y lo bonito es darse cuenta de ello, ser conscientes de que dejamos de ser un poco nosotros para convertirnos en unas versiones, posiblemente mejoradas, de nosotros mismos pero del futuro. Nosotros más nosotros que nunca.

Digo que todo cambia porque últimamente me he dado cuenta de que me gustan cosas que antes no me gustaban, que empiezan a dejar de gustarme otras y que las cosas malas que estaban atrás y de las que quedaban aún remanentes, comienzan a perder interés y fuerza, por lo que suelto lastre y vacío la maleta para lo nuevo que viene pegando fuerte. El cambio es siempre un alivio. Ayer me dijo una amiga que consideraba que yo era "refreshing", y posiblemente sea por esa capacidad que tengo de adaptarme al cambio o por lo cambiante que soy yo misma. No sé si ser refreshing debo tomarlo como un cumplido, pero me gustó que me definiera así, porque en cierto modo así es también como yo me siento últimamente.

Ha habido en mi vida pequeños y grandes cambios. Como anécdota diré que ahora, tras años renegando de ellos, me gustan el italiano y los musicales. Vivir para creer.

6 de noviembre de 2011

Somos seres naturales

Cuando decidí aceptar la beca para venir a Londres, imaginé la experiencia londinense como una experiencia urbanita, porque Londres, junto con Nueva York, es la ciudad, por antonomasia. De hecho, posiblemente, en Europa, Londres sea la que más merezca el título que le acabo de otorgar.

Sin embargo, mi experiencia real de Londres es una experiencia muy natural. Natural en varios sentidos. El literal, el que salta a la vista, es ese que tiene que ver con que vivo en un lugar rodeado de naturaleza mire por donde mire. Al asomarme a la ventana de mi cuarto veo árboles y un río. Es un tramo un poco estrecho del Támesis el que me saluda cada mañana, pero es una bonita y brillante masa de agua. Está ahí siempre y me hace feliz porque, como ya escribí aquí alguna vez, yo misma soy pura agua. Así que el río y yo nos mimetizamos el uno en la otra creando una unidad líquida que equilibra la solidez de los árboles y los caminos que también forman parte de este entorno. El río, los caminos y los animales. Nunca en una ciudad me había sentido tan parte del paisaje natural. Soy un elemento más aquí. Siento que combino bien con los zorros, las ardillas, los gansos y las arañas. Y ese sentimiento, estando en Londres, me causa a la vez una mezcla de extrañeza y normalidad difícil de expresar con palabras.

Vivo entre Hammersmith y Barnes, estando el segundo caracterizado por ser una zona acomodada de Londres. Un área que tiene un parque natural y tienditas pequeñas y acogedoras donde comprar ovillos de lana o las mejores calabazas de la zona. Barnes es un barrio-pueblo donde la llegada del otoño se vio reflejada claramente en el color del cielo y de las hojas de los árboles. Y ese momento llegó de la forma más natural, porque la naturaleza y la civilización -si es que se pueden contraponer estos términos de este modo- se fundieron en uno, como el río y yo cada día.


Con respecto al sentido más metafórico de la experiencia natural que está siendo Londres, tengo que decir que las cosas suceden con sencillez y facilidad. Todo es natural. El contacto mismo con la ciudad y el paisaje, las relaciones con la gente, el modo en que me voy volviendo más fluida en inglés y la capacidad de ser equilibrada, sincera y justa con la gente. Todo ocurre como en un proceso natural lento pero afianzado. Es como la coloración -o decoloración- de las hojas y el acortamiento de los días. Todo sucede de forma paulatina pero constante y real; de forma muy natural. Y yo soy tan consciente de ello y he reflexionado tanto acerca del tema, que quería dejar constancia escrita aquí de que somos seres naturales y de que esos trozos de naturaleza real de los que estamos hechos afloran siempre y cuando estamos atentos a nuestro alrededor. Porque, eso sí, nunca podremos ser seres naturales si no abrimos bien los ojos, miramos a los demás y a lo demás con curiosidad y aprendemos que formamos parte de algo mucho más grande e importante. Algo que es visible y tangible, no una simple idea. 

Te voy a pedir un pequeño favor: sorpréndete con la naturaleza, mira con ojos bien grandes lo que está más allá del bloque de pisos donde vives, porque siempre hay algo más. Solo depende de los ojos con los que lo observes.

29 de octubre de 2011

Londres

Una entrada de una sola línea. Por si no había quedado claro.

Me encanta Londres.

28 de octubre de 2011

27 de octubre de 2011

Norwegian Wood

Que es como decir Tokyo Blues, de Murakami.

Lo leí hace ya casi un mes, pero la melodía resuena en mi cabeza y me tropiezo con ella en rincones insospechados. Como con la trama. Es apasionante la manera en que algunas novelas te atrapan y no te sueltan. Te agarran fuerte de la mano y te van guiando por un trocito de la senda de tu vida. Tokyo Blues no me suelta de la mano en Londres. Sus personajes, marcados todos por la muerte y el suicido, se parecen tanto a mí y a la gente que me rodea, que tengo miedo de que alguno de nosotros nos convirtamos en ellos. Los llamo personajes porque siempre olvido el nombre de los seres que habitan los libros, pero todos tienen un rostro, y todo tiene su música, su luz y sus paisajes. Todos tienen entidad aunque los personajes hayan perdido sus nombres.

La melodía que abraza a todas las personas que aparecen en el libro -y perdónenme los críticos literarios por llamarlas personas, pero los siento tan de carne y hueso y tengo tan claro que me los cruzo a diario en el metro, que no puedo evitarlo- es de los Beatles. Siempre me han gustado los Beatles y siempre los he escuchado muy poco. Porque mi hermano, que es el maestro musical de mi infancia y adolescencia, nunca los escuchaba. Ahora vivo en el país de los Beatles y sigo sin escucharlos. Y tuve que descubrir Norwegian Wood de la mano de un escritor japonés. Me alegro de haberlo hecho en Londres. Aquí tiene más sentido. Aún así, los Beatles quedan borrosos, como la marca de agua de una fotografía, en el panorama inmenso que está siendo Londres. Hasta ayer.

Covent Garden y un cantante callejero. Eran las siete de la tarde y la ciudad estaba fría y oscura. Ahí estaba él, en mi mente lo llamé Matt. Tocaba la guitarra y cantaba, y a veces se atrevía con la armónica. El frío era intenso, pero la música me atrapó, como la historia de Tokyo Blues. Y escuché y escuché hasta que sonó Norwegian Wood y se me quedó enganchada en el rincón secreto donde se guardan las melodías que reaparecen horas, días o meses después. Esta mañana, cuando he salido a mirar cómo las hojas de los árboles ya han caído o se han teñido de rojo, como mi pelo, de repente ha salido a pasear también la melodía. Y durante horas la he tarareado sin saber qué tarareaba, dudando entre varios de los grupos y cantantes que ando descubriendo últimamente -¿Tracy Chapman?, ¿Neil Young?, ¿Counting Crows?-. Ha sido ahora, hace apenas media hora, cuando al escuchar las notas de la guitarra que Daniel ha comprado para amenizar -más aún- la vida en West House, cuando he pensado en ese personaje maravilloso de Murakami que toca Norwegian Woods. Y entonces todo ha vuelto a tener sentido: la melodía, los paisajes de esta mañana, las personas que pueblan Tokyo Blues, la vida en Londres, los Beatles, el otoño. La vida es una espiral. No dejaré nunca de pensarlo.

23 de octubre de 2011

100


Lo que escribo hoy aquí es importante. Primero, porque me planto delante de la pantalla, cojo aire y escribo. Llevaba muchos días sin estar a solas conmigo misma. La vida de los últimos meses ha sido muy ajetreada y cuando por fin llegaron las vacaciones, las compartí. Así que podría decir que no he tenido apenas tiempo para pararme y pensar, para pararme y escuchar. Escuchar lo que la gente me dice, lo que la música me dice y lo que yo misma me digo. Ahora llega ese tiempo, las verdaderas vacaciones.

Por eso hoy es importante. Porque he recargado las pilas del hueco interno que llamo "hogar". Espero que dure con buenos niveles hasta navidad. Hoy estoy recargada del cariño de la familia. Y cansada. Llega ahora el tiempo del descanso, de la soledad y de la ciudad. La ciudad que uno se aprende cuando está solo. La ciudad que mira con ojos limpios como la lente de la cámara que usa para retratarla. A partir de mañana recorreré esta ciudad, que empieza a resultarme familiar, sola. Es todo un reto para mi nivel pésimo de orientación. Pero lo espero con ganas.

Hoy también es importante porque me volvieron las ganas de escribir gracias a la lectura del blog de un amigo. Leyéndolo a él me han venido recuerdos de cuando escribía en el blog a diario, de cuando siempre tenía algo que decir. Ahora pienso que o he relativizado mi necesidad de expresarme, o me he vuelto más celosa de mi intimidad expresiva. El caso es que escribo menos. Lo sabes, tú que abres alguna que otra vez esta página buscando una actualización y ves que todo sigue como siempre. Ahora me tomo mi tiempo. Todos necesitamos nuestro tiempo para todo. Escribir también requiere de unos momentos. Así que, gracias, Y., vuelvo a escribir porque te he leído antes.

Otro de los motivos por los que lo que hoy escribo es importante es que esta es la entrada número 100 de este año. La verdad es que nunca he sido supersticiosa de las cifras en el blog y si te soy sincera, me hace más ilusión el 99 que el 100. El 99 me suena más infinito, me parece más espiral que el 100, que no deja de ser un mero círculo que lo contiene todo. Pero bueno, dejémonos de sinestesias raras, el 100 siempre es una cifra para celebrar. Y hoy es el día 100 de escritura en este año 11 al que le quedan menos de tres meses de vida. Y se nos fue.

Hoy han nacido y han muerto muchas personas. Ha muerto un motociclista famoso, pero también habrán muerto los familiares de mucha gente a la que no conozco y seguro que me caería bien. Eta dijo adiós a las armas hace tres días y Andrés, que es seis días mayor que cuando vino y ha caminado y cambiado tanto en este tiempo, me ha dicho adiós en una estación de trenes londinense. Y no he sentido pena. Milagros de la tecnología moderna. He vuelto a mirarle a los ojos esta tarde, y eso que estaba a cientos de kilómetros de distancia.

La vida sigue y se cumplen 100 días de escritura y nacen siete días de semi-soledad, de charla interior, de ciudad, de amigos de la distancia, de retomar conciencia de quién, cómo y por qué soy. Y me apetece. Y me apetecía escribirlo. Porque Y. me ha empujado, con su blog, a retomar el mío. Y el 99 o el 100 siempre son dignos de celebración.


9 de octubre de 2011

Estar fuera

Cuando uno está dentro, no se da cuenta de todo lo suyo. No aprecia igual el sabor de las patatas fritas en aceite de oliva, ni el del jamón, encuentra los abrazos y muestras de cariño como algo común, empieza a leer novelas y poesía en otros idiomas, por no decir que le cambia el idioma a su colección de música. Porque lo que está dentro siempre estará ahí.

Pero cuando uno está fuera, aprecia lo suyo con un sentimiento diferente. Uno se vuelve defensor de lo suyo a costa de todo: el idioma, la comida, el clima, el paisaje, la música, el cine... Yo esta semana he descubierto a Penélope Cruz y me he sentido orgullosa de tener a Almodóvar, he cocinado tortilla de patatas y he empezado a escuchar con un poquito de nostalgia esto:


Estar fuera está muy bien. Pero también está bien echar de menos lo propio.

5 de octubre de 2011

Diccionarios

En esta casa los diccionarios están tan presentes en nuestro día a día, que incluso se han convertido en nuestros topes de puertas favoritos.

3 de octubre de 2011

Inglés, ¿idioma universal?

Cuando uno sale fuera de casa, y creo que no exageraría mucho si dijera que al dar la vuelta a la esquina, necesita los idiomas. O al menos una sensibilidad especial para comunicarse. Mi madre, sin ir más lejos, que trabaja a un paso de casa, necesita el lenguaje universal de los gestos y las sonrisas y siempre consigue comunicarse. Es cierto que los extranjeros con los que trata mi madre son inmigrantes. Ellos le piden una fotocopia, un sobre, ayuda para rellenar las solicitudes del colegio de los hijos, y lo hacen con respeto, con paciencia y con una sonrisa. Y ella, que también es del tipo respetuoso, paciente y sonriente, consigue entenderse siempre con ellos. Aunque acaben de llegar de sus países de origen y no sean capaces de balbucir siquiera un "buenos días".

Aquí, en Londres, me topo con la barrera idiomática a diario. A pesar de los años estudiando el idioma, todavía ayer aprendí a diferenciar "ciruela" de "ciruela pasa" en dos palabras que ya conocía pero que siempre asocié a realidades diferentes. Pero el problema de Londres, o mejor dicho -y seré más honesta y más justa-, el problema con el inglés, es que es un idioma que se sabe el centro del universo, el soberano absoluto, la lingua franca universal. El estilo anglosajón no es, en general, del tipo respetuoso, paciente y sonriente. Suele ser alguna de estas tres, pero no siempre las tres van en el mismo bloque. Por lo que nos encontramos, los no nativos, con la lucha diaria del idioma, soportando el desprecio de algunos cuando a la tercera vez que nos repiten algo que aprendimos con la pronunciación española, seguimos sin entender ni papa. Aquí falta mucha paciencia, diría yo. 

Sin embargo, las cosas del idioma no son tan horribles en Londres. Estamos rodeados de inglés por todas partes, pero también de español. Cuando los españoles hablamos entre nosotros, ya tenemos la jerga propia que incluye palabras en inglés. Es divertido, aunque yo soy más de las de: "por favor, háblame en inglés, que estamos en Inglaterra". Luego también está el hecho de que mi casa, una especie de pequeña Naciones Unidas, es una torre de Babel, el paraíso de todo filólogo. Una casa que me ha devuelto el interés por el francés y me lo ha despertado por el italiano. También esta casa me ha recordado lo difícil que es el alemán y lo extendido que está el español por el mundo, aunque la gente no sea capaz más que de chapurrearlo un poco y a duras penas. Y en esos momentos de intercambio lingüístico, de dudas idiomáticas, de lucha contra el francés que aprendí hace años o el italiano que empiezo a articular, siempre aparece el inglés como vehículo salvador, siempre está ahí de apoyo, de guía, de modelo. Y aunque los hablantes nativos de inglés se alcen victoriosos ante la soberanía de su lengua, yo respiro aliviada y agradecida por disponer de ese recurso. Me alegra saberme poseedora de tres idiomas y de seguir en mi camino lento hacia el multilingüismo, y alzarme victoriosa ante la soberanía del conocimiento, que no es dominar la lengua mundial, sino estar abierto a la comunicación y poder abrir el cajón genético donde están el respeto, la paciencia y las sonrisas que mis padres me enseñaron a usar siempre. Y esos, esos sí que conforman una lengua universal.

19 de septiembre de 2011

Ser normal

"Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales"

Murakami, Tokio Blues.

5 de septiembre de 2011

Carta a los no docentes


Lo que enlazo a continuación es el link al blog de un/a profesor/a que se dirige a los no docentes para informar un poco más acerca de lo que está aconteciendo en la Comunidad de Madrid con respecto a las políticas en educación. 

Incluyo, además, un vídeo muy interesante que circula por internet en el que se explican, a grandes rasgos, los resultados a los que estamos llegando con la política de recortes y no inversión en educación.

Creo que nadie debe quedar impasible ante los acontecimientos de las últimas semanas. La base de todo es la educación. Sin educación no hay formación. Sin formación seguirá sin haber trabajo. Sin trabajo no hay dinero. Si nos quieren negar un derecho fundamental, debemos estar preparados para combatirles.

Por una educación de calidad para todos, sin discriminación, sin favoritismos, con los ojos puestos siempre en el alumno.

Carta a los no docentes (link)

Septiembre

Septiembre lo revoluciona todo. Septiembre arrasa siempre con las certezas del verano, apaga poco a poco el sol y refresca las mentes con promesas renovadas de cambio. 

Septiembre de 2011 es, un poco como lo son todos, un septiembre triste. Triste porque nos llegan noticias de recortes en educación, de falta de recursos económicos para lo que algunos consideramos lo primordial. Septiembre, el mes de la vuelta al cole, se convierte este año en un pequeño infierno para miles de personas que pierden su trabajo, sus esperanzas y para quienes esta vez no hay vuelta al cole. Los institutos y colegios se han dado la vuelta.

Septiembre de 2011 es un septiembre de aniversario también. Un septiembre que nos recuerda que el tiempo pasa y las heridas poco a poco se curan, aunque queden abiertas. Pero quizás sea mejor no mirar atrás a la catástrofe, sino mirar hacia delante y construir futuro juntos. Algo que, desgraciadamente, encuentro difícil, tan llenos de resentimientos como estamos.

Septiembre, un mes para repensarnos, como enero. Un mes para dejar volar la imaginación y pedir deseos acerca de aquello que queremos para el nuevo curso. Septiembre, mes de retos, comienza la carrera de fondo. Un breve vistazo al verano, un guiño de ojos. Dejar que la puerta se cierre y seguir caminando el camino dulce del otoño.


28 de agosto de 2011

Deshacer maletas


Cuando uno viaja para quedarse, hay un momento crucial que debe superar, el de deshacer las maletas. Cuando alguien comienza a hacer su habitación suya y llena con su ropa los armarios, y pone fotos de su gente cerca de sí, comienza a preocuparse por si hará frío en invierno y necesitará una manta o no, entonces uno se da cuenta de que el viaje ha terminado y empieza el momento de echar raíces en el nuevo lugar. Da igual si será para uno o dos meses o durará para siempre, pero el momento de deshacer las maletas aparece y llena de miedos al que las deshace. Creo que son unos miedos comunes y básicos: el miedo a saber si se llegará a integrar bien en el nuevo espacio, el miedo a la soledad, el miedo al fracaso, el miedo, a veces, al idioma. Los miedos siempre son irracionales, por eso aparecen de vez en cuando sin que nosotros queramos que estén ahí.

Estos días de viaje y maletas vaciadas, no he parado de pensar en las generaciones de españoles emigrantes a cualquier parte de Sudamérica y Europa, desde el comienzo de la Guerra Civil hasta el final del franquismo. Más que en los expatriados o exiliados, pienso en los desarraigados, en aquellos que buscaron fuera de las fronteras lo que España no pudo, quiso o supo darles. Pienso en esas generaciones de personas mucho menos preparadas académicamente (aunque sí mental y moralmente) que viajaban con una sola maleta en la que llevaban un par de camisetas, un vestido o un pantalón de pana y poco más. Conocían tan solo su lengua, pero tenían ganas de salir adelante y triunfar. Comparo el sueño americano con el sueño español y me avergüenza un poco el hecho de que todos aquellos españoles tuvieran que haberse ido de España para cumplir el sueño español. Es cierto que muchos regresaron e hicieron su vida en su tierra, se trajeron la riqueza de los países que los acogieron y vivieron después, o viven ahora, mejor que los que se quedaron. Pero tuvieron que escapar porque el país no satisfacía sus necesidades de vivienda digna, trabajo y comida. ¿Ocurre ahora lo mismo? ¿Se está convirtiendo el sueño español en el sueño europeo/americano o internacional? ¿Por qué permite el país que sus jóvenes echen a volar?

Las últimas reflexiones quizás producen más temores que el deshacer maletas y sentirse fuera de casa por unos meses. Porque al fin y al cabo, los tiempos han cambiado, y ahora podemos vernos las caras aunque estemos a miles de kilómetros de distancia, tú puedes saber de mí sin esperar que el cartero aparezca con una carta, porque esta es mi carta, pero, ¿se preocupa el país por todas las cartas que los nuevos emigrantes les enviamos a nuestras familias y amigos? No, porque no las ven. Ahora el país se va vaciando poco a poco, y llega el tiempo de que todos los movimientos sociales les hagan ver a los que tienen el poder, que el poder real, el de la juventud, se les escapa poco a poco de las manos.

Algunas de estas reflexiones se han ido gestando después de ver esto. (Pincha encima del enlace para acceder al vídeo)


25 de agosto de 2011

POETAS (6)

Kirmen Uribe.

Leí a Kirmen Uribe esta primavera, cuando me dio la 'fiebre vasca'. Me quedé enganchada a su literatura igual que una mosca se enreda en una tela de araña y no puede escapar. Empecé a interesarme, entonces, por la literatura en euskera. Y por la música en esa lengua. Me maravilla escuchar sonidos que componen palabras con un significado que permanece tan ajeno a mi realidad lingüística. Es lo que me pasa con la música de Mikel Urdangarín, por ejemplo, o lo que siento al escuchar al sueco Winnerbäck. El placer de los idiomas per se, sin un fin último, que es el de comunicar, sino con el fin intermedio de emocionar con los sonidos.

De Kirmen Uribe he leído pocas cosas, la verdad. Leí su novela, traducida al español, Bilbao-New York-Bilbao, y me enganchó como solo lo habían hecho, muchos años atrás, los cuentos de Manuel Rivas. Al poco, me lancé a la aventura de leer poesía en euskera. Leí a Uribe en euskera, sin entender absolutamente nada y la alegría la recibí al pasar los ojos por la página siguiente y encontrar la traducción al castellano. De su poemario Mientras tanto cógeme la mano, publicado en la colección Visor de Poesía rescato para ti, hoy, dos poemas. Uno que habla sobre la imposibilidad del lenguaje y otro que habla sobre la permanencia. O al menos, así los entiendo yo. En un mundo donde nada permanece y parece que nadie entiende a nadie.

Y a partir de este momento, cuando me leas, yo estaré un poquito más lejos, pero seguiré trayendo al blog todo lo que pueda acercarme a ti. Dos poemas en euskera, para mi nuevo mundo en inglés. Nos seguiremos encontrando en el blog.




EZIN ESAN
       
Ezin da esan Libertatea, ezin da esan Berdintasuna,
ezin da esan Anaitasuna, ezin esan.
Ez zuhaitz ez erreka ez bihotz.
Ahaztu egin da antzinako legea.
 
Uholak eraman du hitzen eta gauzen arteko zubia.
Ezin zaio esan tiranoak erabaki irizten dionari heriotza.
Ezin da esan norbait falta dugunean,
oroitzapen txikienak odolusten gaituenean.
 
Inperfektua da hizkuntza, higatu egin dira zeinuak
errotarri zaharrak bezala, ibiliaren ibiliz. Horregatik,
 
ezin da esan Maitasuna, ezin da esan Edertasuna,
ezin da esan Elkartasuna, ezin esan.
Ez zuhaitz ez erreka ez bihotz.
Ahaztu egin da antzinako legea.
 
Alabaina «ene maitea» zure ahotik entzutean
aitor dut zirrara eragiten didala,
dela egia, dela gezurra.


*    *   *    *   *    *   *    *   *    *   *    *   *    *


NO SE PUEDE DECIR

No se puede decir Libertad, no se puede decir Igualdad,
no se puede decir Fraternidad, no se puede.
Ni árbol ni río ni corazón.
Las leyes antiguas han sido olvidadas.
 
Un aguacero se ha llevado los puentes entre las palabras y las cosas.
No se puede llamar muerte a lo que el tirano considera una decisión.
No se puede confesar que alguien nos falta,
cuando el recuerdo más nimio nos desangra.
 
La lengua es imperfecta, los signos se han desgastado
como las viejas muelas de molino, de tanto girar. Por eso,
 
no se puede decir Amor, no se puede decir Belleza,
no se puede decir Solidaridad, no se puede.
Ni árbol ni río ni corazón.
Las leyes antiguas han sido olvidadas.
 
Sin embargo, confieso que siento un escalofrío
cuando oigo de tu boca "mi amor",
sea cierto o sea mentira.




EZ DA EGIA


Ez da egia. Ez naiz aldatu.
Nire ametsetan
hogei urte duzu beti.


*    *   *    *   *    *   *    *   *    *   *

NO ES VERDAD

No es verdad. No he cambiado.
En mis sueños
siempre tienes veinte años.   
 
 

13 de agosto de 2011

Licor café

Está claro, si me preguntaran a qué bebida sabe Galicia, no lo dudaría, sería un primer plato con vino Albariño o Riveiro y un postre con licor café. El sabor de Galicia, el sabor a comida, quiero decir, es más difícil de establecer. Tendría que echar mano al recuerdo y ofrecer mi sabor de Galicia, que oscilaría entre el pulpo y los cachelos.

Para mí, Galicia tiene un sabor, un olor, un color, una melodía y un rostro. No dejo de preguntarme una y otra vez, en esas ocasiones en las que me acecha la morriña cíclica, por qué Galicia y no, por ejemplo, Cataluña, Asturias o Andalucía. Galicia nació dentro de mí cuando yo salía a la vida y lo hizo muy inesperadamente, sin raíces antepasadas, sin una calle o un pazo propios en los que vivir. Llegó con la literatura, con los cuentos de Manuel Rivas y de Carlos Núñez y poco a poco fue tomando la forma de una espiral chiquitina o los caminos truculentos que anduvimos hace ya un par de agostos.

Cuando me preguntan que de dónde me viene este apasionamiento, nunca sé qué responder. Me gusta ver las sonrisas de los gallegos cuando les hablo en gallego y les afirmo rotundamente que no, que no tengo familia allí, que mi familia es de la rama extremeña, no gallega y que no, nunca he vivido más de un mes seguido en sus tierras. A veces me invento una historia hermosa sobre mi abuelo materno y su segundo apellido, pero pocas veces me toman en serio. Me gusta ir allí y cerrar los ojos en sus bosques o frente a su mar u océano. Solo dejarme mecer por el bienestar que me traen sus texturas y sus gentes.

Por el licor café, por su mar y por sus bosques, por su piedra, por su sol y sus nubes, por su aroma, por su gente... Solo por eso o quizás por todo eso, Galicia siempre vale la pena. Vayas cuando vayas. Porque Galicia es atemporal.

12 de agosto de 2011

Música para cocinar

No puedo negar que me gusta la música. Me atrevería a decir que me gusta casi toda la música. Pero alguna más que otra, por supuesto. Esta es la cuarta serie de músicas que posteo en el blog. La primera fue "Música para viajar", la segunda, "Música para regalar", luego vino "Música para estudiar" y ahora "Música para cocinar". Cada momento del día, cada actividad requieren un espíritu diferente, un ánimo distinto, un acercarse desde otro ángulo, un cambio de perspectiva. Para estos días en que me he vuelto una cocinera insospechada, la comida me sale mejor no sólo si le pongo cariño, sino también cuando encuentro la música apropiada.

Para el gazpacho de ayer, Fito y los Fitipaldis.

¡Que aproveche!

11 de agosto de 2011

La sabiduría del cuento popular

"El gallito Lozano" es el cuento que mi abuelo le contó a todos sus nietos. Yo se lo oí alguna vez, cuando era muy pequeña y él ya no tenía la memoría de antes o el humor para contarlo. Sin embargo, recuerdo con cariño el ritmo del estribillo igual que la canción que cada Nochebuena nos cantaba y que siempre me arrancaba una lágrima de nostalgia.

Cuando Marta y yo decidimos poner en marcha este blog lo hicimos con la función básica de contar cuentos y de encontrarnos en ellos, de estrechar lazos con nosotras mismas y con otras culturas. Esas ficciones de un principio se fueron transformando, igual que el blog, en historias, anécdotas, pensamientos, música, poesía o lo que surgía. Y hoy, tras haber visto un documental de la serie Imprescindibles, de la 2 de TVE, he vuelto a pensar en la importancia del relato. Sobre todo del cuento popular, de la sabiduría que trae consigo y el brillo que le lleva a los ojos de quien lo recibe.

La cultura audiovisual parece que está matando poco a poco la cultura tradicional del cuento popular. La televisión, el cine e internet están dejando de lado la oralidad de las noches de invierno al calor del hogar y la de las noches de verano a la fresca, en la puerta de las casas. Los padres les leen cuentos a sus niños o ellos mismos los leen en los libros del colegio, pero cada vez hay menos contadores anónimos, individuales. Cada vez hay menos personas como los abuelos de antes, que se rodeaban de sus nietos las tardes frías de los sábados y los domingos para contarles el cuento del gallito Lozano.

El documental de la 2 recoge un pellizco de esa cultura popular tan enraizada en los pueblos de todo el mundo y que parece que se va desvaneciendo poco a poco. Este documental rescata cuentos en todos los idiomas, rescata las versiones de los cuentos europeos a la moda española y trae un poquito del brillo que mis primos, mi hermano y yo teníamos en los ojos cuando el abuelo nos contaba la historia del gallito Lozano, que iba a la boda de su hermano tan contento y tan galano.

No te lo pierdas, si quieres verlo, pincha aquí.

10 de agosto de 2011

Impresiones de verano /1

Agosto caluroso. Sábado. Barcelona, barrio de Sants.

Una escritora de blog, recién aterrizada en España tras sus vacaciones asiáticas, y aún con la sensación extraña de encontrarse en tierra de nadie, se despide de sus compañeras de aventura y empieza a vivir la pequeña aventura de un sábado cualquiera en los alrededores de la estación de tren de Sants.

Un largo paseo por la rambla de Badal. Todos los establecimientos están cerrados excepto las fruterías. No hay sol, solo un calor apagado por las nubes que lo cubren todo. La certeza del fin de las vacaciones está presente, aunque aún hay agosto para rato. Y en el calor de ese agosto, el anhelo de una bebida refrescante está también presente.

Parada de repostaje en una cafetería grande, en la esquina de la rambla de Badal. La escritora de blogs escoge una mesa donde poder observar mientras la observan. Y se abre ante ella la gama de personajes míticos de cualquier novela de ciudad: esos antihéroes que durante años pasaron inadvertidos y ahora parece que pueblan todos los rincones: los grotescos y los refinados. Y de repente, nuestra escritora empieza a pensar en la labor de escribir, en ese dejarse entrever a través de cada palabra, en ese ocultarse constante detrás de cada punto y coma o de cada pausa. Los personajes que pueblan la cafetería, todos etiquetados bajo la categoría de raros, la observan igual que ella los observa a ellos. La diferencia es que ella está en silencio y los espiados, que se vuelven espías, solo pueden acertar algún rasgo de ella por su lenguaje no verbal, la ropa que viste, la elección de la bebida, la mesa que ha escogido. Ella, sin embargo, los observa de dos en dos. Se fija en la interacción de las tres parejas más cercanas a su mesa. Un matrimonio agotado cuya mujer lee la prensa mientras el hombre devora con ansiedad una tarta de frutas a la vez que escucha algo en los auriculares. No hay conversación, pero interactúan en silencio. Otra pareja, los cuarentones feos, no se sabe bien si son solo amigos. Él está ilusionado mostrándole en su ordenador portátil vídeos de su juventud, infancia y adolescencia: la mili, su boda, su familia, su abuela, una señora encantadora que se emocionó muchísimo cuando se casó, su hermana, la Montse, que había cambiado mucho desde entonces. La mujer mira con una sonrisa real los vídeos, los comenta y, de vez en cuando, lanza miradas de reojo hacia la mesa de la cronista, que anotaba mentalmente y tras el billete de su tren detalles rápidos del escenario que tiene ante sus ojos. Los últimos son otra pareja, jóvenes, no más de treinta años cada uno de ellos. Entran rápido en la cafetería, piden de comer, se sientan a la mesa y se entregan a la comida como si se entregaran al amor la última noche de sus vidas. No hablan, no se miran, no se sonríen, simplemente comen, comen con un hambre que no se ha visto antes.

El té con limón y hielo de nuestra escritora se termina. También termina un poco aquí la reflexión. Ella está convencida de que alguno de estos personajes la observaba para escribir, a su vez, algo sobre ella. Otro personaje extraño y solitario en las calles abandonadas de la ciudad efervescente. La escritora de blogs sale de la cafetería pensando en la pobreza que ha visto en Camboya y en el hambre de estos catalanes. Intenta ponerlos a un mismo nivel pero no es capaz. Se refugia en la calle intransitada. Entra en una frutería y pide una manzana y una naranja en inglés. El vendedor, indio, la atiende extrañado, aunque no debe de sorprenderle ya nada, en un barrio como Sants. Le desea buena tarde y se despide de ella en catalán: adeu. Ella sonríe, sale a la calle y piensa en lo que escribirá y lo que no escribirá en su blog sobre esa tarde. Fabula acerca de lo que inventará, de lo que exagerará y de lo que ocultará. Se concentra en lo que quiere mantener tal cual ha sucedido. Pero al final se da cuenta de que todo lo que pasa por el tamiz del escritor se convierte en una tremenda y absoluta mentira. Pero eso solo lo sabe ella ahora. Quienes la lean tendrán que decidir qué tomar y qué rechazar.

17 de julio de 2011

Vacaciones

En verano también se trabaja. He estado desconectada del blog porque he estado trabajando estos primeros quince días de julio. Pero el trabajo que he desempeñado es algo que me encanta: desconexión del mundo, un colegio enorme lleno de niños, ganas de enseñar, de divertirme, de pasar buenos ratos y conocer gente encantadora. Un campamento de idiomas.

Vuelvo del trabajo como si volviera de unas vacaciones y poco a poco voy entrando en la rutina de las vacaciones reales... En unos pocos días haré un gran viaje que me tendrá también bastante desconectada del mundo que conozco. Por eso he decidido cerrar oficialmente este blog por vacaciones.

Espero poder colgar fotos de mi viaje.
Y deseo que pases unas felices vacaciones.

27 de junio de 2011

Ella y él (XIII)

Le costó olvidarla diez libros de crítica literaria, cuatro cubatas en una noche turbia y desoladora, un viaje a la montaña con amigos, dos pachangas de baloncesto, no sé muy bien cuántas noches, un par de lágrimas y tres fotografías quemadas.

Ya se sentía a salvo cuando la vio pasearse por su calle, con la falda de flores, las zapatillas de esparto y la melena flotando al viento. Volvió de nuevo a la terapia. Esta vez comenzó con Kafka.




26 de junio de 2011

Morriña cíclica. Galicia latente.

Ni T. S. Eliot ni Shakespeare pueden con la morriña.
Es un golpe de añoranza. Llega inesperadamente, pero siempre de forma cíclica. Galicia está siempre latente, en estado de reposo. Y el verano, la certeza del mar o una canción la activan en la conciencia. 

La morriña -mi morriña- es cíclica. Reaparece cada cierto tiempo y me tiene ausente durante días. Y ni Scott Fitzgerald ni Auster pueden con ella. 

Denme una gaita que llora, un vaso de vino Albariño, un documental sobre Cunqueiro y la suavidad del gallego. Es más que probable que me olvide de Hemingway, de Londres, de Camboya y de los americanitos impasibles.
 

25 de junio de 2011

¿Quiénes somos?


¿Somos quienes somos o como queremos que los demas crean que somos?

Esta pregunta lleva atormentándome años. La hipocresía y la falsedad son un mal común y extendido. Creo que estos dos defectos se han desarrollado en la base de una educación insuficiente o mala y bajo los modelos de muchos de los personajes públicos que nos representan: no solo los políticos, sino los miembros de la Casa Real o incluso Belén Esteban,  quien -lamentablemente- muchos españoles consideran el modelo más alto del ciudadano español. Aunque muchos de los que leemos esto -afortunadamente- la consideraremos  como modelo absoluto de la chabacanería y el mal gusto. Y espero que no se me ofenda quien lea esto, que sé que hay muchos seguidores de esa chica que irían con ella hasta el fin del mundo. Pero lo que es cierto es cierto y no se pueden negar los hechos.

Pero mi preocupación fundamenteal es la que da título a esta entrada: "¿quiénes somos en realidad?". ¿Cómo nos definimos? Una vez, en un curso de tutoría y orientación la profesora que explicaba hizo un experimento con todos los que asistíamos a la clase. Nos pidió que escribiéramos en un trozo de papel quiénes éramos. No dijo nada más. Y ahí empezamos a definirnos cada uno. Unos por lo que eran, otros por cómo eran, los más por de dónde eran, algunos por lo que les gustaba. Listas y listas de palabras. Pero nadie dio respuesta a "¿quién soy yo?". ¿Yo soy mi nombre? ¿Yo soy mis estudios y mi trabajo? ¿Yo soy las cualidades, virtudes y defectos que albergo? ¿Yo soy mis amigos y mi familia o la relación que tengo con ellos? ¿Yo soy la música que escucho, el partido político al que voto, la ropa que me pongo, los restaurantes y bares que frecuento? ¿Yo soy los viajes que he hecho, los hombres que he besado, los animales que he cuidado? ¿Acaso soy los libros y poemas que he leído, los alumnos a los que he enseñado, los profesores y alumnos de los que he aprendido? ¿Yo soy los baches del camino? ¿Yo soy el "padrenuestro" que aprendí a rezar en la infancia o el "padrenuestro" que empecé a olvidar en la adolescencia? 
Es imposible definirse a uno mismo, porque estamos llenos de matices imperceptibles pero que sí crean una diferencia de lo que fui hace una semana y lo que soy ahora, o de lo que eres tú y lo que soy yo ahora, en este momento, en esta mañana de verano. 

A mí me gusta mucho afirmar sentencias tales como "somos agua", "somos viaje", "somos pasado", "somos olvido". Y no creo que sean afirmaciones erróneas. Simplemente no somos solo eso. Somos eso y más y eso nos hace interesantes.

Lo que me pregunto además es por qué si somos tan complejos complicamos aún más nuestra esencia ocultando cosas de nosotros mismos y disfrazándonos de otras cosas para que los demás crean que somos de otra forma. Me da rabia. Yo lo hago. Asumo esa parte de mí misma. Siempre he dicho que era buena adaptación al medio. Pero no sé si realmente se trata de adaptación al medio o de tratar de ser alguien que no soy. A veces, cuando hacemos eso, fracasamos y volvemos a nuestra esencia. Otras veces, esa prueba que hicimos de ser de tal o tal manera tiene éxito y acabamos siendo como alguna vez fingimos o inventamos ser. Eso también nos hace, también nos define. Pero me da miedo que la influencia de lo de fuera haga que nos comportemos de diferente manera según con quién tratemos. Me da miedo que no seamos genuinos desde el principio hasta el final. Pero quizá la clave del éxito en sociedad reside precisamente en eso: en ser camaleónico, en mantener lo esencial y hacer variaciones leves. Adaptación al medio.

Pero al final, seguimos sin saber muy bien quiénes somos.


24 de junio de 2011

Despedidas


Siempre que pienso en las despedidas me acuerdo de una en especial, una despedida de película. Los amantes -que dejan de serlo para siempre- en el andén de una estación se dan un último beso mientras empiezan a caer las primeras gotas de una tormenta que empapará al chico cuando ella entre en el tren. Ella se refugia en las notas de una melodía que le ha regalado a él unas horas atrás en las escaleras de piedra de algún rincón de la ciudad. Esa melodía, casualmente, o no tanto, se llama "Time". El viaje en tren no borra los recuerdos, los magnifica. La vuelta a casa bajo la lluvia no limpia la tristeza, ensucia el alma y los corazones.

Pero así son todas las despedidas. Desasosegantes. Tristes. Traicioneras. Prometen reencuentros que uno espera y raramente se producen. Pero en la espera del reencuentro uno va curándose de la pena de la ausencia y empiezan los encuentros: las nuevas personas, la certeza de que la vida continúa en la distancia, de que cada uno tiene un plan que ha de continuar por sí mismo. Y en la memoria empiezan a posarse recuerdos bonitos, recuerdos donde no hay cabida a la tristeza y las despedidas no se ven como momentos horrorosos, sino necesarios. Aún así, siempre habrá personas, como mi amigo Diego, que las eviten. Porque las despedidas son sinónimo de llanto. Yo, sin embargo, no quiero perder la tradición de la despedida, que es una convención social más. Porque en las despedidas uno se enfrenta a sí mismo en los ojos del otro, vislumbra un poco de lo que pueda venir y le reconfortan las promesas del reencuentro. Me gusta llevarme una última imagen de aeropuerto, andén de tren o estación de autobuses. Porque las despedidas llevan consigo el componente del viaje y se llevan para sí una fotografía en la retina del viajero. Somos viaje. Estamos hechos de despedidas. 

Y de encuentros.

23 de junio de 2011

La delgada línea de los grises

Todos conocemos la vida de los grises. No de las personas grises, aburridas, solitarias y sociópatas. Sino de los grises como el espacio intermedio entre los opuestos. "La vida no solo se divide entre lo blanco y lo negro, hay una amplia gama de grises entre medias". Hemos oído esa frase o alguna parecida cientos de veces. Es cierto, no todo es blanco o negro. El espacio de los grises existe y es necesario porque enriquece y abre las mentes.

Pero ese espacio de los grises no es tan grande como nosotros podríamos imaginar. Es una delgada línea. La delgada línea que separa el amor del odio, al amigo del enemigo, al odio del amor, lo moralmente bueno de lo moralmente malo, al ateo del creyente... Nunca me ha gustado pensar que el espacio entre los contrarios fuera tan estrecho. Siempre pensé que había un proceso mayor entre lo uno y lo otro, pero con el tiempo, me voy dando cuenta de que algunas cosas sí necesitan un pequeño cruce de calle, un salto de escalón o una pasada de página para acabar convirtiéndose en lo contrario de sí mismas. Supongo, aún así, que debe de haber internamente un proceso previo que va limando las esquinas de nuestra opinión poco a poco, que moldea al bueno para hacerlo malo, que despoja el cariño para acabar odiando lo que un día amábamos y endulza lo feo para que lo veamos con la belleza del día nuevo. Pero solo lo supongo. No tengo certezas con respecto a esto. Solo sé que un día odio y al día siguiente amo. Solo sé que la opinión cambia, que evolucionamos también en nuestra forma de pensar y lo que alguna vez se nos antojó impensable acaba convirtiéndose en algo probable y factible.

Y como la línea que separa lo blanco de lo negro es tan fina, fluctuar es normal. Cambiar de decisiones, disfrutar de lo que ayer no nos gustaba y cantar las canciones que en la adolescencia habíamos repudiado es normal. Lo que no es normal es la fijación por la permanencia, la negación del proceso, creer que todo está aquí y es así porque nació aquí y es así desde siempre y así seguirá siendo para el resto del tiempo. Lo que no es normal es la gente "de ideas fijas", que acaban tiranizando a quienes tienen alrededor. Lo que no es normal es organizarse la vida con veinte años e ir cumpliendo punto por punto lo que siempre hemos dicho que haríamos, aunque los gustos hayan cambiado, y las circunstancias, y nosotros. 

El espacio entre el blanco y el negro es una línea de entrada y salida abierta. Un lugar de paso, igual que el blanco o el negro. Porque todo cambia. Y en la mezcla de colores que es el cambio, aprendemos.

22 de junio de 2011

Cuando te regalan un libro

Cuando te regalan un libro, tu mundo se hace un poquitito más grande.

Cuando te regalan un libro, te están regalando una vida.

Cuando te regalan un libro y lo lees y te gusta, te hacen un poco más feliz.

¡Qué alegría cuando te regalan un libro sin que lo esperes!


Gracias.

21 de junio de 2011

Curiosidad

Gracias a la vida que somos curiosos. 
Gracias a lo que leemos, a lo que vivimos, a quienes tenemos alrededor. 

Y gracias a esos resortes que hacen que seamos curiosos, que anhelemos saber más, que seamos niños de veinte, treinta, cuarenta y hasta cien años. 

La curiosidad y las ganas de saber son las que nos hacen fuertes y hacen que avancemos. Lo importante de buscar respuestas es que surjan las preguntas. Quizás no sea tan importante el fin como los medios. Mientras encontramos las respuestas, sigamos rebuscando entre las estanterías. Las de las bibliotecas y las de nuestra mente. Eso nos mantiene vivos y alerta.

20 de junio de 2011

Ella y él (XII)

Llegó el momento de decir adiós y el cielo estaba nublado. Caían unas gotas de agua, presagio feliz del gran año que les esperaba solos.

19 de junio de 2011

Limpieza general

Junio es el mes de las limpiezas generales por excelencia. Junto con diciembre. Cada medio año uno se despoja de lo que ya no sirve, de lo que le ha hecho mal o no le ha hecho crecer como persona. Hay limpiezas necesarias pero imposibles de hacer. Más de una limpieza haría yo en la televisión, en el sistema político español, en el sistema educativo español -o mejor, madrileño-, en el sistema sanitario español, en la lengua de algunos personajes públicos que parece que sólo están hechos para insultar y criticar con malas artes...

Otras limpiezas son posibles y purifican. Con el fin del curso uno limpia y recoge sus apuntes, ordena los libros que ha leído, desde los más placenteros a los más aburridos. Con el fin del curso uno llega a conclusiones, hace una lista de la gente increíble, los que siempre quedarán en la memoria del 2010-11 -y en el corazón, claro- y los que acabarán perdiéndose porque nunca merecieron la pena. Limpiar significa borrar constancia de lo que un día existió. No quiere eso decir que eso deje de existir, sino simplemente que eso no nos hará crecer en un futuro y queremos soltar lastre, seguir avanzando con la maleta más llena, pero solo de aquellas cosas que realmente son importantes. 

Me gustaría hacer aquí una lista de esas cosas que me llevo a Londres en la maleta del próximo curso, las que sin duda han superado la limpieza literal y la metafórica; pero las cosas que uno lleva en su maleta son demasiado personales e íntimas -ya me lo enseñó Celia una vez- y es mejor dejarlas ahí dentro y mirarlas con los ojos de la nostalgia y el sentido común. Esas pequeñas cosas, y sobre todo esas personas, irán asomando por las páginas de este blog a lo largo del futuro igual que han asomado a lo largo del pasado: música, momentos, amigos, fotografías, símbolos, sonrisas,... Todo lo que merece la pena sigue en la maleta e iré desprendiéndome poco a poco de lo que ahora parece imposible pero que puede retrasar mi camino.

De la limpieza general de este junio os habéis salvado vosotros, los que me leéis, los que me queréis y me lo habéis dicho y me lo habéis demostrado. Se salvan poetas y dramaturgos, se salvan generaciones enteras de escritores, os salváis los que me habéis enseñado a hacer fotos -es decir, a aprender a mirar el mundo con otros ojos-, os salváis los que me habéis enseñado palabras en otras lenguas, os salváis los que habéis compartido conmigo. Te salvas tú, cuya vida cambia a partir de ahora de forma radical, y no sabes qué hacer. Pero confío en que tú y yo sabremos encontrar un nuevo camino que siga dando sentido a esta vida que ahora empezamos. Lejos o cerca, estás en mi maleta de las cosas que siempre superan la limpieza.


1 de junio de 2011

Ella y él (XI)


El descubrimiento de sí mismo se produjo un día soleado. Se dio cuenta, de repente, de que de los dos él era el romántico. Él era quien vivía dentro de su mundo de imaginación, en su mentira grande y constante. Esa mentira que le daba seguridad y poder. Esa mentira, que era como una máscara que se había dibujado en su rostro, era la encarnación del romanticismo. Lo que le separaba y le ataba al mundo.

Ella ya se había dado cuenta de eso mucho tiempo atrás, pero prefirió dejarle vivir en el engaño. Al fin y al cabo, le quería tanto que ni siquiera ese detalle le importó esta vez. Le abrió la puerta de su burbuja, quiso confiar en que esta vez no se desharía.


28 de mayo de 2011

Mis ficciones

Hablo de "Ella y él", mis ficciones, porque me gusta refugiarme en el mundo de dos enamorados. Más que nunca ahora que mi espíritu se siente asfixiado en un infinito mar azul sobrevolado por gaviotas. Parece que ante este panorama lo más fácil es hundirse. Pero yo espero que la poesía de "Ella y él" y los elogios que por ellos me dedican mis amigos, me mantengan a flote hasta que asimile la nueva realidad que nos acecha. Lo de los exámenes siempre es más llevadero que la supresión de la libertad.


* La foto, la he tomado prestada de aquí.
El texto es de Extremoduro y un guiño a S.

27 de mayo de 2011

Ella y él (X)

A ella no le dieron el trabajo que había deseado durante tanto tiempo.
Él la abrazó en silencio y ese día no le habló de libros.



(Gracias por la propuesta musical, Carlos)

26 de mayo de 2011

Ella y él (IX)

A ella le gustaba imaginar que vivía dentro de una burbuja.
A él sus burbujas le rozaban las manos. Las acariciaba con delicadeza, pero al final siempre se deshacían.

25 de mayo de 2011

25 de mayo

El día de hoy suena a fecha redonda. Me gustan los cincos en el calendario. Y aunque suene a fetichista siempre he creído que daban suerte, como el nueve.

Que se inaugure con suerte esta etapa de exámenes. Como dice el refrán, al mal tiempo, buena cara.
Y Sol siempre arriba, junto con la esperanza del cambio.

24 de mayo de 2011

Ella y él (VIII)

Para Sara, lectora reciente pero fiel.



El tren cantaba por ellos "The more I see you, the more I love you".
Y ella recitaba mentalmente cada una de las palabras de la canción, las hacía suyas, porque el mensaje les correspondía a ellos. 
Se miraron las pantorrillas, fue un acto reflejo de los dos, su secreto de enamorados. Como los que en las películas usan como código secreto la palabra "París". Sonrieron ante las pantorrillas del otro, tan anhelantes ambos, y dejaron que terminara la melodía. El tren fue su refugio y su sueño durante dos minutos. Fuera les esperaba la realidad.

23 de mayo de 2011

Luto electoral

Hoy no hay fuerza para escribir. Hoy solo hay una necesidad de silencio y de reflexión post-electoral.


22 de mayo de 2011

Sol es una burbuja en Madrid

Hoy voy a ejercer un derecho democrático. Voy a votar. Y mi voto lo he decidido a conciencia, tras la manifestación del domingo pasado y las "revueltas" pacíficas de esta semana en Sol. No sé cuáles serán los resultados de esta elección, intentaré estar todo el día con los ojos cerrados y los oídos tapados ante la actualidad. Y por la noche lo veremos.

Hoy voto por lograr que la burbuja en la que se ha convertido Sol esta semana dure mucho tiempo. Una burbuja organizada por comisiones de trabajo, en la que se trabaja desde la solidaridad y la gratuidad. Una burbuja en la que las manos de todos son útiles. Una burbuja en la que no faltan la cultura, la educación, el diálogo, las sonrisas y la esperanza de un mundo mejor. Voto hoy para que eso se cumpla. Para que la burbuja no quede en el sueño de unos días. Para que Madrid se convierta en una ciudad abierta, plural, multicultural, que acoja desde la esperanza en otro mundo posible. Voto para poder sentirme orgullosa de la ciudad en la que vivo y mi comunidad autónoma. Voto para que este movimiento no pare. Y espero que los políticos no queden indiferentes ante la reorganización de Sol.

Los jóvenes tomaron la calle el domingo pasado. Hoy tomaremos los colegios. Vamos a votar porque queremos un cambio. Y yo confío en que ese cambio llegará.

21 de mayo de 2011

¿La revolución es imparable?

Todas las revoluciones llegan a un final. El final de las revoluciones llega cuando se obtiene aquello que se ha añorado durante tanto tiempo y por lo que se ha luchado. La revolución española es una lucha sin armas, una lucha pacífica y quizás por eso sea más difícil. Enfrentarse con violencia se lleva vidas por delante y puede terminar con los problemas con relativa facilidad; pero lograr los objetivos con el diálogo y con el comportamiento civilizado es un trabajo arduo que requiere paciencia.

Me sorprende muy gratamente que España esté siendo paciente. Un país que parecía anestesiado por la urgencia del "lo quiero aquí y ahora, lo quiero YA", utiliza precisamente la palabra YA como lema de su revolución, pero no precipita los procesos. Algunas personas opinan que este movimiento masivo debería haberse llevado a cabo hace unos meses. Mi argumento es que a veces las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir. El 15 de mayo fue la fecha elegida y el movimiento se les ha ido de las manos. La revolución se ha visto como algo factible y decenas de miles de personas han salido a la calle para apoyarla. ¿Que es contraproducente? Hace dos horas pensaba que sí, ahora no lo pienso así. Es lo que tienen las revoluciones, en muy pocos días cambias de opinión tantas veces como sea necesario. Cambias de opinión porque piensas, porque reflexionas, porque te dejas permear por los argumentos de los otros y porque aprendes.

Hace tan solo seis días estaba convencida de que la manifestación del 15M era necesaria y sabía que lograría éxito y repercusión. Pero no podía ni siquiera esperarme que un grupo de veinte personas que decidieron acampar en Sol llegara a congregar a las veinte mil personas que estaban anoche gritando consignas democráticas o simplemente estando. Creo que la posición que tenemos que tomar ante este movimiento es la de estar y compartir. Todos los que hemos pisado Sol estos días sabemos que en eso se basa la acampada. Es un compartir de ideas y un estar presente como diciendo: "Esta soy yo, ideológicamente pensaré de manera diferente a como lo hace la persona que está a mi lado, pero comparto su idea de salir a la calle y pedir un cambio". Y en eso estamos.

¿Es imparable la revolución? No sé. No me atrevo a decir nada, porque ahora no hay certezas. La única certeza es que la sociedad española no está anestesiada. Que el movimiento, la revolución que nadie esperaba se está llevando a cabo. Y lo hace con ilusión, con fuerza, con diálogo, con compromiso y solidaridad. Por fin algo que atañe a lo más profundo de nosotros crea una revuelta. No hay copas del mundo que nos unan. Está lo más preciado que tenemos y que tenemos que defender: nuestra libertad y nuestra dignidad. Entre todos es más fácil y tiene pinta de ser imparable. Pero yo no digo nada. Prefiero esperar y ver qué pasa mañana.

De momento, hoy hago una parada en el camino. Reviso los eslóganes y las imágenes de estos días. Pienso. Reflexiono. Y veré si me veo reflejada en todo esto. Hoy es día de reflexionar y reflexionar es devolver el reflejo en el espejo. Volquemos mañana en las urnas el reflejo de lo que ha ocurrido estos días. Mañana es el día en que podemos ejercer la libertad con pleno derecho. Nadie nos va a decir cómo hacerlo ni nos va a prohibir que demostremos con un papel lo que pensamos. Mañana todos los ciudadanos españoles seremos iguales ante las leyes y en nuestra mano está lograr el cambio deseado.

19 de mayo de 2011

La buena educación

No me educaron para triunfar. Me educaron para hacer las cosas bien, para pensar con criterio propio y tomar las decisiones más convenientes para mí misma y para las personas que me rodean.

Considero que soy una persona bien educada. ‘Bien educada’ en el sentido en que tanto mis padres como mis profesores me han dado buenos modelos y han hecho bien su labor educadora.

Me da la sensación de que ahora triunfa mucho la idea de no educar o educar mal y la de educar para triunfar. Eso último está bien cuando el triunfo se hace con valores de compañerismo, sin competencia desleal, aprendiendo y aportando cosas interesantes al resto. Lamentablemente, la educación para el triunfo se basa en pilares podridos como la trampa, el engaño, el ocultamiento de información o el trato vejatorio al resto de compañeros con los que compites. Por eso, la gente que triunfa o que ha triunfado es gente que usa malas artes, que se ríe del resto, que antepone su bienestar al de las personas que le rodean. En fin, creo que es gente mala. Y el triunfo, que uno imaginaría como un valor positivo, un resultado esperable y aceptable, se convierte en un cáncer de la sociedad que empieza a carcomerla por la superficie y va infectándola en lo más profundo.

Creo que la idea de educar para triunfar no es mala, siempre y cuando se tenga muy claro qué es triunfar. Triunfar no es alcanzar el puesto más importante en la empresa, no es sacar las mejores notas, no es casarse y tener tres hijos, no es sacar la licenciatura en cuatro años en lugar de en ocho, no es tener más dinero que todos. No. Eso no es triunfar. Triunfar es lograr ser felices con lo que hacemos y saber transmitir esa felicidad a las personas que están cerca de nosotros. Y para lograr una felicidad sana y humana que no se sustente en el dinero y la posesión de bienes naturales, hace falta una buena educación.